Reinventando el agua tibia

Por Consuelo Pérez

En un escenario donde en términos generales el Gobierno de Coalición transita gradualmente por el camino que lo lleva paulatinamente al cumplimiento de las metas comprometidas en su programa electoral, y mientras la oposición se dedica con todas sus fuerzas y mecanismos -políticos y gremiales- a tratar de impedirlo, a la luz de que el tiempo electoral se acerca, surgen voces que intentan aglutinar desencantados, con obvios propósitos.

Por supuesto que todo partido político, independientemente de su caudal electoral o de representatividad, nos merece el mayor de los respetos, como una Democracia sana supone. Claro, entendiendo como partidos políticos a entidades de interés público creadas para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática y contribuir así a la integración de la representación nacional. Y obviamente quienes los conforman, comparten objetivos, intereses, visiones particulares y propias de la realidad, principios, valores y, en definitiva, proyectos.

Por supuesto que el concepto de partido político ha sido definido de diferentes maneras según el momento histórico y la específica realidad sociocultural, pues el mundo, y la sociedad, valgan la redundancia, son cambiantes.

Dista mucho de las guerras civiles a las que se refieren los que atacan la pertinencia y vigencia de la Coalición, y si bien cada Partido, fortalecido con los años y con la participación de muchos prohombres -en el sentido amplio- si bien mantiene sus principios, han encontrado un fin común, que se llama republicanismo, y que es ignorado por sus atacantes.

Pero ese no es el tema, como tampoco lo es el análisis de una conjunción mucho más polifacética en lo conceptual, que a la desencantada renuncia de su fundador se ha enquistado en el Frente Amplio, y que con fines estrictamente electorales ha llevado al populismo al poder, con el consiguiente desgobierno y caos. No solo aquí, la región padece en forma ignominiosa metodologías semejantes.

Por supuesto que hay desengañados en esa coalición de "izquierda" otrora principista, sobre todo entre los septuagenarios fundadores, que han dedicado su vida a algo que los defraudó. Es muy difícil, suponemos, admitirlo. Aunque nunca es tarde. También los hay jóvenes, faltaría más...

Y está el desencantado de los "partidos tradicionales" que nunca se ha comprometido demasiado, y que hoy, redes sociales mediante, encuentra el terreno para expresar su impotencia creativa y su descontento, sin siquiera pensar que quizá sea con él mismo.

Los Partidos trascienden a las personas, y si no nos gusta algo en el Partido que entendemos representa nuestra visión de la sociedad, toda persona puede tomar la posta. Claro, capacidad y trabajo son imprescindibles.

Y es por eso que culpar -en el partido que sea- a los reconocidos líderes como escollos de crecimiento a los "jóvenes" que dicen no encuentra lugar, es una forma patética de mediocridad, incapacidad, y falta de confianza.

Por supuesto que todo lo dicho, en forma sanguínea, no se puede demostrar, y que el amable lector puede calificar de simplista este modesto análisis, que asumimos es casi de amigos en una charla.

Pero hemos visto con tristeza -y no es necesario mencionar personas- como se "está gestando" una especie de partido político. Y quizá haya más. Sin programa, sin intenciones de tenerlo, sin decir cuál es su fin, más que el de aglutinar o "arriar" descontentos. Manifiestan que no pedirán su ingreso al frenteampliopitcnt. Claro, no entendemos la infantil aclaración.

Porque en una segunda vuelta seguramente no votarán a la "derecha oligarca" y dejarán libre a su rebaño. Con la marca puesta.

Nuestro sistema político no merece faltas de respeto como ésta, y tantas otras, que oportunistas, por intereses propios o de sus amos encubiertos, trasladan a los medios, en la caza de desprevenidos ofuscados.

Se dice incluso que es para rellenar "la grieta", que todos sabemos quién creó y riega.

Pero esa grieta se llena con compromiso genuino, desde el gobierno -sobran las ofertas- y desde la oposición, donde sobra la dinamita.

No se "llena" con agua tibia...

Que además se inventó hace mucho, suponemos...




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