Edición Nº 1034 - Viernes 9 de mayo de 2025

Sanguinetti, ¿un intelectual? Sus inicios en el diario Acción y las mentes que lo rodearon

El Observador lanzó una serie sobre el vínculo de los presidentes uruguayos posdictadura con los intelectuales, producida por Bernardo Lapasta y Mateo Piaggio. La primera entrega de la misma, fue dedicada al ex Presidente Julio María Sanguinetti. La transcribimos para los lectores de CORREO.

En la redacción del diario Acción reinaba el nerviosismo. Los cronistas del medio gráfico que había fundado en 1948 Luis Batlle Berres, líder del Partido Colorado, esperaban una llamada que informara cuál había sido el desenlace del duelo a sable.

Con una libreta y un lápiz, el periodista y escritor Juan Carlos Onetti no paraba de escribir lo que, del otro lado del teléfono, el periodista español -exiliado- Miguel Ortiz Valverde le dictaba desde las afueras del cuartel donde se había desarrollado el enfrentamiento entre Luis Batlle Berres y el exgeneral Juan Pedro Ribas, después de haber mantenido acalorados cruces en el debate público que, por aquella época, se daban en el terreno de los diarios y las radios.

Verborrágico, Ortiz Valverde le desparramó las impresiones del duelo: el artículo debía quedar pronto rápido porque todo el país esperaba los detalles en las páginas de Acción.

Al lado de Onetti estaba Julio María Sanguinetti. Con 19 años, el futuro presidente forjaba sus primeras armas en el periodismo, en una época en donde esa profesión estaba íntimamente vinculada a la política, e, incluso, los diarios solían ser un escaparate para lucir líderes y también una plataforma para impulsarlos. Lo que no sabía Sanguinetti en aquel entonces era que, en 1971, también se batiría a duelo con su correligionario Manuel Flores Mora, a sable, y saldría victorioso.

Mientras tanto, el imperturbable Onetti -como lo adjetiva el propio Sanguinetti en su libro Retratos de la memoria (Debate, 2016)- no logró contener su ansiedad para sorpresa de todos. La presión que ejerció sobre el lápiz con el cual estaba escribiendo provocó que su punta estallara contra el papel. Al mismo tiempo, lanzó un grito que truncó el relato de Ortiz Valverde:

-¡Gallego, terminala! ¿Cómo está Don Luis, carajo?

El escritor -el primer uruguayo en ser galardonado con el Premio de Literatura Miguel de Cervantes en 1981- trabajó por años en las páginas de Acción y llegó a querer a Batlle Berres a tal punto que le dedicaría una de sus obras más notables, El Astillero: «Este libro está dedicado a Luis Batlle Berres. Junio de 1960».

Finalmente -y con un resultado poco osado-, el duelo de honor entre Batlle Berres y Ribas se dio por concluido tal como los padrinos de los combatientes lo habían pactado con anterioridad: sin muertos y algunas heridas superficiales.

Un semillero de presidentes, artistas e intelectuales

Como toda redacción de la época, en la sede de Acción el ruido de las máquinas de escribir se combinaba con el humo de los cigarros. En ese escenario convivieron tres presidentes uruguayos: Batlle Berres (1947-1951), su hijo Jorge Batlle (2000-2005) y Sanguinetti (1985-1990; 1995-2000).

También trabajaron en sus páginas políticos como Manuel Flores Mora, Zelmar Michelini y Amílcar Vasconcellos.

"Acción era un diario pobre como empresa (en comparación con El Día o El País), pero teníamos a Ángel Rama en la crítica de teatro; a María Freire en la crítica de Arte; Mario César Fernández, crítico de cine, entre muchos otros", recuerda Sanguinetti en entrevista con El Observador.

El poeta Líber Falco trabajaba de corrector e incluso dedicó su poema Despedida a sus "compañeros y compañeras de Corrección y Talleres del diario Acción".

Entre los periodistas, continúa Sanguinetti, además de "Onetti (...), teníamos a Alfredo Mario Ferreira (autor de El hombre que se comió un autobús, obra publicada en 1969) y otros con los que tuve una gran amistad toda la vida". Con los más experimentados también se mezclaban jóvenes como Carlos Maggi, Teófilo Collazo, Glauco Segovia, Carlos Mario Fleitas y Luis Hierro Gambardella -los también llamados Jóvenes Turcos, ya que eran el grupo de militantes colorados iniciáticos de Batlle Berres-.

Luis Batlle era un articulador de todas estas mentes y también era, de algún modo, la brújula que les marcaba el norte en cuanto a los asuntos de importancia en la esfera pública.

