La mentira póstuma de Bonomi a través de una propaganda engañosa

Por Luis Hierro López

El ministro Bonomi, quien no se amina a concurrir a los sepelios de los policías fallecidos en servicio por temor a que lo repudien y lo silben –como ya ocurrió– y que marcó despectivamente ante la opinión pública a funcionarios policiales que murieron trabajando porque “no usaban el chaleco antibalas”, irrumpió en plena campaña electoral con un aviso publicitario con el que intenta reconciliarse con la Policía, a la que ha despreciado históricamente y como jerarca del gobierno. La actual propaganda configura un abuso de poder y le toma el pelo a la opinión pública.

Una producción cinematográfica seguramente muy costosa emite en estos días el Ministerio de Interior, para informar del vencimiento de los plazos para que se inscriban los interesados en los cursos de ingreso a la Policía. Eso habitualmente se hacía con avisos comunes, publicados en los diarios y difundidos en las radios, pero en esta oportunidad, coincidiendo con la elección, el Ministerio hizo un furibundo despliegue, preparando un video y difundiendo una amplia cobertura gráfica. El contenido de la propaganda es polémico, porque quiere provocar empatía entre la población y la Policía e invita a la gente a que “viaje al interior del Ministerio” para conocerlo mejor. Las imágenes que se reproducen son típicas de una serial hollywoodense en la que equipos especiales de rescate saltan, aparentemente desde una azotea, para salvar a unos rehenes, mientras voces en off, algunas de ellas de técnicos norteamericanos, destacan la labor policial uruguaya. Los avisos gráficos contienen leyendas también extrañas, como “en el Borro hay muchos jóvenes que estudian. No los borres”. “En el “40 semanas” hay mucha gente que trabaja todos los días”. “En Paso de la Arena hay muchos gurises que no se dan la papa”, todo ello rematado con un eslogan común, haciendo pie a la fotografía de un joven agente, “Yo los defiendo”, con el logo del Ministerio de Interior. La intención inclusiva de la publicidad queda desdibujada, porque, queriendo combatir la discriminación, la fomentan, al querer demostrar una normalidad que la crónica roja cotidiana nos desmiente.

Pero más allá de esa interpretación de la publicidad, es necesario desmantelar la intención política de los avisos, que ocultan radicalmente la realidad. Bonomi y el subsecretario Jorge Vázquez –y todo su equipo de apoyo– han sido enemigos históricos de la Policía y no han podido descargarse de esa pesada mochila: descreen de esa institución, no confían en la moralidad de sus servidores, intentan reclutarlos con finalidad política y partidaria y no han defendido a sus integrantes, a quienes manipulan.

El Ministerio ha mentido respecto a las cifras del delito, en una maniobra que ha quedado demostrada en varias instancias y que significa un vil engaño a la opinión pública. Bonomi desmanteló las comisarías y las patrullas de cercanía, dejando a la gente desamparada y sin cobertura o información en los barrios. Ese divorcio institucional es la base del desprestigio que sufre la Policía, ya que las personas que concurren a una Comisaría y siente que sus reclamos no son atendidos, no discriminan entre autoridades y funcionarios y acusan a la Policía en general. Ni que hablar de la decepción de la gente cuando advierte la omisión y complicidad de las autoridades ante casos como el escape tragicómico del capo mafioso Rocco Morabito, o la vista gorda de los inspectores delante de contenedores con embarques de droga que, por su quilaje, resultan ser récords a nivel internacional, convirtiendo a Uruguay en un país de cuarta.

El fracaso de las políticas de seguridad es evidente. En otra nota de esta edición damos cuenta de la explosión de rapiñas y asesinatos durante los gobiernos del Frente Amplio, con un recuadro que sintetiza, en números gruesos, el nivel de los delitos durante el último gobierno colorado –prácticamente no crecieron en ese período– y lo realmente ocurrido tras quince años de desorientación y contradicciones, proceso en el que Bonomi ha sido un especial protagonista. Que se exponga ahora, indirectamente, ubicándose como “el muchachito heroico de la película”, es realmente una trampa vergonzosa.

