El Frente y sus fantasmas

Por Julio María Sanguinetti

Quien fue conspirador toda su vida, piensa que los demás conspiran. Quien fue agitador profesional asume que hay una consigna detrás de cada hoja que se mueve. Quien hizo de la crítica, del ataque y hasta de la rencorosa difamación su modo de hacer política, no reconociendo adversarios sino enemigos mortales, difícilmente está dispuesto a aceptar la crítica de los demás. Su psicología no le permite presumir buena fe en el contrario. Esto es lo que hoy, con matices, honrosas excepciones y suertes variadas, según cada caso, le está ocurriendo al Frente Amplio en el gobierno.

No obstante la bonanza económica que, sin precedentes, ha venido desde afuera, a través de notables precios internacionales y dinero fluido a bajísimo interés, el país está preocupado y el gobierno realmente desorientado, navegando a la estima al carecer de instrumentos adecuados para entender la realidad y administrarla.

La seguridad pública ha desbordado todos los diques y ya no saben qué decir. Hasta la Senadora Topolansky, uno de los mayores exponentes de ese estado de ánimo, llegó a afirmar que la pasta base se había introducido en el gobierno del Dr. Batlle, aparentemente responsable —según su extraño criterio— del flagelo que se ha expandido exponencialmente en estos últimos años… La clásica tesis de que la sociedad (y no el delincuente) es la responsable del delito, se ha derrumbado. Reconocen ahora que no basta con la prevención pero no asumen la pesada carga de la imprescindible represión. Los tabúes paralizan.

“Más y mejor Mercosur” ha pasado de ser un slogan a un sarcástico chiste. Ni más ni mejor. Menos y peor, nos dice la realidad. Y como en el gobierno anterior el frentismo tradicional arrastró al Presidente Vázquez a renunciar a un TLC con los EE.UU., estamos encerrados, bien encerrados, entre una Argentina que no cumple ni tratados ni leyes y un Brasil que mira más hacia el Norte que hacia el Sur. Nuestras empresas sufren restricciones comerciales, nuestros puertos son cercenados, no hay solución amigable para nada y así hemos perdido toda posibilidad de ser puerto de entrada al Mercosur: nadie puede instalarse en Uruguay cuando no sabe que le ocurrirá con Argentina, sea en un servicio económico o en una producción industrial. Después de una cadena de desaires e incumplimientos de la administración kirchnerista, esta semana el gobierno empieza a darse por enterado de ese humillante tratamiento al que se nos sometió y ensaya un principio de reacción.

En la educación seguimos en la misma historia. Luego de un despampanante comienzo de clases, en que se demostró la absoluta impericia de la administración, pues con dinero en la mano, no pudo ofrecer locales en condiciones normales, nos encontramos ahora en una aparente calma que cederá paso a poco de andar a problemas mayores. Lo poco que se acordó entre el gobierno y los partidos políticos, se viene cumpliendo a regañadientes y con tal lentitud que está claro —más que claro, clarísimo— que nunca las gremiales de docentes van a dejar entrar a la autoridad con medidas efectivas de mejoría del rendimiento escolar.

Al mismo tiempo se amenaza todos los días a la prensa. Según el Ministro del Interior, según el propio Presidente y ni hablemos que según la Senadora Topolansky, los medios de comunicación son los responsables de todos los males. Conforme a la teoría oficial, al informar de los robos y asesinatos, crean una psicosis que exagera la realidad. Se les considera “el enemigo”, pese a que nunca hubo más espacio en los informativos para el partido de gobierno. La oposición no logra ocupar más del 8-9% del tiempo dedicado a los asuntos públicos. Pese a ello, se cuestiona a la prensa porque a juicio del gobierno debería, lisa y llanamente, no informar de lo que está ocurriendo.

A este clima adentro de la administración, se le suma la dificultad que encuentra la dirigencia frentista para motivar a su electorado a votar en la elección interna que ungirá el nuevo Presidente de la coalición. Pese a los ríos de propaganda que circulan por radio, por televisión, por la vía pública, no se advierte un clima de interés. Los propios dirigentes reconocen que la militancia se ha reducido y que éste ya no es el viejo Frente Amplio.

Han recurrido a spots del ex Presidente Vázquez y hasta de Víctor Hugo Morales para despertar algo del entusiasmo perdido.

Todo su discurso hoy está dedicado a eludir responsabilidades en los problemas, a seguir con la monserga de la herencia histórica y a agitar fantasmas inexistentes. Quizás la mayor expresión de esa actitud fue la idea de la Senadora Topolansky de que hay que "frentizar" ideológicamente a las FF.AA. para que -como pasó con Chávez- pueda enfrentar eventualmente un golpe de Estado que hoy ni el más afiebrado de los ciudadanos puede imaginar... Como las cosas no andan, reaparecen las viejas paranoias persecutorias y esto no es bueno para nadie. A la inversa, peligroso para todos.



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