Zumarán y la reconstrucción democrática

Por Luis Hierro López

Evocar a Alberto Zumarán es, en buena medida, rendir homenaje a un grupo de ciudadanos que, por encima de las generaciones y los partidos, luchó contra la dictadura y abrió las puertas a la democracia, mirando hacia adelante sin rencores.

Se llamaba Alberto Saénz de Zumarán Ortiz de Taranco, un montón de alcurnia en una misma persona. Pero como los hijos no somos en definitiva responsables de nuestros nombres y apellidos, sino de lo que hacemos con ellos, lo de Alberto fue una hazaña personal y política: su apellido Zumarán se convirtió en una especie de contraseña a favor de la libertad y de los derechos humanos, valores por los que luchó desde su actividad chacarera, sus vínculos con las parroquias católicas y su condición blanca, bregando a favor de la reconstrucción democrática, cuando esas convicciones y actividades estaban prohibidas. Fue perseguido y fue preso, lo que nos pasó a varios ciudadanos, pero esas angustiosas circunstancias no cambiaron su forma de ser, predispuesta a los acuerdos y a las sonrisas. Como experto y noble luchador, nunca pasó cuentas.

Zumarán representa cabalmente a un grupo de uruguayos a quienes debemos seguir honrando, reconstruyendo sus memorias. Es posible que mi juicio no sea del todo parcial, dado que integro esa generación de héroes cívicos, silenciosos y valientes. Se enfrentaron a la dictadura, la vencieron política y electoralmente y abrieron las puertas a la democracia. Supieron mirar por encima de sus circunstancias, dejaron de lado sus intereses sectoriales, tranzaron sin olvidar sus principios y lucharon con enorme convicción y valentía.

Hoy hay versiones parciales de aquellos procesos, promovidas por visiones interesadas o incompletas. Los hechos demuestran que todos los partidos participaron en sucesivas etapas de la salida, de la reconstrucción, lo que dio grandeza y generosidad al modelo quizás único que los uruguayos promovieron para dejar atrás la dictadura. Unos discuten lo que pasó en el Club Naval; otros discuten la ley de caducidad; nadie puede discutir, de buena fe, el resultado de las acciones pacificadoras y democráticas que reconstruyeron a la República. Lo notable de la salida uruguaya es que todos los partidos participaron, responsable y deliberadamente, en alguna de sus etapas. Ninguna de las colectividades políticas puede decir, con probidad, "yo no fui" y, en cambio, todas tienen derecho a reivindicar ese formidable logro colectivo.

Ciudadanos ejemplares como Alberto Zumarán forjaron ese tiempo.

 




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