La historia del mal perdedor
Por Elena Grauert
El tardío reconocimiento del ingeniero Martínez del triunfo de Lacalle Pou, ayer jueves por twitter, es el final triste de una campaña de desatinos y malos modos, que no ayuda al final feliz y de grandeza con la que estamos acostumbrados a terminar las elecciones en este país.
Hubo gente, tanto del Frente Amplio como de los otros partidos, que bailó y cantó en conjunto, en la rambla de Pocitos, pero ese gesto no fue suficiente al candidato oficialista para evidenciar cómo debía conducirse, en cuanto a cuál es el espíritu de grandeza que deben tener los candidatos con capacidad de representar el sentimiento de conciliación y paz en una democracia, donde los conceptos de alternancia y cambio en el poder y respeto a la diversidad de opiniones, son básicos.
La Coalición ganó y ya se sabía el resultado a la madrugada del domingo 24, era claro la mezquindad de dar paz y esperar que algo cambiara era absolutamente ridículo, matemática o estadísticamente no había chance.
Por supuesto que la coalición, dada la actitud del perdidoso de no reconocer el resultado evidente, esperó respetuosamente el proceso, reconociendo el crecimiento sin duda y casi natural, que tuvo el partido de gobierno, muy explicable por la sola resistencia al cambio, no hay magia ni búsqueda voto a voto, todo eso es la epopeya telúrica del Frente Amplio, si bien es muy respetable no es la causa real y es lo que se ha dado a lo largo de la historia de alternancia en el poder.
Pero por suerte el pueblo sabe y entendió que el mensaje de cambio era imprescindible, y eso lo expreso en las primarias de octubre y ello fue muy bien reconocido por la colisión que en forma magistral se puso rápidamente de acuerdo demostrando todo lo contrario al candidato opositor, que tenían la responsabilidad histórica de acordar para terminar con 15 años de hegemonía sin control, donde el único mensaje es de unos contra otros, lo cual sin duda no ayuda a dar ni generar crecimiento para el país ni paz.
En estos días leí un pasaje de Shimón Peres que lo transcribo, me hizo reflexionar, dice así: “La democracia implica división, una colección de desacuerdos. No es un lugar de gente similar, sino de gente diferente. Su principio no es de igualdad, sino de igualdad de derechos que cada quien sea diferente y, no obstante las diferencias y puntos de vista variados, sea posible vivir juntos y sin violencia. La democracia es la historia de la pluralidad y tolerancia, no de la victoria y la imposición. Por ello no hay victoria en la democracia, hay paz y la paz es la verdadera victoria de la vida política de los pueblos”.
Nada más cierto y bien expresado, que interpreta el verdadero sentido republicano, pero además refleja la necesidad de diversidad, cambio y acuerdo, que implica vivir en democracia. Lamentablemente muchos dirigentes del Frente Amplio (no todos) fueron mezquinos, malos perdedores, no admitieron la tolerancia debida, ni la alternancia en el poder, lo cual es un mensaje adverso al deber ser, propio de un sentir democrático cabal. El mensaje de Martínez el jueves debió ser de concertación o concordia, como lo hizo Vázquez y no como el twitter que dice algo así como ya matemáticamente no hay chance.
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