Aquel país de primera...
Aunque la barra aplaudió al exdiputado Daniel Placeres al renunciar a su banca, su conducta es censurable y personifica las inmoralidades e indecencias que lamentablemente se han vuelto frecuentes en el país de primera que hace años nos prometió el Frente Amplio.
El exdiputado Placeres cometió, según la acusación penal que le hace el Fiscal Dr. Pacheco, el delito de conjunción del interés personal y del público, lo que específicamente es grave tratándose de un parlamentario que —por su calidad de tal— está sometido a una serie de inhibiciones para garantizar la neutralidad de su gestión. La República se sostiene en un Parlamento independiente, ajeno a las interferencias de los otros Poderes del Estado pero también a las presiones económicas, corporativas o gremiales.
Ese principio —y el respectivo reglamento de la Cámara de Diputados— es lo que violentó el exdiputado, quien, siendo legislador, mantuvo una posición de mando o de gerencia en la cooperativa Envidrio, empleó allí a familiares suyos, indujo a varios operarios a trabajar en negro, gestionó préstamos que resultaron luego incobrables para la cooperativa y mantuvo reiterados contactos en Venezuela a favor de la misma. Mientras tanto y actuando como diputado, Placeres votó normas en beneficio de la cooperativa, sin haber declarado ante la Cámara su vinculación laboral con la misma.
Ese cúmulo de irregularidades no es para aplaudir sino para censurar con todo rigor, porque lo que hizo el señor Placeres es ensuciar la actividad parlamentaria, que no casualmente se encuentra desprestigiada.
Tampoco es elogiable la renuncia de Placeres a su banca, un golpe de efecto para evitar el desafuero que inevitablemente iba a producirse. La renuncia de antemano no enaltece —como pomposamente se dijo por dirigentes del Frente Amplio— ni reivindica nada. Se trató de evitar un problema más serio, achicando los papelones en cadena que se avecinaban.
La inconducta de Placeres —quien mantiene estrechos lazos con la dictadura de Venezuela, país al que viajó por lo menos 85 veces operando como intermediario entre empresas uruguayas y venezolanas— se suma así a una larga y vergonzosa serie de gobernantes frenteamplistas salpicados por casos de corrupción. Nunca ocurrió en la historia del país que un ministro de Economía y el presidente del Banco República fueron procesados por sus indebidas actuaciones. Nunca ocurrió tampoco que un vicepresidente de la República tuviera que renunciar, acusado por actos de corrupción. Desde el ex director de Casinos, Cr. Bengoa, la lista es larga e indecorosa; y habla del poco apego que tiene el Frente Amplio por la transparencia y la legalidad. Y encima lo hace desde el pedestal de la superioridad moral, la cual —parece entender— le daría el derecho a atropellar las normal sin que se lo llame a responsabilidad.
Por algo es que el oficialismo se niega a las comisiones investigadores. En el caso de Envidrio, el Parlamento quiso investigar, pero la mayoría automática del oficialismo lo impidió, así como había ocurrido con toda la trama de los negocios con Venezuela. Pero el sol no puede taparse con una mano y, más tarde o más temprano, la verdad resplandece.
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