"Era un libro muy abierto, por eso entraban y salían" escritores de esas tallas en su diario, narra Sanguinetti, y dijo que, si bien aquel líder colorado no llegó a ser un intelectual ni a tener un título profesional, "era muy curioso y muy abierto".

Para argumentar la agudeza de visión que tenía Batlle Berres, Sanguinetti vuelve a hablar de Onetti. "Es más, el cuento de Onetti El infierno tan temido (1962) fue un relato que le hizo a Luis Batlle a partir de una idea del político por una historia real de un empleado de Radio Ariel [medio de comunicación también vinculado al líder colorado]. Lo llamó y le dijo: ‘Onetti, esto es para usted'".

Los debates que se generaban en la redacción de Acción, las lecturas de su padre sobre la historia de la Antigua Grecia y Roma junto con la concurrencia a los actos políticos por parte de sus tías, y su vida entera junto con la profesora de Historia Marta Canessa -a quien consulta constantemente durante el proceso de sus libros- moldearon la visión del dos veces presidente de la República, cuya figura aún sigue influyendo en el escenario político actual.

Los consejeros del poder

Desde su perspectiva, los artistas e intelectuales jugaron un rol fundamental durante sus dos presidencias, dado que fueron involucrados en su gestión constantemente, más allá de los vínculos afectivos con el expresidente.

En la primera presidencia, la jurista y primera catedrática de la Universidad de la República en Derecho Penal, Adela Reta, fue designada primera titular del Ministerio de Educación y Cultura después de la dictadura (1973-1985). Asimismo, Sanguinetti le pidió "al historiador más importante del país y al sociólogo más importante del país, o sea a (Juan) Pivel Devoto y a (Aldo) Solari, que se hicieran cargo de la Educación", detalló el expresidente consultado por su relación con los intelectuales.

"Solari era profesor universitario, no era un hombre de la secundaria, pero me parecía que eran valores intelectuales superiores. Así como en la segunda presidencia lo invité a Germán Rama, que en aquel momento no tenía una actividad política, pero que era un sociólogo muy brillante, en la misma línea de Solari. Fueron sociólogos muy importantes; siempre procuramos figuras de esa característica para integrar el gobierno".

Para saber qué es un intelectual y cuánto han influido en los gobiernos uruguayos, Sanguinetti apela al siglo XIX y a las ideas de flexibilidad y amplitud:

"El intelectual es un concepto muy elástico, que nace en Francia con Victor Hugo. El intelectual no es bien el mejor escritor, o el mejor artista, o el mejor pintor. Sino una suerte de escritor, o pensador, o artista que opina de todos los temas de la sociedad. El intelectual es un todólogo profesional. Además, el intelectual es un actor social, un personaje ubicuo. Y eso es lo que nace con Victor Hugo, un escritor con la capacidad de generar discursos que inflamaban y eso era capaz de estructurar un movimiento contra, por ejemplo, Napoleón III. Esa es mi idea de un intelectual".

El arte en particular no solo fue un interés de Sanguinetti como individuo, sino que fue un interés de Estado durante sus gobiernos.

"Tuve una gran cercanía con muchos artistas. Por ejemplo, con Manuel Espínola Gómez, con el cual hice reformas en la Casa de Gobierno de la Plaza de Independencia. También con él hice reformas en Suárez y Reyes, junto al arquitecto Enrique Benech, hicieron muchas cosas en ese aspecto. Espínola era un gran pintor, pero opinaba de todo, y lideraba y acaudillaba y se enojaba".

Esta cercanía se debió a que Sanguinetti presidió la Comisión de Bellas Artes en el año 1967, junto con amigos que venían de esa área.

"Me di el lujo de que mi vicepresidente fuera (José) Cúneo y de integrar una comisión con Washington Barcala, con Jorge Páez Vilaró, Germán Cabrera. Es decir, artistas de primera línea con los cuales tenía gran amistad: Nelson Ramos, Jorge Damiani, que no integraron la comisión, pero estaban. Tuve una cercanía muy fuerte hacia ese lado, como la sigo teniendo, porque soy amigo de Ignacio Iturria, de Pablo Atchugarry, en fin, de los artistas más relevantes de hoy. A algunos no llamaría intelectuales y a otros sí".

Para Sanguinetti, Uruguay tiene dos dimensiones de la cultura que exceden su geografía: el fútbol y el arte.

