El Uruguay social

Por Julio María Sanguinetti

El Ministro Daniel Olesker, en un tono agraviante, descalifica todo lo que el Uruguay ha hecho en materia de políticas sociales, asumiendo del modo más arrogante y desinformado su paternidad. Como no queremos suponer que él lo sabe y adrede lo soslaya, estamos ante el caso de un Ministro que no tiene idea de por qué nuestro país fue la primera social-democracia de América, de por qué —desde hace cien años— es considerado el de mayor equidad social, de por qué las asignaciones familiares a los hogares que envían niños a la escuela existen desde el período de Amézaga en 1943, de por qué —para no hablar sino de los últimos tiempos— la pobreza bajó del 46% al 26% en el primer gobierno posterior a la dictadura, de por qué —en fin— este patrimonio histórico nos ha permitido ser lo que somos como calidad cívica.

Si asumimos una mirada histórica, estamos a un siglo del gobierno más transformador de la historia nacional, cuando Don José Batlle y Ordóñez impulsó la renovación del viejo Estado liberal en un Estado moderno, de profunda responsabilidad social. Por supuesto, era el liberalismo social o socialdemocracia o como queramos llamarlo; no —felizmente— el socialismo, con su criterio arrasador de la iniciativa individual, su asfixia de la producción por un Estado omnipotente y esa igualación hacia abajo que es su consigna hasta hoy.

Hace 100 años, el Uruguay estaba instalando el revolucionario divorcio por sola voluntad de la mujer (1913), creando el Instituto de Protección al Menor (1914) e instalando las pensiones a la vejez. Estaba aprobando la ley de accidentes de trabajo (1914) y la ley de 8 horas (1915). La ley de 1912 creó un liceo en cada capital departamental, se fundó la Universidad de Mujeres (1912) y el Ministro Baltasar Brum consagró la gratuidad de Secundaria y Universidad, hasta entonces pagas (1913). Hace cien años, se creaba el Banco Hipotecario (1912), para iniciar una gran política de vivienda, y el Banco de Seguros del Estado, que en primer lugar protegió al trabajador.

Podríamos seguir la enumeración, pero basten estos mojones para establecer que hace un siglo el país diseñó y aplicó políticas sociales que fueron sustento del gran proyecto democrático, compartido por los dos grandes partidos fundacionales y el socialismo de Frugoni, enterrado éste más tarde, cuando el dogmatismo marxista hasta excomulgó a su fundador. Aquello sí que fue inclusión y de una masa inmigrante que llegaba a nuestro país en la miseria y que pasó a ser fundamental en el desarrollo nacional.

Si nos ubicamos en nuestro tiempo, a partir de la restauración democrática hay una contundente expresión de resultados.

Desde 1985 a 1999, al terminar los años 90 que tanto se cuestionan, el PBI uruguayo creció un 70%, a un ritmo de 3,8%, seis veces mayor al crecimiento de la población.

Se derrotó la inflación, que pasó a ser de un solo dígito a partir de 1998 y terminó la década a menos de un 5%, conquista fundamental que hoy se está poniendo un riesgo, con ese espantoso y regresivo impuesto a los pobres que vuelve a avanzar en medio de la irresponsabilidad de un partido de gobierno con escasa conciencia de la responsabilidad.

El gasto total de seguridad social, que era en 9% del PIB en 1985, pasó a ser el 19% y se salvó el sistema jubilatorio con la reforma que creó las cuentas individuales e instauró el exitoso ahorro personal.

La política de vivienda, entre 1985 y 2000 levantó 120 mil hogares, cuando estos dos gobiernos últimos han fracasado al punto que ni pueden mostrar cifras al respecto; estos dos gobiernos deben ser los únicos del mundo que llamándose de izquierda nada han hecho en el terreno de la vivienda popular.

En los 15 años de 1985 a 2000, la mortalidad infantil cayó de 30 niños cada mil nacidos, a 14,1. Se crearon, en 1989, los centros CAIF, y en 1998 se alcanzó el nivel máximo de salario real, que es el gran objetivo que hoy recién se estaría reconquistando.

Por supuesto, en 1995 se puso en marcha la reforma educativa que hoy se reconoce fue un notable progreso en la equidad, la que creó las escuelas de tiempo completo, la que universalizó la educación preescolar de los niños de 5 años y casi completó la de los 4, duplicando —duplicando— la matrícula preescolar en apenas 5 años.

Recordemos también, ya que tanto se habla de pobreza, que bajó del 46% de la población en 1984, a 16,3% en 1999, o sea que cayó a mucho menos de la mitad.

Aquí detenemos la enumeración para señalar, justamente, el comparativo fracaso de las proclamadas políticas sociales del Frente Amplio. Hoy la estadística oficial habla de una línea de pobreza del 12,1%, que —según Masoller, el economista mayor del gobierno— se iría al 16,8% si se quitaran las prestaciones en dinero. O sea que la baja de la pobreza es cosmética estadística: esa gente no ha pasado a la clase media, no posee capacidad de autosustentarse, es tan pobre como el día anterior. Lo que nos está diciendo es que hoy, luego de 7 años de la mayor bonanza internacional de que se tenga noticia, estaríamos apenas retornando a los niveles alcanzados en aquellos “malditos” años 90.

Ya sabemos que en 2002 tuvimos la crisis bancaria importada desde la Argentina y que esto nos dañó severamente, aunque cuando el Frente Amplio asumió el gobierno ya la economía estaba creciendo al ritmo del 7%, superada heroicamente la crisis por el esfuerzo de la gente y la responsabilidad de un gobierno serio, que no cayó en el default de la Argentina, como aquí se propuso desde esas filas partidarias.

No pueden los voceros del gobierno impunemente ignorar la trayectoria del país en materia social, fundamentalmente por la acción del Batllismo, y lo hecho aun en los últimos años, pese a que nunca el viento del exterior sopló como ahora.

Es tramposo e infantil continuar hablando de dinero invertido, sin contar la depreciación del dólar, cuando es notorio que se ha malgastado, al punto que la inversión en educación no ha mejorado los rendimientos por el desastre de orientación y ejecución que la ha llevado a una crisis reconocida paladinamente por el Presidente y el Vicepresidente de la República.

Este país ha tenido paz social por la obra histórica realizada y el esfuerzo de los partidos fundacionales después de la dictadura. Desgraciadamente, la sociedad se ha ido dualizando por la revolución tecnológica de nuestro tiempo —que desplaza a los menos capacitados— pero este gobierno, que se dice socialista, en vez de ofrecerles educación , les ha dado dinero para que sigan tan pobres y , ellos y sus hijos, tan sin futuro como antes.

Esa es la triste conclusión de las políticas sociales frentistas: congelar la pobreza hacia el futuro, con esta generación que se está criando viendo a sus padres vivir sin trabajar.



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