Relato, engaños, mentiras...

Por Luis Hierro López

La afirmación del presidente del Movimiento Derechos Humanos y Justicia de Brasil, Jair Krischke, en el sentido de que Lula no es un preso político, sino alguien que cometió delitos, debería hacer pensar seriamente a los voceros del oficialismo que siguen tejiendo invenciones y mentiras.
 
Jair Krischke es un militante insospechable para los parámetros con los que se maneja la izquierda. Luchador contra las dictaduras y amenazado de muerte por grupos militaristas, su foja de servicios es, o debería ser, indudable, al punto que el oficialismo vernáculo le rindió acá un homenaje en el Parlamento. Sin embargo, el tiro salió por la culata, porque el visitante dijo claramente que Lula no es un preso político y que fue procesado por casos de corrupción. También explicó que Dilma no fue la víctima de un golpe de estado parlamentario, ese curioso eufemismo para mencionar el juicio político constitucional con que, el PT e Brasil y al unísono los partidos amigos de América Latina, ha intentado dibujar la realidad.

Pese a la contundencia de lo afirmado por Krischke, ningún dirigente del Frente Amplio reaccionó o admitió el error de haber defendido a Lula, con la misma tozudez con que hasta hace poco sostenían que la situación de Sendic se debe al fantasmal Plan Atlanta, que puso en marcha el imperialismo para perjudicar a los proyectos “populares”.

De la misma condición es la extraña acusación que manejan algunos dirigentes de la izquierda, señalando a los expresidentes colorados como responsables del “espionaje en democracia” – lo que nunca ocurrió - omitiendo a la vez cualquiera mención al vergonzoso caso, comprobado, de las actividades antinacionales del dirigente socialista Vivián Trías. Eso ya no es ceguera, sino inmoralidad.

De igual calaña resulta ser una reciente denuncia penal contra el Coronel Carlos Silva, presidente del Centro Militar, por unas declaraciones suyas francamente equivocadas e insensatas. El grupo de dirigentes frenteamplistas que lo acusa de haber cometido apología del delito, se olvida, como lo recordó el periodista Gerardo Sotelo que al mismo tiempo sus socios frenteamplistas, los tupamaros, le hicieron un homenaje a la toma de Pando, un asalto con muertos inocentes que resultó ser mucho peor que una declaración de palabra. La ceguera otra vez.

Lo mismo ha ocurrido con el gobierno de Venezuela, donde no hay dictadura “porque funcionan los tres poderes”, según la increíble expresión del Presidente Vázquez, desmentida rotundamente por los hechos, una y otra vez.
 
Podríamos recordar muchos otros ejemplos que nutren el relato que ha venido mentirosamente construyendo el Frente Amplio. Estas menciones alcanzan para demostrar que los engaños se repiten incansablemente, aunque se les demuestre la sinrazón. La mentalidad dogmática y militante de buena parte de los dirigentes frenteamplistas hace que la mentira no les provoque escozor moral: si la mentira sirve para obtener buenos resultados políticos y electorales, sirve.

Mentir, una, dos, cien veces. ¿A qué suena?



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