Edición Nº 1032 - Viernes 25 de abril de 2025

¿Por qué no al reciclaje del Banco República?

Por Julio María Sanguinetti

El Banco de la República, al impulso personal de su Presidente, ha seguido adelante con el proyecto de construir un nuevo edificio en el predio contiguo a su edificio clásico, donde sobreviven los restos del Apostadero Naval de Montevideo, institución fundacional en un país como el nuestro, que fue construyendo su identidad en torno a la afirmación de su puerto.

En su momento (2009), el Banco dispuso realizar una investigación arqueológica en esa manzana comprendida entre las calles Zabala, Piedras, Sois y Rambla 25 de agosto. Ello dio lugar a un trabajo importante que ubicó con exactitud restos del llamado Barracón de la Marina, la Atarazana y Aduana Antigua de Montevideo. Son construcciones originarias del siglo XVIII, que incluyen también rastros del Hospital de la Marina y sufrieron a lo largo del tiempo, modificaciones y reutilizaciones variadas. Hasta el Correo estuvo instalado en el único edificio actualmente restaurado.

Todo el conjunto de la manzana fue declarado monumento histórico en 1984, ampliando una declaración anterior que solo se había limitado al Barracón y la Aduana.

En el período de gobierno anterior, el Presidente del Banco presentó el proyecto de construir en el predio un estacionamiento para el Banco y dos torres para oficinas. Muy criticada la idea, el Presidente Vázquez la dejó en suspenso. Los argumentos críticos versaban sobre el monto exagerado de la inversión, que entonces se estimaba en 40 millones de dólares y hoy en 50. No es una razón despreciable, por cierto, pero tanto o más importante es analizar el tema desde el ángulo del patrimonio histórico nacional.

Pese a la suspensión referida, se realizó un concurso de Arquitectura, en el que se adjudicó el premio principal a un proyecto de los arquitectos Baptista Vedia, Baptista Acerenza y Flora. 67 fueron los trabajos presentados, lo que da idea del interés que naturalmente despertó en el mundo de la arquitectura.

Retomada la iniciativa por el Presidente del Banco de la República, no ha tenido oposición del Presidente Mujica y ahora se anuncia un llamado para la construcción de esa nueva sede sobre la base del proyecto elegido.

Nos parece harto discutible que en una época en que la actividad bancaria se ha descentralizado y automatizado, se requiera más superficie para oficinas. El Banco ha desarrollado ampliamente su sucursal 19 de junio pero ya posee en la Ciudad Vieja otros locales que ha adquirido. Más allá de esa posible discusión, lo peor es el abandono del edifico histórico, proyectado por el arquitecto italiano Veltroni, una de las joyas de la arquitectura de la época y un lugar más que histórico de nuestra vida financiera.

Los argumentos sobre la falta de funcionalidad del edificio son realmente frágiles. Ese enorme atrio permite cualquier refuncionalización. Es un espacio de grandes dimensiones, donde todo es posible. Europa ofrece ejemplos notables en ese sentido. Pensemos en la estación de ferrocarril del Quai d’Orsay, en París, transformada en museo por la arquitecta italiana Gae Aulenti, para advertir cómo un lugar parecido al del Banco de la República se puede adaptar y reutilizar para usos contemporáneos. La idea de que hoy la atención bancaria no es masiva sino más personal puede realmente reflejarse de modo notable en un reciclaje que también sería un magnífico desafío para nuestros arquitectos, como lo fueron, por ejemplo, los centros culturales de España y México, refundados por el arquitecto Lorente Mourelle. Desde hace algunos años, esta es una de las tendencias más progresistas de la arquitectura contemporánea, que aúna la preservación histórica con el desafío de la actualidad.

No todo lo antiguo puede ser museo. Es imposible. Cuesta mucho dinero y mata a las ciudades históricas. Mantener vivos esos monumentos históricos es un deber de las sociedades. La riqueza arquitectónica y constructiva del clásico edificio del Banco no puede ser relegada, tal cual se piensa hacer, a actividades culturales para las que no ofrecerá adecuado escenario.

No discutimos los valores arquitectónicos del proyecto que se lleva adelante. Lo eligió un jurado de categoría. Lo que sí discutimos es cómo quedarían los viejos edificios coloniales, encerrados en medio de una amplia estructura moderna, que los va a envolver, sin la preservación de una atmósfera histórica adecuada. Construir los estacionamientos subterráneos que se reclamaban, restaurar o preservar —en su caso— las construcciones históricas, valorizar la investigación arqueológica ya realizada, en medio de un adecuado enjardinado, podía haber sido una magnifica realización. También un hermoso desafío para arquitectos, si se piensa en lo que sería el trabajo sobre la vieja estructura, a la que podría vincularse.

Realmente no comprendemos cómo no se intentó el reciclaje del viejo edificio, cuando el banco se ha ido desparramando por otros de la Ciudad Vieja. O sea que, por un lado, se ocupan otros locales y, por otro, se abandona el emblemático.

A esta altura nada ni nadie parece detener al Banco de la República. El Presidente bien podría imponer una pausa de reflexión y abrir una discusión más amplia y seria. En todo caso, es imprescindible pensar que los ricos ambientes del edificio histórico sigan viviendo, que no yazgan vacíos como testimonio nostálgico de un pasado congelado, que nos desafía con el sentido de grandeza de nuestros mayores.



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