Edición Nº 1043 - Viernes 11 de julio de 2025

Entre el miedo y la realidad

Por Luis Hierro López

Los desafíos económicos empiezan a advertirse en toda su dimensión a medida que el temor ante la pandemia se va convirtiendo, de a poco, en un miedo administrado. Las primeras cifras sobre pobreza y desempleo que se van conociendo, son tan amenazantes como la enfermedad y el riesgo de muerte. Se va a requerir una gran oleada de coraje colectivo para enfrentar los tiempos que se avecinan.

Según ha informado, con la irrefutable precisión que lo caracteriza, el economista Isaac Alfie, el Estado debió asistir en las primeras semanas de la crisis a 820.000 personas que no tenían coberturas sociales suficientes. Se calcula que unas 100.000 personas cayeron en la pobreza aunque es muy posible que estuvieran en esa situación desde antes, ya que "más allá de la epidemia, la situación de precariedad y cuasi pobreza era el triple de lo que marcaban las estadísticas".

Con un desempleo del 10,5 % a febrero pasado, el panorama para los próximos meses será crudo y muy desgraciado.

A ello hay que agregarle la situación educativa, que ya venía muy mal y que, con estas semanas perdidas, tenderá a agravarse. Pese al esfuerzo de los padres y los docentes, al haberse cortado la enseñanza presencial, hay una desvinculación creciente de los estudiantes con la educación. Según informó el semanario Búsqueda, ese corte afecta ya a un importante porcentaje de los alumnos, quienes no han ingresado en las plataformas educativas ni han tenido, que se sepa, otro tipo de aprendizaje, lo que pone en riesgo su alfabetización, intensificando los ya muy deficientes niveles de comprensión lectora. Si esas carencias eran, antes de la crisis, muy indeseables, peor lo serán en el mundo de teletrabajo y robots que se avecina.

De ahí que sea bienvenida la sana obsesión del gobierno para poner en marcha otra vez las clases. "No damos el año por perdido" dijo enfáticamente el presidente Lacalle Pou, en una expresión que refleja un espíritu y una convicción más que la realidad en sí misma, pero muchas veces desde el espíritu y la convicción se ha reconstruido el destino. Aunque los muchachos, sus maestros y profesores y en buena medida, sus padres, tengan que retacear sus vacaciones, hay que seguir estudiando y trabajando.

Hace pocos días, Bill Gates -a quienes algunos uruguayos odian, quizás por envidia, quizás porque es norteamericano, quizás por esa torpe mezquindad que a veces caracteriza a la condición humana- dijo que este tiempo tan sufrido que nos ha tocado vivir será recordado, en el futuro, con tanta intensidad como se recuerda hasta hoy a la segunda guerra mundial, con sus holocaustos y tragedias infames, conformando una prueba de fuego para la humanidad y para el temple de los líderes y los pueblos.

Algo de eso nos pasa otra vez. Seguramente en más de una noche, el viejo Churchill sintió miedo, presagiando que todo estaba perdido. Sin embargo, se levantaba en las madrugadas para seguir luchando, con inteligencia y coraje. Tengamos una pizca de su valentía. De eso se trata.




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