"Qué país tiene -entre el siglo XIX y el siglo XX- a Pedro Figari, a Torres García y a Cúneo. Comparativamente es increíble. Los regalos de Estados estuvieron vinculados al arte. Y, como política de Estado, usamos a Osvaldo Leite para hacer retratos. Cuando yo llegaba a Argentina con un gran retrato de Alfonsín, ya tenía ganada la mitad de la charla, o a Chile con un retrato de Frei, o a París con un retrato de Chirán, o a los reyes de España con un retrato hecho por Damiani. Es decir que mi cercanía estuvo mucho por ese lado, y sigue estando".

El colorado, cuya casa tiene acumulación de libros y obras plásticas, no solo cuenta artistas, sino también escritores, que estuvieron a su lado durante su administración.

"También fui amigo del escritor Enrique Estrázulas, que lo nombré embajador, incluso. Y a otros lo llamé directamente, como, por ejemplo, a Napoleón Bachino, para que escribiera una historia del Parque Nacional Aarón de Anchorena?. Todos hablamos de la estancia de Anchorena, y era muy importante contar esa saga que es Belle Époque argentina trasladada a Uruguay, porque es un pedazo de lo que era esa extraña clase alta argentina que junto a la riqueza producía valores intelectuales.En aquel momento, Napoléon Bachino había tenido un gran éxito con la publicación de "Maluco", que fue un libro fue muy premiado. Y bueno, lo llamé para que escribiera eso".

La intelectualidad al servicio de la política

La habilidad política de Sanguinetti ha tenido también una correlación en su capacidad para producir y divulgar modos de interpretar hechos históricos, muchas veces estampados en libros. Ya sea por coincidencia o contraposición, las perspectivas que ha configurado el expresidente colorado para sustentar su relato han sido influyentes para los actores políticos e intelectuales del país.

El escritor y extupamaro Mauricio Rosencof define a Sanguinetti como un "dactilógrafo" que "ha hecho libros que apuntan al análisis político", pero también a su propio "destaque" y "participación".

Y hace una profunda crítica al modo en que Sanguinetti cuenta "su relato", que nace desde "la visión del coloradismo Sanguinettista": "¿Y cuando nos enteramos que el que pidió la intervención brasilera [en las elecciones de 1971] fue (Jorge) Pacheco Areco... ¿Cómo Sanguinetti, con toda la cultura que tiene, no hace referencia a eso? Estaban instalados en la frontera", ejemplifica Rosencof.

Una crítica similar le hace el expresidente Luis Lacalle Herrera, que tampoco deja de definirlo, y a sí mismo también, como un intelectual. El nacionalista considera que el gobierno que lideró entre 1990-1995 "sirvió para remontar esa idea de que los blancos son loquitos", algo que es "un poco el pensamiento que a veces se pretende vender del lado de Sanguinetti y de la dirigencia política", dice a El Observador.

Más allá de las diferencias políticas que los enfrentaron por aquellos años, donde el Partido Colorado estaba en la oposición, Ignacio de Posadas -quien se desempeñó como ministro de Economía y Finanzas de Lacalle Herrera entre 1992 y 1995- también reconoce esa habilidad de Sanguinetti.

"Es un tipo lector, estudioso, reflexivo. En muchas cosas yo no he estado de acuerdo con él, pero no es un ignorante, no es un tipo superficial, no es un mero ejecutante sin mucho pienso", expresa de Posadas.

Para el exministro de Economía blanco, también Jorge Batlle era un intelectual, aunque con un estilo "menos estructurado que el de Sanguinetti".

El historiador Gerardo Caetano estuvo de acuerdo: "La biblioteca de Sanguinetti es mucho más ordenada que la que mantenía Jorge Batlle". Dice que esto no solo se explica por las respectivas costumbres de lectura -Jorge Batlle era capaz de leer varios libros al mismo tiempo-, sino porque Sanguinetti cuenta con intereses más delimitados que los de Batlle.

Más allá de lo "pomposo" del término intelectual, Ricardo Pascale -que formó parte de los gobiernos de Sanguinetti como presidente del Banco Central (1985-1990;1995-1996)- define a esta persona como alguien que le destina tiempo a la generación de ideas. Es una persona "que trabaja sobre las ideas, está actualizándose constantemente y está explorando nuevos lugares para producir nuevas ideas", agrega.

Pascale es un economista que también ha llegado a ser un prominente escultor e investigador. Se convirtió en doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento tras aprobar su tesis doctoral con honores. Tanto su trabajo final como el tema que lo desvela es el futuro del Uruguay y su crecimiento.

Para él -que no se considera un intelectual, sino un "estudiante permanente"- el intelectual debe buscar, permanentemente, teorías que se expresan en prácticas, y viceversa, y, de este modo, generar conocimiento y bienestar. Según Pascale, en los tiempos contemporáneos, los intelectuales no deben estar encerrados en la academia investigando, sino que también deben poseer la capacidad de aplicar estas "nuevas teorías" que crean.

