Primera lectura de la “primaria”

Por Julio María Sanguinetti

Ante todo, del domingo emerge un mensaje de búsqueda de una nueva generación. En el Partido Nacional ha sido un terremoto, con la clara victoria de Luis Lacalle Pou, a quien las encuestadoras tradicionales no vieron ni por las tapas.  En el Partido Colorado, que vota bien en sus dos vertientes, ha sido una ratificación de Bordaberry y Amorín, que ya representaban a la nueva generación. En el Frente Amplio el mensaje también es clarísimo: Vázquez no entusiasma y por eso el Frente convoca a mucha menos gente que el Partido Nacional, al tiempo que , en la interna, da el batacazo Sendic, imponiéndose ampliamente sobre el MPP, el socialismo y el  astorismo.

En otro orden, mucho se habla sobre la baja concurrencia. No es extraño. En el mundo entero, la ciudadanía politizada y comprometida cada vez es menos. Abandonar el actual sistema, sin embargo, es recaer en el histórico reproche a las cúpulas partidarias, que resolvían todo en las alturas, sin abrir espacios a la participación renovadora. Hoy todo el mundo tiene posibilidades y nadie puede quejarse. En cualquier caso, es interesante señalar que el Frente Amplio perdió 120 mil votos sobre la interna anterior y que, en vez del 41 %, fue solo el 31%; el Partido Nacional 56 mil menos y de 46% pasó a 41%, mientras que el Partido Colorado es el único que creció en votos  y en porcentaje (de 11,9% a 13,8%).

No creemos, sin embargo, que haya que disponer el voto obligatorio en esa instancia. Por más que políticamente es importante, no supone un ejercicio del gobierno por la ciudadanía, integrante del órgano máximo de la democracia, que es el cuerpo electoral. La elección nacional sí que ha de ser obligatoria, porque el ciudadano no solo es el titular de derechos sino que integra ese órgano, el único que puede ratificar normas constitucionales, derogar leyes en referéndum o elegir el parlamento y el ejecutivo, acto mayor de la organización institucional. La “primaria” es otra cosa, una instancia previa. Convoca libremente a quienes  desean participar en la presentación de candidaturas, pero no es aún el ejercicio efectivo y real del poder público.

En cuanto a los partidos, era ya notorio que el Partido Nacional convocaría mayoritariamente, dada la paridad de fuerzas que se enfrentaban.  Lo mismo pasó en la elección anterior. El triunfo de Lacalle abre una perspectiva inesperada en la conducción nacionalista. Al mismo tiempo, relega momentáneamente a un Larrañaga, que sigue siendo una fuerza muy importante y será decisivo a la hora de mirar hacia octubre. Su presencia será tan importante como la de Lacalle, porque éste vive la euforia de sus partidarios, mientras “el guapo” es el único que puede mantener la fidelidad del electorado que le siguió y que no deja de ser casi la mitad.

En el Frente Amplio se ha visto a un Vázquez jugado a la imagen presidencial. Pretende ubicarse por encima de todos. No debate con nadie y su final ha sido un discurso formal con la liturgia de iniciación de un gobierno. Frente a los jóvenes blancos y colorados presuntamente inexperientes,  él exhibe su veteranía y oficio, la seguridad de un Presidente ya probado, que superó la prueba sin accidentes.  Es claramente una apuesta conservadora que, por el momento, lejos de mostrar brillo, acusa una rotunda opacidad. Su escasa convocatoria dice mucho: han votado 120 mil frentistas menos que en 2009. Por aparte, el MPP y su autocandidata , la Senadora Topolansky, han quedado  afeitados y sin visita.

El Partido Colorado continúa ratificando su presencia como factor decisivo, incluso mejorando su desempeño anterior. Los liderazgos están afirmados y las dos tendencias pueden competir ahora, por debajo de la fórmula, en listas al Senado con posibilidades ciertas. En el crecimiento colorado se destacan la notable elección de Salto, donde sube 7 mil votos sobre la interna anterior, 5 mil aumenta Rivera y 4 mil Canelones.

Por cierto, es muy importante que Bordaberry pueda abrir el espectro lo más posible, para dar aliento equivalente a todos y cada uno. Como dijo en la noche del domingo en la Casa del Partido, él no quiere unanimidades aunque sí unidad. Todos los partidos, hoy en día, precisan esa sumatoria. Los partidos fundacionales siempre actuaron así y el Frente Amplio, que antes jugaba más como “frente”, como ”emoción de unidad”, ahora vive —y sufre— la lógica de las agrupaciones, donde en este instante hay un ganador y varios perdedores. El astorismo vuelve a encogerse y la Vertiente Artiguista apunta a desaparecer. Vázquez  juega ahora de “Astori”, como carta de moderación para conservar ese voto de clase media que no acepta los radicalismos. Por lo  mismo empieza su sangría por  izquierda, que ya se empezó a registrar y está por verse que sea convincente para los otros. Por el momento, se observa lo contrario, porque el hiperformal discurso de la noche del domingo es un catálogo de promesas claramente incumplibles, tan incumplibles como la famosa rebaja del IVA con la cual se ha pasado remoloneando cinco años todo el gobierno, pese a que nos encajaron el baño de plomo del IRPF.

Personalmente pienso que Bordaberry, candidato de buen “tirón” popular como dicen los españoles, debe abrir el espectro incluso hacia afuera de los márgenes partidarios. El crecimiento, necesariamente, debe estar en la periferia más que en el núcleo adicto.

Los dos partidos históricos pueden rebasar claramente el 50% de la votación de octubre. Así lo están diciendo las actuales encuestas y lo sugiere el muestreo del domingo. Todo depende entonces de la campaña. En la última elección, el Frente Amplio, con un 48%, obtuvo la mayoría del Parlamento pero tuvo que ir a la segunda vuelta, que ganó. Si hoy fuera la elección, esa mayoría absoluta claramente la obtendrían colorados y blancos, con grandes perspectivas por lo mismo para ganar en la segunda vuelta. Los candidatos tienen así, por delante, un enorme desafío a encarar. Dependerá de su discurso, de su personalidad, de su imagen, de que encarnen —con confiabilidad— la voluntad de cambio que notoriamente alienta en la ciudadanía.



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