Edición Nº 1033 - Viernes 2 de mayo de 2025

Julio Lacarte Muró, modelo de diplomático

Con el fallecimiento de Julio Lacarte Muró el país pierde a uno de sus exponentes mayores en el mundo de la diplomacia, a un ciudadano de intensa y brillante trayectoria en ámbitos variados de la sociedad y a un valor humano ejemplar en sus cualidades personales.

A lo largo de toda su vida, Lacarte Muró mostró notables cualidades para el servicio del Estado en su expresión más relevante: visión del país en el mundo, habilidad para armar estrategias de negociación, implacable rigor en el trabajo diario, indiscutida honestidad, devoción por el servicio público. Era en esta dimensión un colorado batllista esencial, inscripto en ese ADN partidario que es la identificación con el Estado democrático, la consustanciación entre actores y destinos.

Fallece a los 97 años, con una vida cabalmente cumplida. Su escenario era el mundo y participó, como funcionarios a veces, como representante del país, otras, en la creación de todo el sistema internacional que se construyó luego de la Segunda Guerra Mundial: el Banco Mundial, el GATT (hoy OMC), la UNCTAD, las propias Naciones Unidades. Con justicia, la OMC puso su nombre a una de sus salas de negociaciones, honor que solo había correspondido a dos de sus Directores Generales. Y decimos con justicia porque Lacarte estuvo en esa entidad desde la Conferencia de La Habana, en 1947, cuando se creó el GATT.

Como Embajador, comenzó en 1948, en Bolivia, designado por Luis Batlle Berres, de quien fue fiel seguidor y con el que compartió heroicas luchas internacionales en defensa de nuestra producción. Luego ocupó la representación del país en Argentina, en Alemania, en Japón, en Estados Unidos, en la India, en Ecuador, en Tailandia y desde ya que también en la OEA y en Naciones Unidades. En todos lados brilló. Su don de gentes abría puertas y cosechaba simpatías; su profesionalidad de inmediato admiraba y el rigor en su trabajo terminaba haciéndole imprescindible, estuviera donde fuere.

Fue candidato al Consejo Nacional de Gobierno en 1962, acompañando a Luis Batlle en un retorno que estuvo a punto de ser triunfal. Muerto Don Luis, acompañó a Jorge Batlle en la campaña presidencial de 1966, en que alcanzó la presidencia el General Gestido. Éste lo designó Ministro de Industrias, cargo que ocupó varios meses, para retornar a la vida diplomática. Esos pasos políticos los dio como contribución a la vida del Partido Colorado, al que sirvió hasta sus últimos días. En la última elección, sin ir más lejos, trabajó en el programa de gobierno y quienes le acompañaron recuerdan con admiración la puntualidad de su presencia y el entusiasmo que ponía en cada intervención.

Pocos ámbitos le fueron ajenos. Presidió la Asociación Uruguaya de Fútbol entre 1967 y 1969. Presidió la Cámara Nacional de Comercio, ya con 87 años de edad, y mostró allí no solo su proverbial inteligencia sino un despliegue de trabajo que asombraba.

En lo personal fue también un gran deportista. Jugó mucho y bien al fútbol y, más tarde, al tennis. Al trabajo intelectual le acompañaba ese vigor físico, que contribuyó a su buena salud.

Llegó al final de su vida con plenitud intelectual, voluntad de hacer, intacto espíritu de trabajo. Su matrimonio con Yvi fue largo y fecundo; formó una hermosa familia y se mantuvieron unidos en todo el periplo vital. Difícilmente se le puede pedir más a una vida. Así lo sentirán Julieta, Antonio y Eduardo, aunque el dolor de la pérdida hoy les pueda sacudir, sobre todo con la sorpresa de una desaparición que parecía destinada a nunca producirse, en un incesante ir y venir que parecía tocar la inmortalidad.

J. M. S.



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