El fracaso de la revolución
Por Julio Aguiar Carrasco
Los cambios en la constitución cubana, aunque incompletos, dan cuenta del fracaso histórico de la revolución fidelista.
Es innegable que la Revolución cubana fue un acontecimiento muy importante en la historia del siglo XX de nuestra América. Se transformó en una atracción para muchos jóvenes que creyeron ver en ella atributos que nunca tuvo.
Desde su expulsión de la OEA, su intromisión entrenando guerrilleros, la crisis de misiles en octubre de 1962 que casi provoca una la guerra nuclear, sufriendo luego un bloqueo de los Estados Unidos que solo sirvió para justificar errores del régimen, su dependencia de la URSS (que le giraba U$S 3.000 millones anuales) y luego de Chávez, transformaron a Cuba en sobreviviente de un sistema que ya había muerto en el mundo.
A pesar de tener sus discrepancias con la URSS, la caída del Muro de Berlín en 1989 fue un golpe terrible para el comunismo castrista. De allí en más, el castrismo perdió todo su “encanto”: había que sobrevivir, lo que llevó a muy duros sacrificios en la década de los 90 del siglo pasado.
El tema para los cubanos era que tal cual había sido concebida la revolución, pertenecía a una época perimida. El capitalismo liberal se imponía, la Revolución del conocimiento cambiaba el mundo en una década y el comunismo desaparecía o mutaba.
La presencia de Fidel Castro impedía cualquier salida. Defendió hasta la muerte lo hecho en la isla y quedó reducido a eso.
Cuando llegó Raúl Castro, con la presencia de Obama, pensé que podía generarse una salida pacífica hacia un Estado más libre, menos burocrático y dogmático. ¡No fue así!
Hace cinco años, Raúl Castro instalaba una Comisión que tenía por fin reformar la Constitución cubana. En estos días se han publicado algunos artículos de los 224 que propone la Comisión.
Se elimina el término comunista en la propia Constitución. Quizás para nosotros esto no sea demasiado relevante, pero para un país que creyó que eso tenía todas las respuestas, es un adelanto.
También se acepta la propiedad privada. Esto no es nuevo: hay 600 mil personas que ya son propietarias en Cuba, generando una desigualdad notoria por cuanto estos ganan mucho más que lo que puede pagar el Estado.
Se acepta el habeas corpus y el matrimonio gay, cosa notable si pensamos que Fidel Castro perseguía a los homosexuales con fiereza.
Y no podía faltar lo ridículo: el diario oficialista Gramma publicó que los temas constitucionales tratados, tomaron como referencia a las Constituciones de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Del resto todavía no se sabe mucho, pero con esto alcanza. Primero, no caben dudas que Raúl Castro está detrás de estos cambios, renunciando cada vez más a la utopía revolucionaria de Fidel Castro.
Posiblemente sea el último esfuerzo de los Castro para mantener la vela pendida.
Los actuales ingresos de la isla son las remesas que envían cubanos que viven en los Estados Unidos. El turismo ayuda no como en los años 90 del siglo pasado y el crecimiento del PBI está anclado en el 1% anual.
En lo personal creo que habrá que esperar a que falte Raúl Castro. Y también creo que posiblemente el gran empujón hacia las reformas necesarias en Cuba no la dé ni el Estado y menos el Partido comunista.
Cuba no es Vietnam ni China y menos Corea del Norte.
Las nuevas generaciones y la revolución digital conocen un mundo muy diferente al de Cuba. Por dichos medios les llegará a las nuevas generaciones lo que es la libertad: los viejos paradigmas sobre los que sobrevivió la Revolución cubana caerán uno a uno.
Todos los cambios que se procesan hoy en Cuba son un retroceso de los postulados de la Revolución. Un paso atrás, otro también.
Lo que es muy difícil precisar es cuál será el camino que tomará Cuba ante un fin evidente. Esperemos que todo suceda sin excesos ni derramamiento de sangre.
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