Las raíces de los árboles
Por Luis Hierro López
La contradictoria peripecia ideológica del Frente Amplio culmina con el acuerdo con UPM, una entrega absoluta al capital extranjero.
Tabaré Vázquez prometió que iban a temblar hasta las raíces de los árboles, hace años, cuando era candidato del “revolucionario” Frente Amplio. Con esa expresión quiso decir el Dr. Vázquez que si ganaba su coalición, habría una revolución socialista que cambiaría las bases capitalistas de nuestra economía. Al llegar al poder, Vázquez hizo exactamente lo contrario de lo que había prometido: propuso un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, buscó las repudiadas inversiones extranjeras, aceptó las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y mantuvo las orientaciones macroeconómicas que Uruguay venía sosteniendo desde siempre, esas que el Frente Amplio criticaba con fiereza. No hubo reforma agraria ni nacionalización de la banca ni ningún otro de los paradigmas izquierdistas. Todo lo contrario.
La pirueta ideológica del señor Presidente no es extraña, ya que es muy similar a la que han registrado otros líderes socialistas que llegaron al gobierno prometiendo revueltas similares y que, una vez en el poder, se afiliaron a las versiones más aceptables del capitalismo. Ninguno de ellos confesará su voltereta –menos el señor Vázquez, equilibrista experto– pero todos saben la verdad: aquel soñado socialismo no existe, fue una utopía estúpida que sirvió para engatusar a los votantes, a quienes, ahora, hay que persuadir de que las inversiones extranjeras no sólo son buenas, sino además, excelentes.
Eso ha hecho el Presidente, dándole a la empresa finlandesa más beneficios de los que tuvo UPM 1, ya que Uruguay se obliga ahora a una serie de condiciones extraordinarias, nunca antes comprometidas por algún gobierno. Zona Franca, exoneraciones de impuestos, exclusivo marco legal en materia laboral –asegurando que no habrá ocupaciones o piquetes–, ferrocarril y otras conexiones viales, formación de personal técnico según lo que requiera la empresa, jurisdicción extranjera en caso de que haya litigios jurídicos y toda una larga gama de concesiones que ninguna otra industria ha tenido en nuestra historia. El país cede soberanía a cambio de una promesa de inversión que no se sabe si se concretará, ya que la empresa contestará en 2020 una vez que Uruguay haya hecho “buena letra”. Nunca antes hubo tanta sumisión al capital extranjero.
Si este convenio lo hubiera hecho el Partido Colorado, el Frente Amplio estaría incendiando la pradera. Nosotros no convocamos a incendiar ninguna pradera, porque aunque no conozco a fondo el contrato, me animo a pensar que la iniciativa es positiva para el país, como siempre los colorados hemos actuado respecto a emprendimientos de esta índole. Pero no puedo dejar de señalar la hipocresía de los actuales gobernantes, que se oponían antes con saña y dogmatismo a cualquier inversión extranjera y ahora se rinden con docilidad y obsecuencia.
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