Por suerte nace, pero nace mal
Por Julio María Sanguinetti
La Universidad Tecnológica está a punto de nacer y es una buena noticia. Desgraciadamente, nace mal, en condiciones bastante negativas.
Lo bueno es que se continúe descentralizando nuestro sistema educativo. Ya lo comenzó la Universidad de la República, con un fuerte desarrollo en Salto y Paysandú, que incluso ha incentivado la instalación de importantes centros privados. Lo mismo pasó con la formación docente en Secundaria, a través de la creación de los CERP, en la reforma de 1995, tan combatida en su momento y hoy tan reconocida aun por sus adversarios.
Las dudas sobre el éxito de su misión son, sin embargo, muy grandes.
La primera gran salvedad es que se repite el esquema de poder de la Universidad de la República, o sea la famosa estructura corporativa que ha hecho de nuestro centro universitario mayor un órgano inoperativo y politizado, que —en perspectiva histórica— ha hecho un inmenso daño. Es notorio el desbalance que se da entres los tres órdenes, con unas gremiales estudiantiles dedicadas a mantener la Universidad en el mundo de la revolución y no de la democracia y el mundo liberal en que estamos. ¿No reproduciremos eso en el interior? Tanto que se habla de burocracias y de falta de practicidad, ¿alguien cree que este es el mejor sistema, cuando la experiencia es que se entremezclan política, ideología y administración?
Esto ha llevado a que no haya existido unanimidad y que muchos legisladores colorados votaran en contra de la iniciativa en la Cámara de Diputados.
La segunda refiere a los fines específicos de esta universidad. ¿Cuál será su ubicación en el sistema de formación? Por un lado, la UTU ha llegado a la enseñanza terciaria a través de sus exitosos bachilleratos tecnológicos, hijos también de la reforma de 1995, que no sólo están en Montevideo. Por otro lado, las Facultades de Ingeniería y Química de la Universidad de la República forman profesionales en áreas tecnológicas. ¿En qué lugar de la formación se ubicaría entonces esta universidad? No se ha definido adecuadamente, a consecuencia del modo atropellado en que se creó. Ha faltado análisis, estudio, oír opiniones.
Una tercera objeción, muy importante, es la que refiere a la real posibilidad de contar con profesores de la jerarquía necesaria para alcanzar un nivel de calidad, tal cual se sueña. Sería lamentable que esta universidad no alcanzara la madurez y el nivel imprescindibles. Por eso la elección del lugar no es un mero tema de simpatías o de ir a aquel departamento al que se vea más huérfano, porque es el que menos condiciones puede ofrecer.
Es una lástima que una institución tan importante nazca de este modo. ¿Por qué el Senado no se da tiempo y reestudia el tema seriamente? ¿No sería bueno procurar un consenso mayor y un análisis más en profundidad?
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