De Las Piedras a Melo

Por Julio María Sanguinetti

Este año, sorpresivamente, nuestro gobierno resolvió celebrar el 18 de Mayo, fecha de la Batalla de Las Piedras, fuera del lugar histórico en que siempre se festejó y donde un notable monumento conmemorativo enmarca desde siempre el desfile tradicional. Realmente es una extravagancia, cuando en los años anteriores se ha cumplido con gran éxito la conmemoración en el lugar marcado por la historia.

Sacar de Las Piedras el recuerdo de la batalla epónima es como mudar de Florida la fecha de la Declaratoria del 25 de agosto. No tiene sentido. Del mismo modo que el 18 de Julio bien podría festejarse en cualquier punto del territorio nacional, porque el juramento constitucional se realizó no sólo en la Plaza de la Constitución, en Montevideo, sino en todo el país, con los altibajos del tiempo, pero en todas las ciudades.

Especialmente resulta extraño este traslado, tratándose del Ejército, que considera con toda justicia que allí nace formalmente esa institución fundamental del Estado. La Batalla de Las Piedras es el primer gran acto afirmativo de nuestra identidad, decisivo en un momento en que la Revolución de Mayo venía siendo derrotada y estalló esta victoria como la primera frente a la autoridad española. Desde allí se irá configurando una personalidad nacional que cuajará luego en una República orgullosamente independiente hasta hoy.

En la ocasión, el Comandante en Jefe del Ejército pronunció un discurso de tono mesurado no del todo compartible. Por ejemplo, recuerda a los cuatro soldados que hace 41 años fueron asesinados por los tupamaros y dice: “... un lamentable episodio… sobre el cual cada una de las partes da una razón de quien comenzó... o las causas del conflicto”. No hay una palabra de claro repudio al crimen, de nítida defensa de sus hombres (los muertos eran “sus” modestos camaradas) y no se trata de que hay dos “partes” con versiones distintas. No es así. Ese fue un episodio sangriento y ominoso. No se trata de exacerbar ánimos, desde ya, pero un mínimo de solidaridad con la institución que representa impone algo revelador de una identidad militar dolorida y agraviada.

Cuando se refiere, más adelante, a los debates sobre el pasado, afirma que “estamos en la hora de cerrar estos silogismos, en busca de uno u otro culpable, es la hora de abandonar las posturas maniqueístas y, fundamentalmente, es la hora de usar el intelecto, cualidad humana que nos aleja de la intolerancia, sacándonos de la oscuridad y las tinieblas”. Más allá de que no advertimos “silogismos” en la mirada hacia el pasado sino aún mucha intolerancia, la compartible búsqueda de soluciones inteligentes no está a la vista cuando se ignoran dos plebiscitos rotundos y ahora se organiza, desde el gobierno mismo, una onda de resistencia al ejercicio de las competencias del Poder Judicial. Cuando éste, a nuestro juicio con abuso en la mayoría de los casos, ignoraba la ley de caducidad y metía presos a algunos militares y policías, todos estaban contentos; cuando, en cambio, le pone freno a una grosería legal cuya inconstitucionalidad es indiscutible, se organiza toda una resistencia de grupos radicales, a los que se suman las mayores jerarquías del gobierno en una insólita presión sobre los magistrados.

Desgraciadamente, hay grupos que nunca van a aceptar la realidad. La búsqueda de “la verdad” nunca estuvo impedida por la ley de caducidad, que en cambio lo que sí estableció es que no se juzgaría, como no se juzgó a quienes nunca habían estado presos por crímenes guerrilleros aún impunes. Todo se hizo en la búsqueda de una paz que, felizmente, se alcanzó en los hechos, pero que no ha alcanzado a la generalidad de los espíritus, cuando se ve tanto ánimo de revancha.

Naturalmente, un Comandante en Jefe tiene limitaciones para hablar, que comprendemos y respetamos. Pero con buen tono se puede, por lo menos, interpretar el sentimiento de la gente que comanda y que realmente se desanima cuando ven tanta distancia, tanta lejanía con lo que incluso expresan las autoridades del gobierno.

En cuanto a la fecha patria, no innovemos... Si el 18 de Julio se le quiere llevar al interior, muy bien, pero no es atinado dejar a Las Piedras sin su momento de gloria. Máxime cuando ese día se reabría un circo deportivo identificado con su pueblo.



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