Después de Astori
Por Julio María Sanguinetti
La renuncia de Danilo Astori a su candidatura marca un punto de inflexión en la historia del Frente Amplio. Miembro de la tríada dominante en su periodo gubernamental, junto a Vázquez y Mujica, él fue la línea económica.
Desde ese lugar fue enterrando, una a una, las viejas consignas frentistas: no pagar la deuda externa, nacionalización de la banca, nacionalización del comercio exterior, reforma agraria, rechazo al Consenso de Washington y su reclamo de equilibrio fiscal, repudio a las zonas francas, etcétera, etcétera. No pudo convencerlos de la globalización y la necesidad de apertura comercial, al punto que rechazaron un acuerdo con los EE.UU. que el propio Presidente Vázquez defendía. Tampoco de preservar la reforma de la seguridad social, en su momento piedra angular de la salvación del sistema y hoy —según él mismo lo denuncia— factor de buena parte de un déficit imposible de enjugar. Tuvo que negociar día a día los impulsos desatados hacia el gasto público y allí están sus mayores pecados, al habilitar los “espacios fiscales” que fueron construyendo, precisamente, ese déficit.
El hecho es que hoy ha bajado la guardia. Su estrella ha pasado en el firmamento frentista y reconoce que le falta el apoyo suficiente para intentar una candidatura.
Estamos ante un hecho mayor: se ha terminado el Frente Amplio “moderado”, el que paraba “las locuras”, el que era votado por mucha gente que, sin ser frentista, ante lo que sentía como un inevitable triunfo frentista pensaba que era un modo de preservar al país de males mayores…
Ahora queda el Frente Amplio puro y duro. El del MPP, del Partido Comunista, del PIT CNT y un Partido Socialista que, sin la estructura de los anteriores, termina siendo arrastrado. El Frente Amplio que apoya a Venezuela, el que cree que allí hay una democracia; el que también cree en el socialismo cubano, expresión máxima de la “igualada hacia abajo” que condenó a todos los gobiernos de Europa del Este.
Se me dirá, por supuesto, que esto es agitar fantasmas, porque no están proponiendo ninguna revolución y, luego de tres gobiernos, eso ha quedado claro. Esto último es verdad, porque el astorismo, en los hechos, les hizo bajar las viejas consignas con las que durante 50 años pintaron muros, pero en la vida diaria tratan de seguir viviendo la democracia desde su óptica de lucha de clases. Por eso las leyes deliberadamente inconstitucionales. O las ocupaciones de empresas, sin entender que ello está condenando a los trabajadores, ya que decisiones como esa están en la base de la baja inversión actual. Esa mentalidad es la misma que impide desalojar la Facultad de Ciencias Sociales tomada por “ocupas”. Por lo mismo arrancaron en 2005 su gobierno lanzando 700 presos a la calle bajo la consigna de la “sociedad culpable” e instalar así un permisivismo que nos ha llevado al desastre. Y por lo mismo también destruyeron la búsqueda de calidad en la educación, bajo la práctica del “pase social”, que ha sido la resignación ante la ignorancia y la condena a los más necesitados.
Se resignan a la libertad política, la economía de mercado y los frenos constitucionales, pero siguen soñando con la revolución imposible.
El alejamiento de Astori de la primera línea, entonces, marca un hito. Que también se proyectará en el movimiento sindical, donde dirigentes más jóvenes parecen estar más en la idea de la lucha de clases que la del reformismo social.
Electoralmente, esta es una oportunidad para la oposición. Sentimos que particularmente lo es para los batllistas, que seguimos creyendo en el Estado de Bienestar, construido en su tiempo y continuado en los últimos años, en que supimos crear desde los CAIF hasta universalizar la educación preescolar y difundir las escuelas de tiempo completo.
No se trata hoy de discutir etiquetas. El Batllismo es reformismo. Nunca fue revolución violenta ni conservadurismo. Siempre reformista, siempre mirada hacia delante y hacia arriba. Estamos trabajando para que la ciudadanía así lo entienda. A partir de ahora, hay más posibilidades.
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