Edición Nº 1032 - Viernes 25 de abril de 2025

Por qué Luis

Por Julio María Sanguinetti

Ante todo, hay que entender las reglas de juego. Como en todos los órdenes de la vida si no asumimos las coordenadas en que nos estamos moviendo, arriesgamos perdernos.

La “doble vuelta” electoral o “ballotage” tiene una lógica, que Michel Debré, el inspirador de la Constitución de Francia de 1958, que es el antecedente más directo del sistema, definió con precisa metáfora: “En la primera vuelta se vota con el corazón, en la segunda con la cabeza”. O sea que no se está cambiando de pertenencia, no se está votando a un partido,  se está eligiendo la mejor opción de dos, aquella que sintamos más cercana, que nos ofrezca más garantía que la otra.

La idea del profesor francés se completaba diciendo que en la primera se votaba con la pertenencia y en la segunda al “pariente más cercano de su familia ideológica”. Hay quienes han objetado esta idea, y hasta me la han atribuido a mí, lo que me honra porque es bien expresiva de lo que hoy vivimos: hay una familia que integramos, filosóficamente liberal, democrática, devota del Estado de Derecho, que cree en la convivencia pacifica entre los ciudadanos, que rechaza la lucha de clases como motor de la historia y repudia toda concepción totalitaria desde el socialismo marxista hasta el nacionalismo fascista.

La historia del país registra la presencia determinante del Partido Colorado o en su configuración. No hay institución republicana que no lleve de algún modo su sello. A lo largo de tantos gobiernos, hubo concordancias y discrepancias con el Partido Nacional. En el siglo XIX y hasta 1904, se dirimieron a veces por las armas, haciendo luego —siempre las paces— y mirando hacia delante. Desde entones, las lides cívicas nos han visto en largos períodos de colaboración y, en ocasiones, de confrontación, pero siempre coincidiendo en la vida republicana. Por eso estuvimos juntos en contra de la guerrilla tupamara, cuando ésta quiso derribar la democracia, del mismo modo que contra la dictadura militar. cuando efectivamente las FFAA cometieron ese trágico desvío. No así el Frente Amplio, que en su tiempo prohijó la violencia y en febrero de 1973 intentó treparse al atropello militar.

De ese Frente Amplio, entonces, nos separan esas definiciones fundamentales. Como lo hemos dicho más de una vez : la mayoría de ellos, y así lo expresa nuestro gobierno actual, está con la dictadura venezolana, cree que ella es democrática y, en esa actitud, se resume una distancia vertical. Quien no asume a Venezuela como dictadura es alguien que no cree en la libertad de expresión del pensamiento, en el Estado de Derecho o en la separación de poderes. Viven en la nostalgia del socialismo real, totalitario y fracasado. Estamos en la vereda de enfrente y lamentamos mucho, además, que ahora, gobernantes frentistas caigan en la actitud lamentable de amenazar con desestabilizaciones e intentar la siembra del temor, por su notoria influencia en la organización sindical.

De modo que, cuando apoyamos al Dr. Lacalle Pou, lo estamos votando como líder de una coalición. De un gobierno que vamos a integrar. Desde mayo del año pasado, cuando salimos al escenario electoral, estamos hablando de que el gobierno próximo no sería colorado ni blanco, sino de coalición. No pensábamos entonces que iban a surgir opciones nuevas, como la del Cabildo Abierto, más allá del Partido de la Gente, que ya procuraba ganarse un espacio, y del Partido Independiente, con varias elecciones detrás. El hecho es que si entonces era evidente la necesidad de la coalición, hoy lo es más aún.

No ha sido una construcción fácil, pero reconocemos que el Dr. Lacalle Pou ha actuado en todo este corto período con celeridad y amplitud, procurando los necesarios consensos. La declaración aprobada es un “compromiso” y si éste no refleja con exactitud el pensamiento de todos y cada uno, define un rumbo fundamental en los temas  más importantes. Ha sido un trabajo difícil pero culminado con generosidad y la flexibilidad de todos quienes compartiremos esta responsabilidad.

Más allá de partidos, Lacalle Pou y Martínez  representan ideas distintas, procedimientos diferentes, visiones profundamente encontradas de nuestro mundo contemporáneo y del futuro nacional. Un viejo colorado y batllista no puede dudar hoy, como no dudaron los nacionalistas cuando votaron a Jorge Batlle o nosotros mismos cuando lo hicimos en la pasada al mismo Dr. Lacalle que hoy, más maduro, más seguro de sí mismo, más fogueado en el batallar político. El Dr. Lacalle Pou se ha constituido, pues, en una real garantía del cambio que anhelamos.



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