Renta básica y otros espejismos

Por Luis Hierro López

Con motivo de la celebración de los trabajadores, desde ámbitos diversos se propusieron la jornada de seis horas, la renta básica y otras conquistas de esa índole. Pero antes la sociedad tiene que calibrar otra vez sus valores y sus grandes orientaciones.

La evocación del 1ero de Mayo trajo consigo, además de las diatribas internacionales del Pit-Cnt, reclamos políticos en torno a la renta básica universal, la jornada de seis horas y otras propuestas similares. La senadora Topolanski fue de las primeras en hablar a favor de la renta básica, tratando de adueñarse de una idea que, como se sabe, se ha planteado en varios países aunque en ninguno se ha aplicado hasta ahora. En Suiza, incluso, se la rechazó en un plebiscito.

Algunos compañeros colorados también asumen esa idea. Un joven columnista habla de ella en esa edición de Correo de los Viernes, acompañándola de una reducción de las horas obligatorias de trabajo y del aguinaldo a los pasivos. Otros ciudadanos colorados juntan firmas para impulsar la causal jubilatoria de las amas de casa.

Sin rebatir la justicia parcial que cada una de esas ideas puedan tener, lo primero que surge de su análisis general es que no se indican los financiamientos que harían viables esos propósitos, por lo que puede interpretarse que solo una suba de impuestos permitiría sostener esos beneficios. Si esa es la idea, adelantamos desde ya que lo que Uruguay necesita hoy es, por el contrario, una rebaja de impuestos, sobre todo del injusto IRPF a trabajadores y a jubilados. El impuesto a la renta personal es, además de una pesada carga, el símbolo de un castigo que desalienta la innovación y el cambio social.

Pero más allá de ese punto concreto, lo que está en juego en el debate es más de fondo: ¿qué sociedad queremos? ¿Uruguay va a seguir recorriendo el modelo socialista de los últimos años, que iguala para abajo, o va a promover una sociedad que estimule la superación personal, que premie el valor del trabajo y del estudio y que impulse la formación intelectual y moral de los jóvenes para que puedan forjarse un destino más allá de los subsidios estatales?

Ese es el tema en cuestión y esa es, me parece, la discusión que debe asumir el Batllismo, que no se reconstruirá repitiendo las fórmulas del pasado, sino que lo hará si es capaz de otear el nuevo tiempo y consagrar las ideas-fuerza del porvenir, concibiendo y construyendo una sociedad distinta a la actual. Esa es la batalla cultural e intelectual que nos convoca, porque el Batllismo no resurgirá “siguiendo la corriente”, sino planteando nuevos horizontes y perspectivas. La lucha está en las ideas, en la originalidad que tengamos para plantearlas y para generar un cambio de mentalidad, en el coraje intelectual que el partido demuestre para encarar el porvenir. Es hora de pensar más en la producción y en la productividad, en la inteligencia, en la sociedad del conocimiento. Es hora de pensar en las reformas educativas que terminen con la deserción estudiantil, con la proliferación de jóvenes Ni-Ni, con los negativos resultados en materia de comprensión lectora y manejo de las matemáticas. Es tiempo de cambios profundos en primaria y secundaria para que más jóvenes ingresen a las Facultades y terminen los estudios universitarios. Esa es la mejor política distributiva que podemos concebir para el futuro.

Es hora también de despojarnos de los excesos estatistas y paternalistas, rompiendo los círculos de las corporaciones sindicales y gremiales que ponen de rehenes al resto de los uruguayos.

Es hora de imaginar y provocar una sociedad más libre y pujante que distribuya con el sentido histórico de justicia que siempre lo hizo, pero que produzca mucho más y mejor. Y si el Batllismo se pone a la vanguardia de esa tendencia, ganando la batalla cultural y no pensando solo en la batalla electoral, habrá reconstruido su imagen y su fuerza ideológica y política.



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