Mentiras recientes

Por Luis Hierro López

La historia de los últimos cincuenta años está por escribirse. Hasta ahora se basa en relatos parciales y antojadizos promovidos por los tupamaros por un lado y por los militares por el otro.

Los tupamaros, quienes como movimiento militar fracasaron rotundamente, tuvieron sin embargo la contrapartida de un triunfo político, ya que no sólo llegaron al poder a través de las elecciones, sino que impusieron su relato, según el cual hicieron una revolución para luchar contra la dictadura. Nada más ajeno a la verdad, ya que la dictadura es de 1973 y la guerrilla fue disuelta en 1972. Por eso es que algunos sectores de la izquierda radical quieren estirar el comienzo de la dictadura a 1968, para justificar esa premisa. Curiosa dictadura esa de 1968…que terminó en elecciones, las de 1971, tras las cuales se instaló en 1972 un nuevo parlamento libremente elegido.

Los militares, o sus mandos golpistas, también quisieron imponer un relato, según el cual el golpe de Estado era imprescindible para liquidar a la sedición. Sin embargo, las propias fuerzas armadas indican en sus documentos oficiales que la guerra interna terminó a mediados de 1972, instancia en la que todos –todos, sin excepción– los dirigentes de la guerrilla que se quedaron en el país estaban presos.

Lo que ocurrió después fue una insubordinación militar contra las instituciones, un golpe de Estado que abrió las puertas a la dictadura. No había, ni en febrero de 1973 ni en junio de ese año, actividad guerrillera, por lo que la persecución militar se dirigió contra los partidos políticos y contra los ciudadanos.

Se proscribieron a los principales dirigentes políticos, acusados genéricamente de dos cuestiones principales: su connivencia con la sedición y sus maniobras de corrupción. Con todo el poder de investigación a su alcance, los militares no pudieron confirmar ni una cosa ni la otra, es decir, los lazos corporativos de la dirección de los partidos con la guerrilla ni la corrupción de los dirigentes.

Ése es el fracaso histórico y político de las Fuerzas Armadas, a las que el país deben reconocerle que cumplieron con su misión al vencer militarmente a la guerrilla, pero la disolución del parlamento, la postergación de las elecciones, las proscripciones, la censura a la prensa, la muerte de presos en los cuarteles y la expropiación de todas las libertades y derechos no se justifican por ningún motivo.

Ese dramático saldo histórico nos hace preguntar: ¿para qué los militares dieron el golpe? No hay respuestas y todo se reduce a pujas y ambiciones personales y sectoriales que no tienen que ver con el interés nacional. La ruptura institucional de 1973 sigue sin explicaciones y por lo tanto, sigue en las tinieblas.

(Publicado ayer en La Prensa de Salto)



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