Negras perspectivas para el arroz blanco

Por Tomás Laguna

La semana pasado comentamos las dificultades que encuentra el trigo para mantener su dinámica y ofrecer una alternativa viable a nuestros agricultores. También decíamos que la importancia estratégica de este cultivo está relacionada con su inserción en la rotación agrícola como cultivo “puente” entre dos cultivos de verano, situación exigida por las normativas vigentes en materia de uso de suelos, las que no permiten suelo desnudo o en barbecho.

Hoy preocupa el futuro de otro cultivo, en este caso estival y de carácter regional. Acaba de fijarse por estos días el precio a pagar a los productores por el arroz cosechado en la última zafra, y no es precisamente un valor que cubra sus expectativas. Este rubro tiene un muy particular sistema dónde el precio se acuerda entre producción e industria y rige para todos quienes remiten a estas plantas. Sin embargo este año ese acuerdo nunca fue alcanzado y el precio final se estableció en función de pautas que rigen los contratos entre los molinos y los arroceros.

El precio establecido de U$S 12,59 por bolsa (U$S 251,8/tt) es un 5% menor al del año pasado y un 2,8% inferior al de la zafra 2012 en un escenario de costos crecientes en dólares para el productor. Año a año se venía incrementando el rendimiento de indiferencia, o dicho de otra manera, el rendimiento necesario para cubrir los costos. Veamos que ocurrió este año. Si, como se informa, el promedio nacional de la última zafra fue de 8.000 kgs por há, siendo que los costos de chacra ascienden a los U$S 2.150/ ha con el precio establecido solo quienes superen ese rendimiento promedio en 538kgs, es decir, quienes obtengan un mínimo de 8.538 kgs, estarán en condiciones de cubrir costos y evitar pérdidas. El productor promedio pierde plata.

Resulta insólito que uno de los cultivos con mayor valor agregado tecnológico, con rendimientos considerados excelentes a nivel internacional, con una calidad también de reconocimiento internacional y con un valor FOB Uruguay en constante crecimiento desde el año 2009, esté en situación límite de supervivencia ante la posible decisión de los productores de ir a una opción más segura como lo es la soja. Una vez más lo que está en cuestión no es la capacidad productiva de nuestro país ni la tecnología disponible, lo que está en cuestión es la competitividad de nuestra economía para producir para el mundo, y al final solo un cultivo, la soja, con precios altos sostenidos parece tener justificación siendo que paga los mayores costos de producir en Uruguay. Por su orden de incidencia y crecimiento, mano de obra, gasoil, electricidad y fertilizantes, son los insumos que pesan en forma determinante en la continuidad del rubro.

Paradójicamente el Ministro actual de Ganadería y Agricultura fue elegido por el Presidente Mujica para ocupar la cartera por venir de un rubro con una fuerte tradición de integración producción industria. Inclusive esa integración es referencia sistemática y permanente del Presidente como solución a los desacuerdos en otras cadenas, en particular la ganadera. Sin embargo hoy esos acuerdos están cuestionados desde la propia producción, acuerdos que fijan precios asegurando márgenes a los molinos (sin duda también con costos en alza año tras años) y desentendiéndose de la rentabilidad del agricultor. No es novedad que muchos productores estén pidiendo la exportación de arroz “en pié”, es decir arroz cáscara sin procesamiento industrial. Es que cuando los precios no dan, cuando los costos de producción se disparan y el riesgo es factor decisivo en unos kilos más o menos que justifiquen el esfuerzo de producir, cuando la lucha por apropiarse de una cuota parte de la rentabilidad del negocio se vuelve factor de confrontación, en esos casos no hay acuerdos posibles y se entra en la fase de sálvese quien pueda. Son muy simpáticos los acuerdos de precio para distribuir márgenes crecientes de ganancia, si estos no existen los acuerdos se transforman en distribución de pérdidas y en estas circunstancias el romanticismo se muere.

En el caso del arroz ya no hablamos del valor estratégico de un cultivo bisagra como la referencia que hicimos del trigo, se trata de un pujante rubro con reconocimiento en el mercado internacional dónde se coloca el 95% de la cosecha obtenida. Un proceso de regresión en su área significa la expansión del área de soja y por lo tanto un paso más hacia el mono cultivo de la mano de la leguminosa reina. Por cierto proceso que no es deseable y menos perdiendo capacidades adquiridas a lo largo de tantos años tanto en la investigación nacional como en la producción.

La respuesta es una sola, revertir la permanente pérdida de competitividad de nuestra economía, acosada por el desborde de un manejo poco responsable desde la izquierda vernácula. La bonanza de los mercados internacionales para nuestros productos no será eterna y no estará en condiciones de pagar los desbordes de gobiernos populistas.



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