Edición Nº 1063 - Viernes 28 de noviembre de 2025

La trama de la corrupción

Por Luis Hierro López

Hace más de tres meses que el capo mafioso Rocco Morabito se escapó de la principal cárcel uruguaya, en pleno centro de Montevideo, y no se tienen noticias de su paradero ni de las irresponsabilidades de sus cómplices en la cinematográfica huida. Sólo una amplia trama de corrupción puede explicar la secuela de irregularidades que se cometieron. El Ministerio sigue sin enterarse.

Morabitto y otros dos delincuentes se escaparon por la azotea. Un cuarto recluso salió por una puerta lateral de la principal entrada a la Jefatura. Las cámaras de televigilancia fueron apagadas justo ese día, de pura casualidad. Sólo fue apresado un cómplice, quien habría ayudado a Morabito desde afuera de la cárcel. Los funcionarios responsables fueron sometidos a sumarios, pero no se le aplicaron penas, aunque el director interino del Instituto de Rehabilitación renunció a su cargo.

En algún momento, Bonomi balbuceó algo parecido a una renuncia, diciendo –o tratando de decir– que al final de la investigación vería qué hacer. Obviamente, el jerarca supremo no renunció ni lo hará.

El tema de fondo es que una fuga de ese tipo –y la lentitud cómplice con la que se ha encarado la investigación posterior, ya que pasaron más de 90 días y no hay una sola pista– sólo puede explicarse a través de una amplia trama de corrupción, que debe involucrar a decenas de funcionarios y a algunos o varios de sus jerarcas.

Hace poco, cuando las autoridades alemanas incautaron 500 quilos de cocaína provenientes del Aeropuerto de Carrasco, la investigación posterior realizada acá permitió determinar que el funcionario de policía aeronáutica involucrado en el caso había cobrado U$S 30.000 por haber mirado para el costado cuando pasaban las valijas con la mercadería. Ese funcionario infiel respondía a un experto que lo reclutó, funcionario de Interpol y con 29 años de antigüedad, quien seguramente cobró mucho más de eso, aunque la cifra no se reveló en la Fiscalía.

Es decir, el dinero que fluye en torno a estas operaciones del narcotráfico es siempre muy seductor y abundante. Alguien calculó que la fuga de Morabitto “costó”, por lo menos, medio millón de dólares, aunque es factible que esa suma sea mucho mayor.

Los operativos de los últimos tiempos son todos espectaculares y asombrosos. En esa misma edición damos cuenta de una crónica periodística que señala que la “exportación” de cuatro toneladas y media de cocaína en un contenedor de soja fue en sí misma insólita, dado que la soja se exporta a granel en barco, y nunca en contenedores separados, por lo que ese mero hecho debió llamar la atención de quienes controlaban. Ahora si quienes controlan son cómplices, y han sido antes arreglados por los narcos, no hay alternativa.

Las historias que vienen del exterior indican, todas, que el narcotráfico asegura su permanencia a través de vastas redes de corrupción y complicidad, que envuelven a policías, jueces y dirigentes políticos. Alcanza con ver cualquier película de cuarta para saber cómo se desarrolla el negocio. Ante ese peligro inminente, es poco y nada lo que han hecho el Ministerio de Interior y el resto de las autoridades competentes. Hay una dejadez y una irresponsabilidad evidentes, provocadas quizás por la cercanía del cambio del gobierno. No deseo –ni debo– pensar que la complicidad ha llegado ya a las más altas esferas de decisión, pero la verdad es que es llamativa la falta de respuesta de los principales jerarcas. La no aplicación de la ley No. 19.677, por la que se autoriza a las Fuerzas Armadas a la realización de tareas de vigilancia en las zonas fronterizas, aprobada hace casi un año, eleva la irresponsabilidad al más alto nivel institucional. En todos los departamentos fronterizos se sabe que las avionetas con droga circulan prácticamente a diario, a la vista de todos, pero no hay ninguna reacción oficial. Los hechos demuestran que los controles fronterizos, tanto de migración como de aduanas, no existen o son totalmente vulnerables, O, como ocurrió en Puerto Camacho, Colonia, dejan de funcionar a solicitud expresa de una autoridad de turno.

Así el país va mal, camino a la perdición, sometido a la violencia de los narcos, con “ajustes de cuentas” todos los días y avergonzado a la vez por una trama de corrupción que, una vez que se enquista en la base del Estado, es muy difícil de combatir. Otro ingrediente de la pesada herencia que dejará el Frente Amplio, contra el que habrá que luchar sin desmayo desde marzo próximo.



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