La renovación estructural

Por Julio María Sanguinetti

El Frente Amplio terminará sus tres gobiernos sin concretar su prédica de reformas estructurales, teniendo para exhibir como sus únicos logros aquellos desarrollos que sientan sus bases en los gobiernos colorados y blancos, a la vez que deja una pesada herencia económica, de seguridad pública y educativa.

Por estos días, el gobierno frentista publicita la instalación de la polémica UPM II como un logro sensacional y la expresión de la credibilidad en el país.

La verdad es que esta última se construyó a lo largo del tiempo por los gobiernos colorados y blancos que gobernaron el país. Es más: la crisis del 2002 es el episodio más trascendente en esa afirmación. En el peor momento de la bancarrota bancaria que vino de la Argentina, cuando nuestro vecino declaraba la cesación de sus pagos (el famoso default), Uruguay resistió. El gobierno del Dr. Batlle, sostenido férreamente por nuestro Partido Colorado y con un patriótico apoyo nacionalista, honró las obligaciones uruguayas, mientras el Frente Amplio —en coincidencia con el FMI— proponía un default. Por eso ya el 2004 mostró un crecimiento del 5% y el 2005, cuando entró el Frente Amplio al gobierno, fue de 6,8%. Nadie en el mundo financiero y comercial que trabaja con América Latina deja de reconocer este valor del Uruguay, en comparación con la mayoría de nuestros vecinos.

En el momento en que entra el Frente Amplio al gobierno, se produce el gran crecimiento de los valores de exportación Fue la primavera de la soja, como se le llamó, cuando saltó de alrededor de 200 dólares a 600. Algo parecido ocurrió con la carne, la leche y toda nuestra producción exportable. O sea, que recibió un país en crecimiento y con el crédito absolutamente saneado, lo que le da las condiciones inmejorables para consolidar el equilibrio fiscal, reducir el peso de la deuda y estimular las actividades productivas.

Lejos de ello, el Frente Amplio hoy va a entregar un país con un déficit del 5% del PBI, una desocupación del orden de 10%, una deuda triplicada , más una tremenda crisis en la seguridad pública, los peores resultados de la educación y un desquicio en aspectos importantes de la administración del Estado.
   
El propio Ministro Astori, que en plena campaña electoral sale ahora a defender las maravillas de la situación, reconoció los fracasos, en abril de este mismo año, cuando señaló: “No hemos sabido manejar la calidad del gasto público, lo cual —en un país que tiene un desequilibrio fiscal importante— es una falta que tenemos que corregir. No hemos avanzado lo suficiente y el pueblo lo reclama con justicia, en materia de seguridad pública y educación. Los temas de vivienda son fundamentales, porque allí hay todavía (...) deficiencias fundamentales que hay que superar”. Y añadió otro tema muy penoso: “Tenemos que tener autocrítica porque si lo que dije hasta no fuera suficiente, la corrupción también llegó a nosotros”.

En una palabra, no pudieron ni siquiera con el despilfarro, porque no otra cosa quiere decir que no lograron calidad en el gasto.

Lo más importante de toda esta reflexión es que mientras el gobierno colorado, con visión de largo plazo, produjo el más importante cambio estructural en su producción en más de medio siglo, el Frente Amplio no tiene nada parecido para mostrar y ni siquiera ha logrado mantener el ritmo económico y el nivel social, cuando se agotó la bonanza de los precios internacionales.

Tan fuerte ha sido el cambio que la celulosa ya el año pasado fue el primer producto de exportación del Uruguay, superando a la histórica y exitosa cadena cárnica.

Tanto el programa forestal (consolidado por ley en 1987) como la ley de zonas francas del mismo año, han sido la base de esas inversiones. En efecto, prácticamente todo lo nuevo que se instaló en el Uruguay en estos años fue bajo ese régimen excepcional, cuya presencia demuestra también que en condiciones normales es muy difícil —si no imposible— arrancar con emprendimientos. La formidable expansión logística del país se ha hecho también en esos términos, marcando un nuevo derrotero para el desarrollo nacional.

Durante años, el Frente Amplio consideró su razón de ser los cambios estructurales que configurarían un nuevo país, de corte socialista: estatización de la banca, reforma agraria, desconocimiento de la deuda externa, desarrollo de las industrias nacionales, entre otras cosas. Por cierto la banca sigue allí y es toda extranjera (salvo el Banco de la Republica). Lejos de hacerse una reforma agraria, se ha producido el período de extranjerización de la tierra más fuerte de la historia nacional. Esto no nos molesta a nosotros, pero es la contradicción más rotunda con la prédica sostenida a lo largo de los años.

No se desconoció —por suerte— la deuda pública, pero se abandonaron las actividades productivas. No hay sector hoy, desde la lechería y la vitivinicultura hasta la industria de transformación en general, que no esté en grandes dificultades.

La conclusión de todo esto es que lo renovador y progresista han sido nuestros gobiernos y que el Frente Amplio no ha podido establecer ninguna innovación trascendente, mientras desaprovechaba el mejor momento del mercado internacional.



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