Edición Nº 1052 - Viernes 12 de setiembre de 2025

Los combatientes no olvidan

Por Luis Hierro López

Hay un tipo de personas que, por sus vidas y sus luchas, llevan sus sentimientos hasta la muerte, situación que los uruguayos a veces no aceptamos. Pero ahí están. Me permito recordar un hecho preciso, tantos años después, para tratar de entender lo que aún nos pasa: hay combatientes y combatientes.

El generalísimo Francisco Franco tuvo una agonía anunciada y lenta, en 1975, mientras yo oficiaba como secretario de redacción del diario El Día. Uno de los miembros de su Directorio, Marino Mora Guarnido, un acérrimo republicano español que se había casado aquí con una familiar del propio Batlle y Ordóñez, pasaba todas las tardecitas por la redacción y, ya viejo, comentando las últimas novedades sobre el inevitable final del dictador ferrolano, me expresó uno de sus últimos deseos que recién ahora me animo a recordar: "¡Me quiero morir tranquilo después de que ese hijo de puta se muera! ¡Llámame a la hora que sea!"

Así fue. Al cierre de una edición a las 2.30 de la madrugada, aproximadamente, se ratificó que Franco había muerto. Desperté a esa hora a don Marino, le comuniqué la noticia y me dijo algo así como "gracias, hijo".

Los republicanos españoles que recalaron en Uruguay, duros luchadores, fueron personas civilizadas que no profesaban el odio en su vida cotidiana y que aquí recompusieron sus vidas, fueron esposos, padres y abuelos ejemplares. Sin embargo, llevaron hasta sus últimas horas aquellas heridas tan profundas, que habían amputado sus vidas y a la vieja España, llagas de esas que no se olvidan. Don Marino, andaluz, culto, inteligente y demócrata -su hermano José fue autor de una estupenda biografía de Batlle y Ordóñez- siguió lidiando en los momentos finales de su vida con los viejos recuerdos contra el dictador. Y le pasó factura, "vengándose", aunque fuera apenas para morirse un tiempo después.

Valgan estos recuerdos para comprobar que no se olvida, así nomás, al pasado.

Lo que ilumina a los grandes hombres es que saben qué hacer con esos golpes de la memoria. Algunos alimentan la venganza, pero otros se van a dormir tranquilos.




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