Edición Nº 1052 - Viernes 12 de setiembre de 2025

El nuevo Código fue hecho por los marcianos

Por Luis Hierro López

Los argumentos del ministro Bonomi para responsabilizar a otros por la crisis de seguridad, son infantiles además de malintencionados. Ahora culpa al nuevo Código del Proceso Penal, como si hubiera sido redactado por los marcianos, cuando la elaboración y aplicación del mismo dependen del gobierno que el Ministro integra en primera fila. Bonomi se ha convertido en el campeón de los pretextos.

El Frente Amplio en general y Bonomi en particular son expertos en los análisis de las causas del delito y pésimos gobernantes para enfrentarlo.

Desde 2005 hubo cataratas de sesudas explicaciones sociológicas, desde la “sensación térmica” que quiso imponer el ex ministro Díaz, la crisis del 2002 como generadora de delincuentes, la pobreza y ahora, trece años después, ¡el exceso de consumo!

Quien haya tenido paciencia de hacer el seguimiento de las declaraciones sucesivas de los Ministros, podría escribir un voluminoso pero divertido volumen, sobre todo por los disparates.

Ahora, superados ya todos los pretextos y ante la evidencia de un fracaso rotundo de las políticas de seguridad, el Ministro se aferra a su último cartucho: la culpa la tiene el nuevo Código del Proceso Penal, vigente desde noviembre pasado. El Fiscal de Corte Dr. Díaz sostiene exactamente lo contrario a lo que dice el señor Bonomi, fundamentando lo que todo el mundo sabe o siente: que la ola delictiva empezó mucho antes, y que el nuevo Código podrá haber provocado algunos trastornos, pero que no es causante de la ola de violencia y de asaltos.

Pero además y suponiendo que el Ministro tuviera razón y que el nuevo Código es realmente el que ha generado mayores delitos, cabe preguntar quién lo aprobó y quién lo instrumenta. ¿Los marcianos? El primer responsable es el gobierno, es responsable de haber aprobado la legislación –que no habría sido sancionada si sólo la apoyara la oposición– y es responsable de su aplicación, ya que es quien debe suministrar los recursos financieros y personales para aplicarla. Es decir, si el Código es malo o se aplica mal o tiene consecuencias negativas en el auge delictivo, el primer y prácticamente único responsable es el Poder Ejecutivo.

Sólo en este país donde gobiernan un montón de improvisados ocurre lo que está pasando ahora, que a siete meses de su vigencia ya se le van a introducir cambios sustanciales. Se legisla bajo la presión de las circunstancias, improvisando, muchas veces sin respaldo técnico y tras la negativa de los expertos. Pero además y en lo que refiere estrictamente a la seguridad, dentro de pocos meses la cosa seguirá igual o peor, con un crecimiento dramático de las cifras del delito, porque el asunto no se resuelve en el plano legal, sino en la conducción del Ministerio. Una conducción errática, sin mando, sin dignidad. Tuvo que venir el Director de Policía, Mario Layera, para afirmar todo lo que el Ministro venía negando y para marcar lo que hay que hacer, como el increíblemente demorado censo en el barrio Los Palomares de Casavalle, propuesto desde mucho antes por la Policía y no realizado porque las autoridades políticas no se animaban.

La blandura frente al delito, la cesión de territorios a los narcotraficantes, la no resolución del 90% de los casos criminales, la falta de protección a los comercios, la extensión del delito al interior, la sangrienta ola de asesinatos, las explosiones en los cajeros automáticos y tantas otras cosas muy negativas de este proceso de deterioro, nada tienen que ver con los Códigos o las leyes, sino con la falta de criterio y de autoridad que prevalece en la cúspide del Ministerio. Para peor, cuando Bonomi no habla lo hace el señor Vázquez, quien cada vez que abre la boca genera un entredicho y tiene que aclarar o desmentirse. Son dos personas incompetentes, incapaces de asumir sus responsabilidades y de generar confianza pública.

Y no hay otra vuelta, análisis ni explicación. El gobierno haría bien si deja de lado los pretextos y hace como el Director de Policía y, de una vez por todas, le habla con franqueza y seriedad a los uruguayos en un tema en el que, literalmente, se juegan la vida.



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