Edición Nº 1052 - Viernes 12 de setiembre de 2025

El fracaso del Estado

Por Luis Hierro López

Ni la Policía ni la Justicia pueden intervenir en diversas zonas del país, lo que un jerarca del Ministerio de Interior admite que es un “fracaso del Estado”.

Las denuncias sobre lo que ocurre en algunos barrios de Montevideo son conocidas –cotidianamente dramáticas– y lo peor que puede ocurrir es que nos acostumbremos resignadamente a convivir con ellas.

Hay calles donde los tiroteos nocturnos y los ajustes de cuentas son habituales, al punto que el Fiscal de Corte Dr. Jorge Díaz informó que en “cinco manzanas” se producen la mitad de los homicidios que se registran a lo largo del año en todo el país. Hay lugares donde taxis y ambulancias se niegan a entrar. Una reciente orden de un jerarca de la Jefatura de Montevideo, derogada luego por el Ministerio de Interior, exoneraba a los policías de cumplir, en esas zonas rojas, tareas impuestas por la Justicia porque sus vidas podían estar en peligro. A ese cuadro sobrecogedor, se ha agregado ahora la modalidad del copamiento de viviendas por parte de bandas de narcotraficantes, que desalojan a las familias y usan las casas como bases operativas. Lo curioso es que se ha informado que las autoridades se ocupan de conseguir a esas familias nuevos alojamientos, pero no hay noticias de represión y control de las acciones delictivas que provocan las forzadas mudanzas.

Hace unas horas se supo que en uno de esos barrios, dos policías que custodiaban a una mujer amenazada por un hombre, se vieron envueltos en uno de esos tiroteos, pero no reaccionaron: se ocultaron en una casa hasta que cesaron los disparos. Videos que circulan por las redes registran otros dos hechos de esa índole, en los que varios policías son intimidados por delincuentes y no ofrecen resistencia, en lastimosas imágenes que denigran el orgullo policial.

La situación es de tal entidad que hasta las autoridades del Ministerio de Interior, proclives hasta ahora a negar los hechos, empiezan a admitirlos. El director de las Mesas para la Convivencia y Seguridad Ciudadana, el sociólogo Gustavo Leal – quien ha aparecido en muchas oportunidades como principal portavoz del Ministro – reconoció que hay un retroceso en las cifras del delito y que en algunos sectores de la sociedad, sobre todo en el área metropolitana, el Estado fracasa porque su presencia no garantiza la eficacia de los servicios ni el orden públicos. Al igual que lo hizo anteriormente Bonomi, Leal sostuvo que es imprescindible aplicar en esas zonas un “shock de políticas ciudadanas”, con una fuerte presencia estatal destinada a la educación, la salud y el deporte.

La confesión del sociólogo Leal es sincera y resulta muy grave, primero porque reconoce que el Estado se encuentra en retirada ante el delito y segundo porque admite también que no hay o han fracasado las políticas sociales, tan promovidas oficialmente pero de poca o nula eficacia en términos concretos.

Ante este proceso tan amenazante, el Ministerio de Interior tiene la responsabilidad inexcusable de movilizar todos sus recursos humanos y técnicos, restableciendo la autoridad y la ley y combatiendo al delito, que es su primera obligación. El Ministerio debe conducir una Policía que se haga respetar, que imponga su presencia y su autoridad sin necesidad de usar las armas y que, en caso de que deba hacerlo, lo haga con precisión y rapidez.

Hasta ahora hubo operativos muy televisivos en esas zonas, con grandes despliegues pero con resultados mínimos. No es posible que precisamente allí dónde el “Pado”, Programa de Alta Dedicación Operativa, tiene mayor presencia, se produzca la mayor cantidad de asesinatos. Da la impresión que el Ministerio desarrolla acciones “para la tribuna”, pero de muy bajo rendimiento, lo que las expresiones del sociólogo Leal viene a confirmar.

No hay dudas de que en el largo plazo, la acción de las escuelas, los liceos, las plazas de deportes y los asistentes sociales pueden ser muy importantes, pero lo primero y urgente es que actúe la Policía y la Justicia con todas sus atribuciones y se reestablezca la autoridad.

Deseo fervientemente que ello ocurra, pero dados los antecedentes, me temo que así como está dirigido, el Estado seguirá fracasando.



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