Edición Nº 1065 - Viernes 12 de diciembre de 2025

El mundo paralelo del gobierno y del Frente Amplio

Por Luis Hierro López

El gobierno y el Frente Amplio se han aislado de la realidad popular y se hablan a sí mismos, sin tener en cuenta los sentimientos y sufrimientos de la mayoría de la población. Así paso con los temas de la seguridad pública y así pasa ahora con las cuestiones económicas y de empleo. Es una expresión más del cansancio y del desgaste que sufre el oficialismo.

El discurso electoral del ministro de Trabajo Ernesto Murro por cadena oficial, con motivo del Día de los Trabajadores, las intervenciones de los dirigentes sindicales y la pirueta indigna del expresidente Mujica al decir que no hay que ponerse frente a las tanquetas militares, son expresiones auténticas de la enfermedad que sufre el oficialismo: el encerramiento, la soledad, la negación.

Desde hace ya varios años los gobernantes se han dedicado al poco saludable ejercicio de tratar de disimular la realidad, en vez de enfrentarla o mejorarla. Eso, que ocurrió en forma paradigmática con las cifras de la delincuencia – adulteradas y manoseadas de todas formas – ha seguido con los “espacios fiscales” inventados por el ministro Astori para justificar los crecientes déficits; y luego con la larga serie de secuencias mentirosas a propósito de la corrupción de Sendic. En vez de gobernar y decidir, el gobierno se ha dedicado a explicar lo que ocurre, según sus visiones. Y como la aceptación de la verdad puede resultar incómoda, se ha dedicado a inventar una realidad paralela.

Así, las empresas no cierran, sino que evolucionan, dada la insostenible fundamentación del mismísimo presidente de la República. Han crecido los asentamientos y las viviendas marginales porque, según nos ha demostrado con lucidez y certidumbre técnica el senador Michelini, la economía anda tan bien y la gente gana tanta plata como para comprar y construir más casas, por lo que los precios se encarecen. El mismo tipo de razonamiento se hizo – al derecho y al revés – con el auge de la delincuencia, que el Frente lo vinculaba antes a las condiciones de pobreza y últimamente al exceso de consumo. La inexplicable secuela de asaltos a los cajeros automáticos ante la pasividad del Ministerio de Interior, provocó también sabias reflexiones de los jerarcas del mundo del revés: unos sostuvieron que había que imponer los cajeros automáticos porque, si no había dinero efectivo en el mercado, bajarían los robos; otros, sin haber escuchado a los primeros, sostuvieron que al no haber circulante, los chorros no tenían más remedio que asaltar a los cajeros. Todo es inconsistente, ridículo, torpe, como cuando la ministra Arismendi pidió a la población que, para evitar que los “sin techo” duerman en las calles, no arrojara colchones o sofás viejos a las veredas.

Lo mismo ocurre con las consideraciones internacionales. Escuchar a dirigentes del Frente Amplio o de la central obrera sostener que no hay pruebas que involucren a Cristina Kirchner o a Lula con la corrupción, o que hay un “golpe de estado” en Brasil – que hizo elecciones hace poco para elegir a Bolsonaro -, es acceder al “reino del revés”. Advertir que la senadora Constanza Moreira justifica la corrupción de Sendic porque es “muy menor” respecto a lo que ocurre en otros países latinoamericanos, es acceder a esa quinta e imaginaria dimensión. El secretario del Partido Comunista de Uruguay, Juan Castillo, acaba de recibir en Montevideo a los delegados de los comunistas de América del Sur, quienes sentenciaron que en Venezuela no hay “presos políticos”, sino “políticos presos”. Dale que va.

Le triste es que estos personajes contemporáneos, a quienes vemos casi todas las noches en televisión, no son enajenados, locos, seres venidos de otros planetas. Son quienes nos gobiernan y nos mienten cotidianamente. A veces con una sonrisa, otras veces de mal humor, pero todos los días repiten sus mentiras impunemente, reiterando una antigua y gastada prédica de los sectores izquierdistas, los que durante todo el siglo XX se dedicaron a levantar el mito socialista, soviético, primero y cubano después. Caídos y destrozados todos los muros, ahora los ídolos con pies de barro de estos uruguayos serviles son unos dictadorzuelos narcotraficantes, que se dedican a asesinar jóvenes opositores en las calles.

De la misma especie mitológica ha sido la narración de que los tupamaros fueron presos por luchar contra la dictadura.

Dicen que la mentira tiene patas corta. No lo sé.



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