La hipocresía de Juan Raúl Ferreira

Por Leo Roca

La peripecia política de Ferreira Sienra, aunque cuestionable, debe respetarse. Sus opiniones actuales respecto de la situación venezolana, en cambio, producen vergüenza ajena.

Hay que reconocer que el hijo de Wilson Ferreira Aldunate, Juan Raúl Ferreira Sienra, contribuyó en su tiempo a la recuperación democrática uruguaya. Con una estrategia de obtener apoyos externos para aislar al régimen militar, especialmente desde Washington, D. C., presidió un grupo plural llamado “Convergencia Democrática”, aunque financiado principalmente por el Partido Comunista. Eran tiempos difíciles y la estrategia podía entenderse en ese contexto —aunque se discrepara— siguiendo aquel razonamiento de Winston Churchill: “Si para vencer a Hitler debo aliarme con el Diablo, estoy dispuesto a hacerlo”.

La democracia fue recuperada gracias a la labor opositora de batllistas, blancos, cívicos, frentistas e independientes, a través de hechos históricos como el NO del ’80, las internas del ’82, la concentración del Obelisco y el notorio aislamiento de la dictadura. Finalmente el régimen cedió el poder en 1985, acuerdo del Club Naval mediante. Asumió entonces la fórmula Sanguinetti – Tarigo, electa en noviembre de 1984, y se logró trabajosamente consolidar nuestra libertad.

El normal funcionamiento institucional fue marcando las lógicas diferencias entre los partidos políticos. Y en ese marco, Juan Raúl Ferreira actuó como senador, diputado, director del BSE, embajador en Argentina —nombrado por el Presidente Julio Sanguinetti— e integrante de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH). Al culminar su período y no ser reelecto para la INDDHH, anunció su alejamiento del Partido Nacional y se declaró “independiente”. Nadie le creyó; hacia muchos años que estaba demasiado cerca del FA. Y así, poco después, se incorporó nada menos que al MPP, con la presencia del peor Presidente de la democracia —José Mujica—, de quien se deshizo en elogios.

Digamos que hasta aquí, y más allá de actitudes de lealtad cuestionable, puede respetarse el cambio, enmarcado en la libertad personal de cada ciudadano. Lo que es sin embargo incomprensible es su actitud hacia los demás políticos y su manipulación vergonzosa del pasado y presente. JR ha “olvidado” que durante toda su carrera criticó los crímenes de las dictaduras, el exilio, los asesinatos de opositores. Buscó abiertamente la intervención de Washington y Europa para asfixiar al régimen militar, y ahora defiende, sin inmutarse, a la sangrienta dictadura venezolana. Habla de una necesaria “neutralidad” entre Maduro y la oposición, entre ese gobierno de asesinos, terroristas y narcotraficantes... y el pueblo venezolano, que no tiene lo mínimo para sobrevivir. A esta actitud la define como “de coraje”, cuando en realidad es una cobardía, que esconde intereses y negociados millonarios. Mezcla la neutralidad suiza en la Segunda Guerra Mundial (ver su artículo en la oficialista “Uruguay, ¿capital mundial de la paz?”, publicado en la oficialista “Caras & Caretas”), con la neutralidad entre democracia y dictadura. Según Ferreira, la dictadura uruguaya fue impuesta por EEUU —olvidando que de 1976 a 1980 el gobierno de Carter se enfrentó a todas las dictaduras latinoamericanas—, pero “el gobierno de Venezuela es amenazado a diario con una posible invasión de Trump”. Es decir, la vieja lógica castrista: “Si es antiyanqui se justifica que una dictadura reprima, torture y asesine”. JR critica a la oposición venezolana por oponerse al diálogo, “jugada que puede acarrear ríos de sangre”. Difícil ser más hipócrita. Los ríos de sangre ya corren en Venezuela. Han sido asesinados, encarcelados y torturados miles de ciudadanos, según denuncian “Amnistía Internacional” y “Human Rights Watch”. Cientos de miles de venezolanos escapan del país. El “diálogo” con Maduro sería sólo darle oxígeno al dictador para que continúe usurpando el poder. ¿Esta es la opción que defiende Ferreira? ¿Tan rápidamente olvidó su propia historia?

Y para colmo, en lo que ya es un punto que amerita un análisis psicológico, JR intenta convencer que todos los pasos que viene dando son “los mismos que daría Wilson”. Afirmar esto es una falta de respeto a la memoria de un dirigente demócrata, que obviamente no se afiliaría a un grupo extremista y totalitario como el MPP, ni podría sostener que su pensamiento es “igual al de Mujica”. Es tiempo de que Juan Raúl Ferreira asuma que sus actitudes lo han alejado de la democracia, de la mejor tradición uruguaya en defensa de la libertad, y que son exclusivamente suyas. Una vergüenza personal sin atenuantes.



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