Entre el dogmatismo y el delirio
Por Luis Hierro López
Varias expresiones ideológicas de las últimas semanas son definitivamente delirantes.
Todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones y, a la vez, todos tenemos derecho a rebatirlas y a calificarlas. En este caso me voy a referir a un conjunto de expresiones que me resultan totalmente delirantes.
Los así llamados sectores de izquierda –que tienen poco de renovadores y modernizadores, características que deberían identificar a los progresismos– vienen reiterando disciplinadamente la versión de la restauración “de la derecha”, manto que permite ocultar los desastres morales y económicos que han consagrado varios gobiernos latinoamericanos. La corrupción de Lula y de Cristina Kirchner; la corrupción, el desastre económico y social y el ataque a las libertades de Maduro; el militarismo encubierto pero antidemocrático de Evo Morales, son todas creaciones propias de esos gobiernos, y esos procesos no se deben a maniobras del imperialismo ni de la derecha. A escala menor, las indecencias de Sendic no fueron inventadas en Atlanta, como intentó pretextar el ex Vicepresidente. Son todas consecuencias muy lamentables de las inconductas de gobernantes sin rigor ético ni hondura conceptual. Pese a estas evidencias, hay una insistencia machacona en alertar contra el golpe y el imperialismo. Veamos.
Al analizar la crisis brasileña y la prisión de Lula, el politólogo Agustín Canzani aseguró que “la burguesía industrial” y los “hombres de negocios del sector financiero” quieren hacerse del poder, lo que erizó los pelos de su auditorio formado por los integrantes de la mesa política del Frente Amplio. Para Canzani, la acción judicial por la cual decenas de políticos de todos los partidos y los más poderosos empresarios brasileños fueron encarcelados, es una maniobra de esos mismos sectores para quedarse con el poder.
Otros voceros advirtieron nuevas catástrofes. La psicóloga y edil del movimiento de participación popular Lucía Gulisando entendió que la resistencia feminista es la única chance que se alza para luchar contra el golpe patriarcal y neoliberal. La autora sostuvo que “las estrategias imperiales varían: fue el Plan Cóndor en la década de 1970, el Consenso de Washington en la década de 1990, y en la actualidad el Plan Atlanta. Este último busca producir y reproducir un modelo social, cultural y político que legitime el modelo neoliberal conservador del siglo XXI. Este modelo está fundado en el miedo, en la despolitización de los procesos históricos, en la postergación del pueblo como sujeto político, en la judicialización de la política, en el fundamentalismo religioso, en la sumisión racial, sexual, de género, de clase, y en la segregación territorial”
Para no quedarse atrás, el Sindicato de los Trabajadores de la Enseñanza Privada propone un documento para el próximo congreso de la central obrera en el que –tras un larguísimo análisis– reivindica la lucha de clases como eje de la historia y del progreso, convocando a los sectores populares a luchar para apropiarse del excedente económico. Ese sindicato ve una contraofensiva de la clase dominante y en ese marco se inscriben “la creación de la confederación de gremiales empresariales”, la “escalada contra el gasto público”, “la ofensiva mediática” y el movimiento “Un solo Uruguay” que tiene “una agenda regresiva y antipopular”. “Este conjunto de demostraciones de fuerza tienen por objetivo táctico presionar por derecha al actual gobierno, pero van encaminados hacia otros horizontes políticos”, que refieren sin duda a la toma del poder.
Esa vocinglería supuestamente ideológica no es diferente a las expresiones de los dirigentes de la central obrera o a las proclamas que hacen los voceros del Partido Comunista. Esas interpretaciones son del mismo tono acusatorio y apocalíptico –la revolución o la toma del Palacio de invierno será esta noche– que esos sectores utilizan hace décadas, inventando siempre una confabulación del capitalismo o del imperialismo y ocultando tras esas monsergas los peores crímenes y atentados a los derechos humanos y a las libertades de que los comunistas son autores.
Es triste que a casi treinta años de la caída del muro de Berlín y tras la confirmación inapelable del arrasamiento de las libertades que han significado los regímenes comunistas, siga habiendo personeros sin independencia de criterio ni racionalidad que apuestan aún al engaño y al viejo vicio latinoamericano de culpar al otro. Su palabrerío no es otra cosa que una expresión de dogmatismo y de ignorancia.
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