Marihuana, ¿Si o No?

Por Julio María Sanguinetti

En el Uruguay se vienen dando dos polémicas que atraviesan la opinión pública transversalmente, al punto de que en ninguno de los partidos políticos existe la unanimidad. Son esos asuntos en que los argumentos científicos y los razonamientos éticos se entrecruzan para generar verdaderos laberintos del razonamiento.

Uno de ellos refiere a un llevado y traído proyecto de despenalización del aborto y otro —al cual queremos comentar en esta nota— que establece a favor del Estado un monopolio de producción, comercialización, distribución, importación y exportación de marihuana.

Cabe señalar que el consumo como tal no está en Uruguay penado legalmente, como lo está en cambio la producción y comercialización del celebérrimo cannabis. El Presidente Mujica, en una de sus ocurrencias habituales lanzó un día la idea de que el Estado proveyera de la droga a los jóvenes, para intentar reducir la adicción al “paco”, o “pasta base” de cocaína. Ese argumento inicial se derrumbó enseguida, porque los científicos afirmaron que de marihuana a pasta base era muy posible el tránsito, pero nunca a la inversa, dada la naturaleza contrapuesta y la diferente intensidad de ambas drogas.

El Presidente fue agregando notas curiosas a su idea, como que el Estado plantara la cannabis, que lo hiciera en predios del Ejército y hasta que se realizara un registro de consumidores a quienes se les proveería una cantidad razonable, “para sacarle el negocio a los narcos”. En ese ir y venir de extravagantes declaraciones, llegó a decir que 20 “porros” no estaba mal, pero si algún muchacho quería más de 30 había que negárselos… Quedó claro que fue una idea lanzada al voleo, sin estudio alguno. El Presidente dijo que si no contaba con un apoyo del 60% se “iba al mazo”, pero cuando las encuestas mostraron un fuerte rechazo en la opinión, contradictoriamente mandó un proyecto de ley estableciendo un genérico monopolio estatal.

Los partidos de oposición en general se han mostrado contrarios a la iniciativa, pero ahora se ha dividido el partido de gobierno, cuando el propio ex Presidente Dr. Vázquez, socialista, paladín de una muy fuerte campaña contra el tabaco, ha emitido una opinión crítica, mostrando los daños probados del consumo de marihuana.

Lamentablemente, gente seria del mundo internacional que desea discutir la legalización de la marihuana, ha aludido favorablemente a la propuesta de Mujica, sin conocer el frangollo en que está envuelta. Nos referimos, por ejemplo, a nuestros admirados amigos Mario Vargas Llosa y Fernando Henrique Cardoso. Es más, en Uruguay mismo, ha provocado ya un gran desánimo en quienes están en esa posición porque advierten que el tema, planteado como ha sido, se ha alejado de un debate en serio y provoca en la opinión pública un rechazo inequívoco. Hasta los farmacéuticos, aludidos por el Presidente como posibles vendedores de la droga, han expresado su repudio a ser agentes de tal comercio.

Lo único de bueno del intempestivo planteo es que ha puesto en relieve la información que en el mundo hoy se está dando sobre la peligrosidad de la marihuana. Pasa como de algún modo ocurrió con el tabaco, del cual hace cincuenta años nadie tenía la menor idea de su efecto cancerígeno y hoy, con evidencias científicas, está clara su acción dañina. La marihuana, mirada con benevolencia durante demasiado tiempo, ahora ha perdido esa condición, cuando las experiencias científicas —realizadas con perspectivas de años— muestran sus efectos devastadores sobre la inteligencia y memoria. Recientemente se ha publicado una investigación, llevada a cabo por científicos neozelandeses a lo largo de veinte años (Academia Americana de Ciencias on line, 27 de agosto de 2012) que demuestra pérdidas de hasta 8 puntos en el coeficiente de inteligencia, por jóvenes que adquirieron el hábito antes de los 18 años. La conclusión no ha llamado la atención habida cuenta de las comprobaciones ya realizadas sobre pérdidas de memoria y atención, que han llevado a que países como Gran Bretaña calificaran a la marihuana de “droga dura”. “Le Monde” (15 de setiembre de 2012) publica, en ese sentido, un informe con testimonios concluyentes sobre el daño de su consumo.

Naturalmente, es muy difícil hoy una campaña de prevención cuando por tantos años se la ha tratado con indulgencia, pero está claro que es irresponsable seguir manteniendo ese clima de permisividad. Tanto con el tabaco como con el alcohol se vienen tomando medidas, no siempre inteligentes y eficaces, pero que algo son. La marihuana sigue transitando como una alegre diversión. Y está claro que no lo es.



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