Edición Nº 1032 - Viernes 25 de abril de 2025

Los “espacios” y los partidos políticos

Por Julio María Sanguinetti

La conformación de “espacios políticos” debe efectuarse desde los partidos políticos y no en contra de éstos.

En el espectro opositor se ha puesto de moda hablar de “espacios políticos”, más allá de los partidos. Se dice, con algo de razón, que por qué no sumarnos aquellos que pensamos más o menos parecido. Justamente, para eso nació la doble vuelta, que permitió sumar los segmentos más parecidos de la opinión en una u otra opción.

Está claro que la oposición al Frente Amplio tiene que ofrecer una alternativa viable, capaz de generar confianza. En el comienzo de este tercer gobierno del Frente Amplio se advierten ya desgastes importantes y todo hace pensar que éstos continuarán, porque su incoherencia ideológica ya hoy es insoslayable. Está claro que de un lado están los que creen que el desastre educativo merece un tratamiento y quienes piensan que estamos en el mejor de los mundos. Así como hay quienes creen que el Uruguay debe estar en el mundo comercial y quienes pararon la negociación preliminar del TISA, aun sin saber su contenido, por simple rechazo a la globalización.

Lo ocurrido en Venezuela y en Argentina, alienta a la oposición y con razón. Pero la lección hay que entenderla en toda su dimensión.

En Venezuela la oposición ganó cuando se unió, pero ello ocurrió porque la dictadura chavista, con sus arbitrariedad, prácticamente se lo impuso. Acorralados por el chavismo, lucharon juntos, acallaron diferencias y de ahí el resultado. Pero no puede olvidarse que el problema de Venezuela fue —justamente— la pérdida de sus dos grandes partidos; no fue Chávez quien los debilitó sino que, a la inversa, él fue un hijo de esa claudicación.

El caso argentino es diferente y la elección de Macri muestra, precisamente, un buen ejemplo de construcción de una alternativa. Él formó el PRO con gente nueva, que le aportó a la vida política argentina. No nació de dividir a los otros sino de promover valores nuevos como lo son la Vicepresidente Michetti, la Gobernadora Vidal (que era su Vice en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) o el Ministro Frigerio. Ganó dos veces la capital, hizo un buen gobierno y eso le proyectó. Llegó tarde a la política, pero luchó diez años para llegar, ofreciendo la garantía de quien incluso gobernó con a la hostilidad de un gobierno kirchnerista que ofreció la peor versión del peronismo.

Estas reflexiones importan porque nuestro país podrá orquestar un cambio en la medida en que los dirigentes de la oposición generen esa credibilidad, esa expectativa, esa confianza.

Lo que está claro es que, si se quiere unir, lo peor es comenzar dividiendo. Fraccionar aún más a la opinión pública es un camino contradictorio con lo que se busca. Refrescar a los partidos políticos es necesario, pero ha de hacerse adentro de ellos y no desde afuera, debilitándolos, como pasó en Venezuela aun antes de Chávez, durante el gobierno del Dr. Caldera, que llegó al gobierno expulsado de su propio partido.

Un siglo de experiencia democrática en el mundo nos dice que la presencia de partidos organizados es fundamental para tener gobiernos estables. Inglaterra y EE.UU. son buenos ejemplos. Italia también es un ejemplo de lo contrario, porque el fraccionamiento partidario llevó a la constante debilidad institucional. Hoy España parece encaminarse a ese mismo destino, cuando además del PP y el POSE (y los partidos nacionalistas catalán y vasco), ahora están también “Ciudadanos” y “Podemos”, horadando a los dos primeros, lo que probablemente lleve a que quien gane la elección pierda el gobierno a manos de una coalición de minorías relativas.

Nuestro país tiene, en su base democrática, un conjunto de partidos que han sido sido su historia y que siguen siendo su presente. Los dos partidos tradicionales han vivido renovándose y lo volverán hacer ahora, esperemos que con éxito. El propio Frente Amplio que ya es un partido histórico, sumó cosas muy diferentes, pero llegó justamente porque sumó y electoralmente consolidó su coalición, la misma que hoy cruje en el gobierno por esa incoherencia ideológica.

Toda esta reflexión conduce a señalar que son bienvenidas las aproximaciones, porque la democracia es diálogo. Del mismo modo que hay que asumir que esos “espacios” deben ser instancias de coordinación de partidos y no de sustitución de ellos. Todo lo que sea dividirlos, fraccionarlos o desdibujarlos, a la corta o a la larga no será bueno, porque se contradice con el gran propósito de ofrecer una oposición responsable y coherente, capaz de sustituir con éxito a este Frente Amplio que comienza a decaer.



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