Edición Nº 1043 - Viernes 11 de julio de 2025

Quieren parecerse al batllismo

Por Luis Hierro López

El Batllismo y el Frente Amplio son muy diferentes, pese a que varios dirigentes frentistas quieren asimilarse y sostienen que hoy ocupan su lugar. Sin embargo, hay enormes distancias entre ambos modelos, sostuvo el ex Vicepresidente Luis Hierro López en una columna de opinón publicada en El Observador, que aquí reproducimos.
Varios dirigentes oficialistas han dicho en los últimos días que el Frente Amplio es, por su actual legislación social y su intención de proteger a los más débiles, la sustitución o la continuación del batllismo. El periodista Leonardo Pereira indicó hace pocos días en estas páginas que hay un "batllismo tricolor" (1), así como Luis Eduardo González aseguró que hoy el Frente Amplio ocupa en el imaginario colectivo el lugar que en su momento tuvo el primer batllismo.
No deseo rebatir las opiniones de los periodistas o analistas, sino las de los políticos frentistas, que desean ahora construir una nueva ficción.
La consigna en boga es que el Partido Colorado abandonó el ideario batllista y que ahora el Frente representa esas orientaciones. Desde un signo ideológico contrario, Ramón Díaz sostuvo hace un tiempo que el Frente se inspira en don Pepe. Es interesante ver que desde ambos lados se menciona al batllismo, el gran culpable, al que hay que imitar o derogar. En respuesta a Ramón Díaz, mencioné en artículos publicados en este diario (2) que la negación de la lucha de clases por parte de Batlle y Ordóñez fue, nada menos, una de las principales discordancias entre el batllismo y el socialismo. Ahora deseo resumir otras divergencias muy evidentes.
La construcción del futuro
Las leyes sociales y humanitarias del batllismo se adelantaron a su tiempo y contribuyeron decisivamente a modelar un país distinto. Desde la abolición de la pena de muerte al divorcio y a la ley de ocho horas, hay una larga lista de conquistas que en su mayoría no eran reclamadas por la sociedad y, en muchos casos, eran fuertemente rechazadas y tuvieron que imponerse venciendo enormes obstáculos.
Como señaló con acierto Tomás Linn en una columna de Búsqueda, el 8 de agosto pasado, los cambios que se viven actualmente en Uruguay vienen de la sociedad más que del gobierno. Al analizar las leyes sobre matrimonio igualitario, legalización de la marihuana y aborto, Linn indicó que "no son cambios políticos; no responden a la visión de un partido que desde el gobierno presiona para imponer su programa. Más bien son profundos cambios que se gestan desde hace tiempo dentro de las sociedades y ahora empiezan a concretarse".
Educación, educación, educación...
Otra cuestión principal es la distancia abismal respecto a cómo encarar la enseñanza.
En 1908 la mitad de la población era analfabeta y veníamos del proceso fratricida de las guerras civiles. Había que construir una nueva civilización basada en la convivencia democrática y en el voto. Entre 1900 y 1911, la matrícula de Primaria pasó de 52.474 alumnos a 102.582 y entre 1900 y 1910, la matrícula de Secundaria pasó de 855 a 4.756, cinco veces más.
Se puso en marcha el más ambicioso proyecto de construcción de locales, duplicándose las escuelas, ya que había 197 y se instalaron 200 más. Se crearon los liceos departamentales. Se concretó en los hechos la gratuidad de la enseñanza, proclamada hasta entonces pero no efectiva. Y se iniciaron los cursos para mujeres.
No es necesario abundar sobre los fracasos actuales para advertir las diferencias.
Humanismo y populismo
La reforma intelectual y cultural de la sociedad que el batllismo promovió a través de la educación da cuenta, también, de las diferencias sobre el asistencialismo de un tiempo y del otro. No hay duda de que el batllismo protegió a los más débiles, fue benefactor y "paternalista", pero no se quedó en eso, sino que apuntó a una reducción integral de los problemas de desigualdad.
Aunque hay autores como Carlos Zubillaga que sostienen que el primer batllismo era un populismo (3), tanto por su apuesta educativa como por su sentido estrictamente democrático, el batllismo no fue ni es un populismo. Son claras las diferencias con el actual asistencialismo, que recién ahora intenta promover algunas contrapartidas, pero cuando ya sentó las bases de un sistema clientelar y benefactor sin forjar la igualdad de oportunidades y la equidad en sentido completo, lo que incluye necesariamente la superación de las personas a través precisamente de la educación.
El humanismo batllista se basa en la convicción de que cada persona tiene la responsabilidad respecto a su futuro, según resaltaba Roberto Andreón (4), por lo que procuró que los hombres fueran más independientes desde el punto de vista intelectual para realizar su destino. Claramente, no es ese el proyecto frenteamplista, no lo es en sus programas sociales asistencialistas ni lo es por su carencia de una propuesta educativa.
El batllismo propuso igualar hacia arriba, abriendo las oportunidades laborales, educativas y profesionales para que las personas ascendieran social y moralmente, lo contrario a lo que hoy ocurre.
Las libertades, siempre
El batllismo estuvo siempre a favor de la democracia y de la libertad, en toda circunstancia. ¿Pueden decir eso quienes hoy intentan imitarlo, que apoyaron y apoyan dictaduras y atentaron aquí contra la legalidad?
Las diferencias son claras y definitivas. Por parte del batllismo, negación de la lucha de clases dado que provoca la confrontación social; leyes que se adelantaron a su tiempo; reforma de la sociedad y de las mentalidades a través de la educación; humanismo que pone énfasis en la libertad intelectual y en la dignidad de cada hombre; amor por las libertades en toda circunstancia. No es posible que se insista con la comparación. 
(1). Noticia en El Observador. http://www.elobservador.com.uy/noticia/264161/el-batllismo-tricolor/

(2). Ramón Díaz sostuvo en 2006 que el Frente se inspira en el batllismo. Rebatí su interpretación en notas publicadas en estas páginas el 8 de mayo y el 4 de junio de ese año.

(3). "El batllismo, una experiencia populista", Carlos Zubillaga en Cuadernos del Claeh, no 27, 1983.

(4). Humanismo batllista, Roberto Andreón, Arca, 1996.



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