La traición progresista
Por Luis Hierro López
“El colapso de la Unión Soviética en 1989 llevó a una parte significativa del progresismo a cambiar de sujeto histórico, la clase trabajadora por las minorías”, momento desde el cual se instaló un relato hipócrita y lleno de engaños, sostiene un libro ágil e intenso cuya lectura es muy recomendable: La traición progresista (1)
Formado en las ideas de izquierda, Alejo Schapire es un periodista argentino que vive y trabaja en París y que observa con preocupación y compromiso la doble vara aceptada en Europa para medir los ataques a la religión y a la libertad, el relativismo moral que se ha instalado para preservar lo “políticamente correcto” y la docilidad con que los medios y la sociedad tienden a aceptar las nuevas concepciones totalitarias.
Sostiene el autor que el pecado original del progresismo frente a la libertad de expresión puede ubicarse en 1988, cuando Salman Rushdie publicó “Los versos satánicos” y la democracia no reaccionó frente a la persecución iniciada por los clérigos musulmanes, abdicando a través de las principales figuras de la izquierda y venerables expresidentes como Jimmy Carter, quienes, en vez de censurar a los perseguidores, criticaron al autor. Desde entonces hasta la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, a los progresistas les provoca malestar condenar a los asesinos, con juicios que apuntaron siempre a las condiciones de pobreza o de desigualdad en que viven los “pueblos oprimidos”. Hasta el más progresista de los Papas, Francisco, se puso del lado de la indulgencia, al sostener que “no se puede provocar” ya que la libertad de expresión “tiene un límite”. “Si alguien insulta a mi madre puede llevarse un puñetazo”, dijo en forma poco cristiana el jefe de la iglesia católica.
Las “patrullas morales” que imponen el nuevo orden actúan en la prensa, en las universidades y en las redes, señalando que la censura se justifica cuando la libertad de expresión puede herir a una religión o a un pueblo.
El autor menciona varios casos de censura verificados en Europa y Estados Unidos. Hasta el clásico “Lo que el viento se llevó” fue levantado de un cine de Memphis tras una campaña que acusó a la película de promover la supremacía blanca y el racismo. Un periódico británico puso a jóvenes millenials a revisar la serie Friends, quienes concluyeron que se trata de un espectáculo “homofóbico”, “transfóbico”, “sexista”, “gordofóbico”. Otros censores aceptaron retirar de escena La bella durmiente, “porque la princesa no había dado acuerdo para ser besada”. Así, disparate tras disparate, el nuevo orden moral se va estableciendo con la anuencia de los progresistas, llevados de la mano del multiculturalismo, su nuevo credo. El oscurantismo religioso, el machismo, los imanes, la persecución de los homosexuales y el antisemitismo son aspectos culturales que no hay que estigmatizar.
La imposición de un ridículo lenguaje inclusivo, el antisionismo que rápidamente se convierte en antisemitismo, el aplastamiento de las universidades como ámbitos de la libertad y el conocimiento, son todas expresiones de ese progresismo que termina siendo reaccionario. En palabras del autor, “hoy, la conquista de la democracia liberal, hija de la Ilustración, descubre que está siendo traicionada desde la izquierda, que…se pone del lado del oscurantismo religioso. La censura, el puritanismo y la intolerancia han cambiado de campo”
(1) La traición progresista. Edhasa editorial. Junio 2019. Prólogo de Pola Oloixarac. Promovido desde su columna en La Nación por el escritor Jorge Fernández Díaz.
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