Como consecuencia del crecimiento internacional de la economía, Uruguay tuvo un período de presupuestos abultados y en ese contexto, el Ministerio de Interior aumentó los sueldos, compró nuevos uniformes y equipos y adquirió tecnología. Todo ello está bien, es lo que hubiera hecho cualquier ministro con “bolsillo fácil”. Pero eso no cambia la conducta habitual llena de desprecio que las autoridades han mostrado hacia sus funcionarios y contra la gente acosada por el delito. Bonomi representa la larga serie de gobernantes que desde 2005 en adelante se puso del lado de los delincuentes, ubicados como “víctimas” de la sociedad o de la pobreza; a quienes había que comprender y perdonar. Nunca tuvo un gesto de solidaridad hacia la población con familias destrozadas por los asesinatos, por la drogadicción de los jóvenes, o por el miedo a ser asaltados y heridos en las calles.

En muchas desgraciadas circunstancias en que trabajadores policiales fueron asesinados, el Ministerio reaccionó en forma deshumanizada, culpando al policía o al comerciante. Todos recordamos la ejecución a sangre fría del policía Wilson Coronel, en una pizzería de Pocitos, quien cumplía tareas de custodia no admitidas por el Ministerio –un “223”, unas horas extras, una changa peligrosa– y fue abatido por un asaltante. La reacción oficial no se dirigió a lamentar la pérdida de una vida joven, sino a indicar con cara de fastidio que el funcionario no estaba cumpliendo con las reglas y que se iba a investigar al dueño de la pizzería porque contrataba funcionarios de seguridad “en negro”. Eso fue una barbaridad, pero no fue la única vez que ocurrió, sino que ese destrato se convirtió en respuesta oficial y habitual del Ministerio.
Eso no figura en la costosa publicidad emitida estos días. Como tampoco figura una aclaración sobre la denuncia de los sindicatos policiales en el sentido de que el Ministerio desvía los recursos por U$S 7 millones, ahorrados por los funcionarios para su fondo de vivienda, y que no se han volcado a la finalidad legal que lo sustenta. Tampoco tiene en cuenta la publicidad que muchos de los policías viven en esos barrios discriminados y peligrosos. Ni que muchos de ellos desbordan los servicios de psicología del hospital Policial, acudiendo a unos apoyos personales y afectivos que no reciben de sus jerarcas en sus funciones habituales.

Tampoco relata la publicidad que los policías del común recuerdan con desconcierto e indignación el hecho de que sus jerarcas, Bonomi y compañía, nunca los han acompañado cuanto tuvieron que enterrar a sus camaradas caídos en actos de servicio. Bonomi y el “perro” Vázquez nunca se animaron a dar la cara en esas trágicas circunstancias. Eso no es para publicitar.



El manual del perfecto populista
A sólo dos meses
Julio María Sanguinetti
Eduardo Arsuaga
Un discurso con pocos argumentos y antiisraelí
Bicisendas: urbanismo o ideología
Buques norteamericanos no, aviones venezolanos sí...
Una herramienta de transparencia
La Coalición Republicana rumbo a las departamentales
Steneri: "El atraso cambiario y el costo país se pueden mitigar con mayor inserción internacional y acceso a más mercados"
El día que la ARU visito la sede del PIT CNT
Tomás Laguna
El cumpleaños de Batman
Consuelo Pérez
¿Y los padres dónde están?
Jorge Ciasullo
¿Qué partido se juega en la fiscalía?
Jonás Bergstein
El test de lealtad de Pedro Sánchez
Cómo el fentanilo arrasó con el comercio de opio en Guatemala
Siria, una década después
La dictadura de Nicaragua se acerca a Corea del Norte
Frases Célebres 988
El Ajedrecista de Auschwitz. La Partida Final
LA LIBRERIA
Inicio - Con Firma - Ediciones Anteriores - Staff Facebook
Copyright © 2021 Correo de los Viernes. Publicación de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.