El expresidente del Banco Central sostiene que Sanguinetti, como mandatario en coyunturas complejas desde el punto de vista institucional y económico, logró "aplicar esas teorías" en la realidad.

"Fue un hombre ideal para aquellos momentos" críticos que enfrentaba Uruguay, concluye Pascale en entrevista con El Observador.

Presidentes cultos e intelectuales de economía

¿Cómo se plasma la intelectualidad en un gobierno? Los franceses, por ejemplo, suelen votar perfiles políticos de nivel intelectual elevado en términos generales, de formación filosófica o política, como Mitterrand o Macron, dice Sanguinetti. En Estados Unidos, los perfiles de los presidentes no suelen ser intelectuales, sino de políticos que intentan representar al ciudadano común.

¿Y en Uruguay?

"En nuestro país, tuvimos una etapa en que la escena estuvo dominada por las figuras caudillescas, a la cual siempre acompañaron intelectuales: los llamamos doctores, que fueron extraordinariamente brillantes. Luego vinieron los presidentes con formación intelectual. Julio Herrera y Obes, más romántico, o Batlle y Ordóñez, más bien filosófico. Pero todos siempre fueron personas de elevada formación. Y todos recurrieron a figuras, o todos recurrimos, en determinados momentos, a figuras intelectuales para la constitución de nuestros gobiernos".

En su caso, el dos veces presidente -que no se autodefine como intelectual, aunque coquetea con la idea- explicó que no siempre era posible reunirse con intelectuales -la rutina era feroz- a la hora de tomar decisiones en el gobierno. No obstante, Sanguinetti pone en relieve la importancia de tener a estas figuras cerca.

"Los problemas del gobierno siempre están normalmente referidos. En cuanto a los temas de la Educación y de la Cultura, siempre me asenté en figuras como Adela Reta, que fue una prominente académica del Derecho. Y después en figuras como las que ya he señalado: Solaria, Rama, Daniel Vidart, con el cual le hablé muchas veces. Era amigo de Vidart también".

Cuando se trata de gobierno, hasta en lo económico y lo social pueden resaltar figuras intelectuales.

Tanto su segundo ministro de Economía y Finanzas (1995-200), Luis Mosca, como el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) de sus gobiernos y el de Jorge Batlle (1985-1990;1995-2005), Ariel Davrieux, y Pascale tuvieron un rol protagónico en las decisiones económicas de los años en que gobernó Sanguinetti.

Pascale dice que Sanguinetti, como primer mandatario, permitía actuar a quienes conocían de las diferentes áreas que hacen al Estado. En su caso, señaló que la baja de la inflación y la reforma jubilatoria fueron dos de los hitos más importantes de los gobiernos de Sanguinetti, en los que él, como economista e intelectual, contribuyó.

La importancia de figuras como Pascale y Davrieux en estos gobiernos colorados fue fundamental, porque el fuerte de ciertos líderes como Sanguinetti -o como del blanco Luis Alberto Lacalle Herrera- "no era la Economía", puntualiza el intelectual nacionalista Ignacio de Posadas. A su criterio, las figuras presidenciables de esa generación -salvo Jorge Batlle- se sentían más cómodos buceando en aguas de la historia.

Definido por intelectuales

El colorado dos veces presidente, cuya vida estuvo poblada por el intercambio entre intelectuales y artistas, prefiere autodefinirse como periodista, aunque la sociedad seguirá viéndolo como un político -es el secretario general del Partido Colorado- y el espectro político coincide en que, por encima de todo, es un intelectual.

Y el propio Sanguinetti, cada tanto, echa mano al filósofo español José Ortega y Gasset para definir y perfilar sus propias decisiones: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo".




Domingo de esperanza, domingo de Coalición
Votando colorado
Julio María Sanguinetti
Sanguinetti recibió el premio rioplatense
Ay Pepe...
El retorno de la improvisación
Unos sí, otros no…
El delirio de Carrera
Horas extras compañeras
Fuego cruzado sobre ANCAP
Tomás Laguna
Una oportunidad divina: segundo acto
Jonás Bergstein
La dignidad del Gavilán
Susana Toricez
La guerra contra el olvido: escrituras y resistencia en Venezuela
La “teología del pueblo” del papa Francisco
La marca indeleble del infantilismo político
La batalla en Odesa, Ucrania, es por su herencia multicultural
Frases Célebres 1034
Inicio - Con Firma - Ediciones Anteriores - Staff Facebook
Copyright © 2024 Correo de los Viernes.