Más vale tarde que nunca

Por Julio María Sanguinetti

Conocemos la historia de la legalización de la marihuana en nuestro país, lanzada al voleo como idea en 2011, recién configurada como ley en 2014 y puesta efectivamente en funcionamiento sobre el filo del 2016.

En lo personal, hemos batallado periodísticamente con poco éxito hasta ahora. Docenas de artículos y declaraciones hemos dedicado a denunciar la irresponsabilidad de no enfrentar la desinformación existente sobre los daños cerebrales de la marihuana en particular y de las drogas en general. Así como todos los uruguayos tenemos claros los efectos del tabaquismo, es ínfima la conciencia social sobre el tema. Hemos llegado a un punto en que los jóvenes piensan que el cannabis es la mejor Coca Cola y los viejos que es la mejor penicilina-curalotodo.

La idea original fue quitarle mercado al comercio ilícito y asegurar mejores condiciones de salubridad para los consumidores.

A la inversa de lo pensado, el narcotráfico ha multiplicado su presencia, el consumo de marihuana se ha expandido exponencialmente, la criminalidad vinculada a drogas ha alcanzado ribetes no conocidos en el país, la propia Junta Nacional de Drogas ha detectado la caída de la percepción de riesgo sobre los consumos y la atención de los adictos ha desbordado al Estado. Los liceos están invadidos por el problema y en los lugares de trabajo avanza la problemática.

Finalmente, el Presidente ha tomado iniciativa en el asunto y mucho nos felicitamos de que así sea. No era explicable que luego de la exitosa campaña sobre reducción del tabaquismo, el Dr. Vázquez no abordara este tema, de parecido daño para la salud, pero mucho más problemático para el conjunto de la sociedad.

Días pasados reunió a la Academia de Medicina y la Junta Nacional de Drogas para que informaran sobre el estado de situación y se dispuso iniciar una investigación y una campaña informativa.

Ahora se hace imprescindible abordar masivamente la cuestión. Las primeras noticias no nos tranquilizan. No alcanza con las “ceibalitas”. Hay que involucrar a toda la sociedad, especialmente los sistemas educativo y sanitario para que se compenetren de la situación, realicen la necesaria actividad pedagógica y generen una real conciencia. No estamos arrancando de cero sino desde muy atrás. En términos futbolísticos, estamos perdiendo 3 a 0 y tenemos que remontar un resultado sumamente adverso. Erradicar la idea de la inocuidad de la marihuana costará mucho.

Hoy día el fumador sabe lo que hace. Nadie ignora el efecto cancerígeno. Los lugares se les han achicado. Los espacios públicos están protegidos. Hay una fuerte presión psicológica sobre quien fuma, que tiene que salir a la calle, fuera de su oficina o trabajo. La sociedad uruguaya tiene que lograr algo parecido con la marihuana y las drogas en general. Generar una real conciencia sobre el mal.

No pueden seguirse repitiendo las señales contradictorias que se han venido dando. Amplio espacio se ha dedicado a los usos medicinales de la planta del cannabis, confundiendo medicamentos reales, elaborados en base a la misma, con el consumo por placer o una suerte de curanderismo casero sin ningún valor científico. Mucho se ha publicitado una yerba con cannabis, una respuesta a la moda, que se difunde como si fuera un nuevo elixir. La propia actitud en las fiestas electrónicas, de ofrecer masivamente agua bajo la convicción tácita de que se van a consumir ciertas drogas con exceso, es también una suerte de complicidad.

La reacción debe ser muy amplia. Inteligente, desde ya. No se trata de salir a los palos, a derecha e izquierda, sino de realmente convencer. Los médicos y docentes son fundamentales. Los especialistas —psiquiatras, neurólogos, psicólogos— tienen que difundir el resultado de las investigaciones ya culminadas en el exterior y que son concluyentes. Los clubes deportivos, acostumbrados ya a la persecución del estimulante, pueden también contribuir de un modo muy importante. Obviamente, los mayores de las familias no pueden eludir su responsabilidad. El tema es que, si seguimos sintiéndonos “en onda”, “transgresores”, “modernos” por nuestra actitud ante las drogas, estamos perdiendo. Se trata de una batalla cultural y psicológica, cuyo objetivo final es disminuir al mínimo la demanda, logrando —en resumidas cuentas— el verdadero objetivo, el de fondo, en esta complicada situación.

El gobierno arranca tarde, pero más vale tarde que nunca. Lo que sí hay que entender es que no es con medias tintas o sutiles medidas que la generalidad no entiende, que vamos a revertir el estado. Esto tiene que ser grande, masivo, convincente, racional y emocional a la vez, porque —repitámoslo una vez más— corremos desde atrás. Muy atrás.



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