Edición Nº 1041 - Viernes 27 de junio de 2025

¿Luna de miel o divorcio?

Por Matias Marino

La firma del acuerdo Mercosur – UE nos deja una miríada de interrogantes, no ya en relación a sus efectos en las economías a uno y otro lado del Atlántico sino en cuanto a su mismísima concreción.

Hace un par de días asistimos al que será el evento diplomático más importante de los últimos años. El fin de unas negociaciones iniciadas hace 20 años entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Este anuncio se venía perfilando hacía ya unos meses, ya que había algunas señales que así lo indicaban (tal es el caso de los ciclos de conferencias patrocinados por la Fundación Astur, mensajes del gobierno argentino y brasilero al respecto, entre otros). La cuestión de fondo es que oficialmente tenemos un acuerdo que abre un mercado de 500 millones de habitantes para los países miembros del Mercosur, pero que también —y esto es bueno tenerlo presente— los europeos tendrán un mercado de 295 millones de personas, y que tendrán la intención de venderles los mismos productos en los cuales nosotros somos competitivos.

Este último punto comenzó a encender las alarmas anti-globalización en ambos márgenes del Atlántico. En el viejo continente la primera voz indignada fue la francesa en el diario L’Humanité, refiriendo al acuerdo como un gran saqueo trasatlántico. Incluso algunos diarios parisinos buscan como excusa para atacar el acuerdo que fue promovido por “alguien como Jair Bolsonaro, el cual es un peligro para la democracia” (Le Nouvel Observateur).

En realidad el tema central para los franceses es el temor de una  incursión de lácteos en dicho país. Debe tenerse presente que el sector agrícola francés, entre otros, ha trancado no solo este acuerdo, sino el TLC UE-EEUU y las negociaciones de la OMC.

Por lo cual ya sabemos que el acuerdo —que debe pasar por el Parlamento europeo— tendrá como primer enemigo a los euroescépticos franceses, liderados por Marine Le pen, la cual con un 23% de los votos se consolidó como la primera fuerza francesa en el legislativo europeo. Y si a ello sumamos a los restantes eurodiputados contrarios al “libre mercado”, el acuerdo no la tendrá fácil para ser aprobado en la Unión.

En este lado del Atlántico podemos suponer que nuestro país (aparentemente) en la próxima legislatura aprobará el acuerdo sin mayores inconvenientes, pero en última instancia ello dependerá de la configuración parlamentaria que surja de la instancia de octubre.

Hay mayores incertidumbres en la definición argentina luego de las elecciones, ya que dependerá de qué porcentaje de votos obtenga el kirchnerismo o de la consolidación del macrismo. En el caso brasileño, Jair Bolsonaro no la tendrá fácil, puesto que al no tener mayorías parlamentarias debe negociar voto a voto.

En definitiva, este acuerdo, en las actuales condiciones, supone más preguntas que certezas, ya que sus efectos (en caso de concretarse) se verán en unos diez años. Por lo pronto, parece ser una apuesta de los diversos gobiernos regionales para consolidarse y proyectarse electoralmente en sus respectivos países.



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