Siempre hay un camino bueno

Por Juan Andrés Fernández

Ante un reciente nuevo aniversario de la fundación del diario “El Día”, el espíritu invencible de don Pepe nos debe servir de ejemplo para fortificar el ánimo de un Partido Colorado que empieza a reorganizarse para ocupar el lugar que se merece en el escenario político nacional.

El pasado 16 de junio se cumplieron 131 años de la fundación de “El Día”. Surgido “al día siguiente de la derrota” del Quebracho, “El Día” se convirtió en el primer diario de masas y el instrumento a través del que Batlle y Ordóñez difundió sus ideas y construyó su liderazgo, abriendo un nuevo tiempo en el país.

Hacia fines de 1885 la dictadura de Santos aún gozaba de buena salud, pero pronto habría de concluir, incapaz para resistir los vientos de cambio que anunciaban la llegada de un nuevo tiempo de civilidad y progreso.

La generación que actúa en el Quebracho encarna ese nuevo tiempo. Los jóvenes universitarios, intelectuales y periodistas que a partir de la década del 70 comenzaban a reunirse en el Club Racionalista o en el Ateneo y empezaban a escribir en “La Razón” o “El Espíritu Nuevo”, deciden ahora ir a la revolución contra el tirano para defender la libertad con la espada, después de hacerlo durante mucho tiempo con la pluma. La Revolución del Quebracho, concretada entre el 30 y el 31 de marzo de 1886, concluyó con una aplastante derrota en el plano militar, pero triunfó en el plano de las ideas. Como sostuvo Pivel Devoto, vencida la revolución en el campo de batalla, “estaba sin embargo llamada a ganar el combate ante la opinión pública”.

A dos meses y medio de la derrota, Batlle, que había intervenido desde el primer momento en el levantamiento, funda con 30 años “El Día”. En el primer editorial escribe: “No creemos nosotros que a una revolución caída deba suceder largo período de abatimiento, ni creemos que la política pueda exigir de vez en cuando altos o treguas en la lucha por la justicia: así se explica nuestra aparición en el estadio de la prensa… al día siguiente de la derrota (...) Siempre hay un camino bueno para los hombres buenos y de fuerte voluntad”.

“El Día” nace en la oposición. Así lo expresa Batlle en el primer editorial del 16 de junio de 1886: “Nuestra bandera es pues una bandera de colores bien definidos; de oposición desembozada, sistemática a la corrupción gubernamental (...) de lucha ardiente y sin tregua para obtener la reconstitución legal de la República”.

Desde entonces, desarrollará una furibunda campaña contra Santos, como en el artículo permanente “Adiós”, al marcharse el dictador del gobierno. Pero pronto este objetivo originario de restauración democrática se enriquecerá con el singular estilo periodístico que impulsa, abarcando, con sentido reformista y progresista, los grandes temas nacionales. Desde la legalidad electoral y la honradez administrativa, hasta la despersonalización del poder y la humanización de la economía. Desde los asuntos políticos de mayor importancia, hasta la historia, la cultura y el deporte.

“El Día” pasó por dos etapas. La primera —de inclinación principista—, desde 1886 hasta 1887, cuando cierra debido a la impopularidad de la defensa de los partidos tradicionales que Batlle sostenía ya en 1887. La segunda, a partir del 19 de diciembre de 1889, cuando reaparece para apoyar la candidatura de Julio Herrera y Obes, asumiendo un compromiso partidario claramente colorado.

Concebido como el medio de formación ciudadana de los sectores populares, que entonces se incorporaban a la vida política del país, “El Día” se convierte en el primer diario de masas, al precio de un vintén. A partir de ahí emprenderá la tarea de la reorganización del Partido, reformando su estructura, actualizando su funcionamiento y dotándolo de un contenido ideológico revolucionario. A través de esa prédica, Batlle se convierte en el líder del Partido Colorado y, con el Partido transformado, transformará al país.

En más de un siglo de vida, “El Día”, ejerciendo un periodismo caracterizado por la seriedad y la consecuencia, fue el diario de mayor gravitación en el escenario nacional, alzando su voz de defensa de las instituciones democráticas cada vez que estuvieron amenazadas o agredidas.

La admirable tenacidad con que don Pepe funda "El Día", luego de la derrota, y con la que impulsa, desde sus páginas, la reorganización partidaria primero y la transformación del país después, debe ser un ejemplo y un motivo de aliento para todos los batllistas que en la adversidad damos la lucha por la revitalización del Partido y el fortalecimiento de sus causas.

Desprovistos de liderazgos incuestionados, mientras se definen las candidaturas, nos enfrentamos al desafío y a la oportunidad de renovar al Partido. Promoviendo de abajo hacia arriba la discusión en sus asambleas, impulsando el funcionamiento de sus órganos, empleando con sentido republicano las nuevas herramientas que la tecnología proporciona, acercándonos a la sociedad y sus preocupaciones, y ofreciendo, desde nuestra concepción liberal y progresista de siempre, pero con perspectiva actual, las soluciones para los problemas que el país enfrenta en este mundo globalizado y tecnológico. En este sentido, es auspiciosa la reciente designación del diputado Adrián Peña como Secretario General, que en cada oportunidad se compromete a esa tarea. En este esfuerzo, las elecciones juveniles de este año cumplirán un papel central en la formación de nuevos grupos y dirigentes batllistas.

El país necesita al Partido Colorado. Lo necesita fundamentalmente para reimpulsar la reforma de la educación pública en favor de quienes más la precisan y promover políticas sociales dirigidas a la integración y a la superación de las personas, y no al estancamiento de su condición. Proporcionando las herramientas para que todos, especialmente los más débiles, cuenten con la capacidad de desarrollarse a través de su esfuerzo. Al frente del gobierno o integrando un gobierno de coalición, el Partido debe ser la garantía de preocupación social en el país.

Detrás de los referentes históricos y los dirigentes, asoma una generación que viene con ideas y entusiasmo a levantar las viejas banderas. No se nos escapa que la empresa es difícil, pero apoyados en la fuerza de nuestras convicciones, sabemos, con Batlle, que aún después de la derrota, “siempre hay un camino bueno para los hombres buenos y de fuerte voluntad”.



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