El gran engaño

Por Luis Hierro López

La sociedad y la prensa le vienen cobrando justificadas cuentas al viejo Mujica y a su versión de que era bueno.

La historia viene y va, pero en todo caso no es posible mentir sobre ella en forma permanente. Hace más de cincuenta años que unos guerrilleros delirantes iniciaron en Uruguay una guerra inspirada en la “revolución” cubana. En ancas de ese supuesto heroísmo, acá, en Uruguay, esos fanáticos asesinaron e hicieron todo lo demás. Cuándo varias personas se organizan para asesinar a otros, ¿qué más se puede preguntar sobre ellos o agregar a sus antecedentes?

El relato auto complaciente que esos protagonistas fueron construyendo los ubicó como víctimas de la dictadura, trasmitiendo la idea de  que lucharon contra ella y por eso estuvieron presos. A partir de esa mentira histórica, todo lo ocurrido en torno a la trayectoria real de los tupamaros puede ser o no verdad y puede ser o no mitología.

A ese contexto histórico se suma la personalidad de Mujica, que construyó un personaje exitoso y hasta ahora invulnerable. Pero como la historia no se detiene, el gran engaño empezó a develarse y desde la sociedad y la prensa se ha iniciado una campaña de interpelación a los viejos guerrilleros, que ya no se muestran ni tan hábiles ni tan seductores al momento de contestar. Lo paradójico del asunto es que no estamos ante una “embestida baguala” organizada por los adversarios políticos de Mujica, sino por sus ex compañeros de ruta, otros tupamaros que confirman lo que Mujica niega, es decir, que lideró una banda que asaltaba bancos e instituciones financieras en los años noventa. La acusación es muy grave y sinceramente deseo que no se confirme. Es posible que Mujica, que tuvo un rol muy importante para volcar a los tupamaros a la vida política, haya estado alejado de esos acontecimientos, pero ocurre que sus antecedentes lo debilitan, lo mismo que ocurre con su negativa a que se hayan investigado las turbias relaciones empresariales con Venezuela que mantuvieron sus allegados.

Mujica, hábil declarante, admitió el miércoles en el Senado que tres o cuatro compañeros suyos pueden haber participado de asaltos ocurridos tras la restauración democrática y la amnistía que liberó a los tupamaros. Ante esa afirmación, cabe la sospecha de que fueron más de tres o cuatro, si tenemos en cuenta que cientos de tupamaros se formaron en la ilegalidad y en la clandestinidad. No sería sorprendente que decenas de tupamaros que no tenían otros medios de vida se dedicaran a los robos organizados. Y no sería sorprendente que Mujica estuviera enterado de esas acciones. Y como en el MPP predomina una fuerte lógica del poder, no es impensable que los robos hayan sido hechos para sustentar actividades políticas y de propaganda y hayan estado avalados, por lo tanto, por los líderes de la agrupación.

El ex presidente ya ha dicho, una vez que fue preguntado por estos hechos, que se irá a la tumba con varios secretos. Más explosivo y elocuente, Eleuterio Fernández respondió en forma violenta una vez que el periodista Federico Leicht le preguntó sobre las tupabandas. El Ñato tiró el grabador al piso y contestó “¿Vos querés mandarme preso a mí? ¿No te das cuenta que si te respondo eso voy en cana?” (*)

Los mitos se van cayendo a pedazos. La historia de los tupamaros empieza a ser vista como lo que fue, una aventura impregnada por las miserias y traiciones de la guerra.

(*)https://m.facebook.com/notes/federico-leicht/se-r%C3%ADen-en-tu-cara-el-silencio-de-los-tupamaros/10157264760395333/



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