¡Qué bajo hemos caído!

Por Julio Aguiar Carrasco

La complicidad del gobierno uruguayo con Venezuela sólo podría explicarse por intereses escondidos que nada tienen que ver con el interés del país

El 9 de abril de 1949, se reunía en el Ateneo de Montevideo (su sede), la Junta Interamericana de Defensa de la Democracia.

Esa noche, hablaron, su presidente, Juan Andrés Ramírez, los doctores Alfredo Palacios, Gustavo Gallinal, Emilio Frugoni, Ernesto Sanmartino, Eduardo Rodríguez Larreta, Dardo Regules, etc.

Se recibieron mensajes de Vaz Ferreira, Rómulo Bentancourt y Rómulo Gallegos.

Cuando nadie lo esperaba, se hizo presente el propio presidente de la República, don Luis Batlle Berres, quien hizo uso de la palabra, en forma inmediata, para luego retirarse.

Aquella no era un época fácil. Perón en la Argentina, el inicio de la Guerra fría, un mundo que comenzaba a cambiar a pasos agigantados, etc.

Sin embargo, siempre hubo en Luis Batlle una preocupación puntual, casi obsesiva: la defensa de la República y de la Democracia.

Los tiempos han cambiado: ¡si habrán cambiado!. Y para mal, lastimosamente mal.

Los uruguayos todos pagamos, una vez sí y otra también, las profundas divisiones del Frente Amplio. Hay varios ejemplos notorios, pero el de Venezuela roza con la vergüenza.

Que Venezuela es una democracia, que no lo es; que las elecciones son libres, que no lo son; que la culpa de todo la tiene Estados Unidos (faltaba más) que se quiere quedar con el petróleo venezolano (Estados Unidos ya se autoabastece de petróleo) y es el único comprador del mismo, etc.

Como los cubanos están detrás de Maduro y la mafia de coroneles venezolanos, el respaldo de los radicales se vuelve imprescindible.

Estas abismales diferencias en la interna del Frente Amplio han quedado en evidencia, una vez más, en la reunión cumbre realizada en Perú, la semana pasada. Cuando se reunió el Grupo de Lima, que trata justamente la situación venezolana, se planteó emitir un comunicado aparte, de condena al régimen venezolano, por realizar unas elecciones fraudulentas, el 20 de mayo próximo.

Catorce países votaron a favor de la declaración, de que las elecciones fuesen “democráticas, transparentes y creíbles”: no parece ser una exigencia exagerada. Sin embargo, tres países lo hicieron en contra, Bolivia, Ecuador y el Uruguay.

Tomar estas posturas quedando relegados, en minoría y votando con gobiernos populistas, nos hacen un flaco favor. En el prestigio del Uruguay y también en nuestros intereses, porque en el mundo de hoy nadie sobrevive solo.

A esta altura, nadie puede sostener, racionalmente, que Venezuela es una democracia. Esto es cinismo por la desesperación de que el populismo, felizmente, desaparece en el Continente.

Lo de Venezuela no se trata de derechas o izquierdas: es una dictadura, lisa y llanamente. Usan la mentira, son pésimos en la administración, acabaron con las libertades públicas y los derechos humanos y se han robado todo. ¡No tienen comida ni medicamentos y solo pueden exportar el 30% del petróleo por falta de mantenimiento de los equipos!

El Uruguay es un país pequeño, sin peso económico ni militar. Entres dos gigantes con historias tan diferentes, nosotros siempre nos caracterizamos por nuestra seriedad, educación y generalmente una postura mundial ajustada a derecho. Cuando retornó la democracia, el presidente Sanguinetti promovió Enrique Iglesias, nacionalista, para ser el nuevo Canciller.

Entre ambos colocaron nuevamente a Uruguay en el mundo. Y lo hicieron retornando a nuestras raíces, aquellas que nos habían dado un enorme prestigio.

Un hombre brillante como Iglesias, impulsó una política de Estado en esta materia, para incorporar, entre otros, la visión valiosa de un hombre como Wilson Ferreira.

Hoy dominan el FA, los radicales, Sendic, Mujica y los comunistas.

Un millón de venezolanos ya han emigrado a Colombia, Brasil, Chile y hasta el Uruguay. ¡Está todo dicho! ¿O acaso son agentes de la CIA?

¿Por qué la gente del Frente Amplio no le pregunta a algún venezolano que anda en la vuelta en el Uruguay, las razones por las cuales vinieron para acá dejando a su familia, amigos, etc.?.

Nada más fácil, nada más evidente. Yo lo he hecho, pero claro, no tengo ningún negocio a medias y a escondidas con Maduro y su mafia. ¡No tengo una necesidad estratégica, sino humana!



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