Sin compromisos ni esperanzas
Por Luis Hierro López
El Ministerio de Interior se apresta a reconocer que no podrá cumplir la promesa electoral de bajar las rapiñas un 30%. Es evidente que tampoco se llegará a invertir el 6% del PBI en la enseñanza. Además de esas metas incumplidas, no hay grandes propósitos de un gobierno resignado y que ya no genera esperanza.
Quizás acosado por los hechos, el ministro Bonomi reconoció que no será posible reducir el delito. Al concurrir al programa de televisión “En la mira” ensayó uno de los entreveros a los que nos tiene acostumbrados, pero en definitiva quiso decir que no se concretará lo anunciado. Preguntado si se puede mantener la promesa electoral, Bonomi contestó "No sé si puedo, es difícil, pero veremos". Al ser nuevamente consultado, dijo que "hoy no está (la reducción del 30%). Veremos lo que pasa. La promesa no la sacamos, puede estar y no está el cumplimiento. Si no la cumplimos diremos que no la cumplimos. En este momento no se está cumpliendo". Voceros del Ministerio de Interior han informado que durante el primer semestre de este año, las rapiñas crecieron un 57% respecto al primer semestre del año pasado, por lo que los hechos son claros, mucho más claros y contundentes que las expresiones siempre complicadas y poco convincentes del Ministro.
Lo mismo ocurre con otro caballito de batalla, referido a la inversión del 6% del PBI en la Enseñanza. El Frente Amplio prometió que esa meta sería consagrada, pero una vez en el gobierno, empezó a matizar el cumplimiento de esa propaganda, indicando los voceros oficialistas que se habían comprometido a “tender al 6%”, pero no hay dudas sobre cuál fue el sentido de su promesa electoral. Aun cuando es notorio que los presupuestos educativos han aumentado, llegan al 5.15 del PBI, bastante lejos de la meta. Tampoco se alcanza el 1% dedicado a la investigación científica, otra de los compromisos que andaba en la vuelta.
La tercera promesa fue el programa de cuidados, que viene instrumentándose con enorme lentitud y con grandes dificultades operativas, pese a la machacona propaganda que lo promovió como un éxito en marcha.
Quizás sea el peso de esos fracasos que le ha quitado entusiasmo y ensueño a las propuestas que se hacen actualmente. En otro programa de televisión, Mujica, siempre hábil para prometer y engatusar, propuso una única meta que el país puede emprender: lograr que la clase media invierta en el Estado para no depender de las inversiones del exterior, en una especie de capitalismo popular, que el ex presidente no fundamentó. El periodista no le preguntó a Mujica cómo hará el gobierno para convencer, a los inversores vernáculos, de que coloquen sus ahorros en las empresas públicas, después del desfonde de Ancap y de la enorme quiebra de confianza que eso ha significado. Pero más allá de esa notoria carencia, es evidente que, como programa para el país y motivación para el electorado, la propuesta es insuficiente y deslucida. ¿Ese es un programa de cambio?
Similar comportamiento tuvo el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, quien en un reportaje que le hizo Búsqueda dijo que, si bien no hubo durante esta administración grandes conquistas –como la reforma tributaria del primer gobierno o la marihuana del segundo, según sus menciones– se ha logrado estar mejor que Argentina y Brasil, que tienen más dificultades económicas que nosotros. Por si algún lector no hubiere quedado conforme con tan poco, Miranda se arriesgó y nos pintó el futuro: “¿Qué se puede avanzar mucho más? Ah, yo creo que sí. Y que hay que pegar un salto cualitativo, también. Sobre todo en materia económica, ambiental y en la salud”. La generalidad de la apuesta y la ausencia de sustancia hacen que no se requiera comentar mucho más...
Es decir, el oficialismo está resignado. No hay otras ideas que la de seguir aumentando el gasto público para gastar sin retorno y la de prender velitas a UPM, lo que, para un gobierno “de izquierda”, debe resultar bastante triste.
Tengamos todo esto presente cuando, dentro de pocas semanas, los candidatos del Frente Amplio enciendan otra vez la maquinita electoral: la gestión es francamente mala y las promesas ya no tienen espacio ni destino.
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