Nueva etapa, viejos odios

Por Julio María Sanguinetti

El primer año de gobierno ha mostrado a un gobierno decidido, abierto, con rumbo, lo que ha permitido atravesar las dificultades que la pandemia le trajo al país, al tiempo que se trazan las líneas de acción futura, para preparar al país para salir rápidamente cuando aquella finalice. Pero este año también deja en evidencia mezquindades y sectarismos.

El 1º de marzo se inició el segundo año del gobierno de la Coalición Republicana. El Partido Colorado se siente orgulloso de haber sido activo proponente de la idea de construir esa alternativa y del esfuerzo que ha cumplido hasta hoy, contribuyendo al ejercicio del gobierno en uno de los años más difíciles de la historia nacional, sumergidos en una crisis pandémica global.

Desde la nueva oposición y algunos sectores académicos se pensaba que la coalición difícilmente pudiera encarrilarse, dadas las diferencias de perfiles y estilos de los cinco partidos firmantes del compromiso. El trámite presupuestal y la LUC mostraron su capacidad de articulación, al lograr -con aportes de todos- esas dos leyes fundamentales. Que existen diferencias entre los partidos, son notorias. Sin ir más lejos, la propuesta legislativa de Cabildo Abierto en contra de la forestación, el cambio estructural más importante de los últimos cien años, muestra una distancia significativa en un tema muy relevante. El hecho de que haya logrado su aprobación en la primera Cámara, mediante un entendimiento oportunista con la bancada del Frente Amplio, ha hecho aún más difícil el tema, pero confiamos en que predominará la continuidad de una política que han sostenido siete gobiernos de los tres partidos más importantes del país.

El discurso del Presidente, rindiendo cuenta de la gestión, fue sobrio, informativo, de talante abierto y republicano, muy reivindicativo de las libertades y del esfuerzo realizado en la aplicación de políticas sociales. El mandatario pidió disculpas por la enumeración de inversiones y realizaciones, pero no tengo duda de que fue importante hacer esa lista para que la ciudadanía tuviera una fotografía de un quehacer del que no tiene idea clara. Nadie recordará qué escuela se construyó o qué ambulancia se entregó, pero -en el conjunto- quedó clara la magnitud de realizaciones llevadas adelante en medio de tantas dificultades.

Mirando hacia este año de inesperada continuación de la pandemia, anunció algunas medidas que están en la línea de nuestro propuesta, tanto en el apoyo a las pequeñas empresas (la proclamación de los créditos del SIGA y la extensión del período de gracia por ejemplo), la atención a las personas (caso de la partida de alimentación y de asignaciones familiares) como en la inversión pública en infraestructura necesaria para la reactivación. Se trata de obras imprescindibles, no de inventos, de "antelesarena" que terminan retaceando recursos para atender los fines superiores del Estado.

Naturalmente, estamos todavía en medio de la crisis. La pandemia se ha extendido y el proceso de vacunación, ya empezado, producirá recién sus efectos en el último tramo del año, corriéndose ahora un enorme riesgo: que la población abandone sus cuidados. Está pasando en Brasil con consecuencias trágicas y hasta en Chile con resultados alarmantes. Personalmente, nos preocupa sobremanera que estemos discutiendo en los medios detalles sobre las vacunas, en que opinamos todos como si fuéramos epidemiológos, mientras se relajan los hábitos de comportamiento.

Si este año mejora la exportación, como ya se insinúa, se empieza a abatir la desocupación, aumenta la inversión privada (la pública ya está asegurada) y se logra avanzar en algunas reformas pendientes, podremos atravesar un invierno que necesariamente será más difícil que el anterior. Requiere un enorme esfuerzo de administración de los recursos disponibles, que sin duda se hará con éxito, como ha ocurrido este año. Así podremos mirar hacia el fin del año con una temporada turística renovada que será el mojón esperado que nos permita decir que se cerró esta etapa tan negativa de la humanidad.

Desgraciadamente, el país tiene que afrontar una vez más, la presencia reaccionaria, insolidaria y autoritaria de las gremiales de la educación, especialmente la Fenapes, una entidad de procedimientos fascistas inocultables. Todavía desgremializa, declara personas no gratas a autoridades (como hizo con el Prof. Robert Silva cuando representaba, por su voto, a los profesores en el Codicen) y hasta defiende los actos de proselitismo de algunos de sus afiliados rotundamente violatorios de la Constitución y las leyes. No es nada nuevo, es verdad , pero esta persistencia es alarmante. Todo es tan ridículamente contradictorio, que si se derogara la LUC caería la norma que le da a los títulos magisteriales y profesorales la calidad universitaria. El desafío es que no se paralice el esfuerzo de transformación que ya se ha iniciado. Cambió ya la estructura institucional, se crearon las Direcciones Generales, se va hacia un Plan Nacional como define la ley, están en marcha importantes experiencias pedagógicas y se fortalecen las Direcciones de los establecimientos, como primeras expresiones de ese impulso reformista. Hay que ampliarlo y profundizarlo.

La sobrevivencia de este "izquierdismo infantil", como lo dijo una vez Mujica cuando era Presidente, es un problema más grave que la simple anécdota sindical. Él llegó a decir: "Hay que juntarse y hacer m... a esos gremios, no queda otra. Ojalá logremos sacarlos del camino". Por supuesto, el camino es otro, pero ese enojo de nuestro colega es el testimonio de que no se está ante un momento sino ante una continuidad, que supone deseducar a los alumnos en materia de respeto a la ley y a la convivencia social, al tiempo que se actúa con desprecio para su necesidad de educación. Se precisan 200 días de clase, con suerte se llega a 180 y todavía se pierden en estos paros inconducentes que, obviamente, a quienes más perjudica es a los muchachos más necesitados. El tema, además, se extiende a los contenidos, porque no es ningún misterio que la historia nacional ha perdido equilibrio, para dedicarse exageradamente a la llamada "historia reciente" en una clave de parcialidad pro tupamara realmente alarmante.

Sin ciudadanos formados en la democracia, capaces de entender nuestro mundo en cambio, y preparados para insertarse en una economía que ha cambiado sus parámetros, no hay futuro. Ni para el Uruguay ni para ningún otro país. Desgraciadamente, hemos retrocedido mucho en la última década. Hay que recobrar ahora el impulso de nuestra reforma de 1995. Solo así podremos soñar con lo que vendrá.




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