“Conejillo de Indias”

Por Julio María Sanguinetti

No tomó en cuenta la opinión de las cátedras de psiquiatría, neurología y toxicología, unánimes en señalar sus daños, comprobados fehacientemente por largas investigaciones científicas que en los últimos tiempos han cambiado la percepción sobre una droga que hace unos años se veía poco agresiva.

También se ignoró la opinión unánime de los técnicos responsables de las organizaciones dedicadas a la recuperación de adictos. “Es apagar un fuego con nafta”, afirmó quien dirige una de las mayores clínicas.

Dejó de lado encuestas de opinión pública negativas, que antes había declarado que lo llevarían a desistir si no eran aprobatorias.

Se despreciaron todos los tratados y convenios internacionales que nos imponen luchar contra los consumos de drogas, cuando en otros casos —con legislaciones de mucho menor valor jurídico— se toman como verdad revelada y hasta se sostiene que están por encima de la Constitución de la República.

Afirmó el Presidente que estaría de acuerdo en someter la ley a votación popular, pero inmediatamente se desdijo.

Arrojada la piedra, se sacudieron las aguas. Aquí y en el mundo, que de un día para el otro puso sus focos en este país que se prestaba a ser “conejillo de indias” de una experiencia casi sin precedentes. Arrobado por esa publicidad, quizás sintiéndose de nuevo revolucionario, nuestro Presidente siguió adelante. Y contagió a su partido, hasta el punto de que el ex Presidente Vázquez, hoy candidato, abandonó su sitial de campeón de la exitosa lucha contra el consumo del tabaco para dar una voltereta inexplicable y manifestarse a favor de “regular” la marihuana y también —insólitamente— la “cocaína”.

El Dr. Vázquez insiste en que la marihuana hace daño, pero se suma a este salto al vacío cuando estaba en la mejor posición para reclamar una campaña como la del tabaco, que alertara a la población sobre sus males, intentara llegar a los jóvenes por la vía publicitaria, educativa y sanitaria, evaluara sus resultados y, en función de ellos, se abriera realmente un debate serio sobre el tema. Según una encuestas de la Junta Nacional de Drogas, el tabaco se ha reducido en los estudiantes de enseñanza media (de 30,2% a 13,1%) lo que demuestra que es posible mejorar. ¿Por qué entonces no intentarlo ya con la marihuana, que tiene una muchísimo menor difusión y arraigo, pero que está creciendo? ¿Por qué bajar los brazos y resignarse antes de hacer lo que la unanimidad considera imprescindible?

Si esta actitud de nuestro colega ex Presidente es difícil de comprender, más lo es cuando incluye la cocaína en las drogas a “regular”, o sea a liberalizar y reglamentar (que eso quiere decir regular). No queremos adjetivar, pero esta inclusión es de una gravedad tal que nos asombra no haya merecido aún un debate mayor, naturalmente tratándose de alguien con esas responsabilidades cívicas.

Al amparo de estas propuestas se ha instalado en el país un clima de permisivismo que preludia inequívocamente un aumento del consumo de drogas. Y decimos drogas, porque todos los estudios existentes dicen que quienes han caído en la cocaína, comenzaron en su mayoría con la marihuana. La liberalización se presenta como algo progresista, moderno, juvenil, una transgresión razonable a las disciplinas de la sociedad “burguesa”… Se reconoce unánimemente que hay que educar, pero no se da un paso en esa dirección y se sigue adelante, amparándose incluso en la falacia de que “más daño hace el alcohol, más daño hace el tabaco”, como si no hubiera —como hay— un enorme esfuerzo para racionalizar esos consumos, que obviamente tienen una difusión mayoritaria, pero en los cuales felizmente se viene mejorando.

Cuanto más se habla del tema, más evidente resulta, además, que el tema policíaco que se pretendía resolver, se va a agravar. El narcotráfico seguirá con el mercado de pasta base, la heroína, la cocaína y la mitad por lo menos de la marihuana que consumen los menores de 18 años. Al amparo del clima de tolerancia a la droga y con la proliferación de plantaciones que irán apareciendo, sus márgenes de acción se amplían exponencialmente. Se requiere mucha ingenuidad para pensar lo contrario.

La pregunta que carcome es: ¿por qué no se inicia ya la campaña de educación sobre los males de todas las drogas, con especial referencia a la bendecida marihuana? ¿Por qué no se intenta realmente consultar a la ciudadanía, luego de un debate responsable y profundo del tema?

El Presidente se retractó cuando se le explicó que el Poder Ejecutivo carecía de competencia para plantear un referéndum. Pero, ¿por qué no un referéndum consultivo? ¿Por qué no un acuerdo parlamentario amplio que prevea legalmente esa consulta y abra así un camino serio para encarar el tema?

Transformar el país en un conejillo de indias, someterlo al banco de pruebas de un riesgoso experimento, lisa y llanamente, no es responsable.

(Publicado en El País de Montevideo el 18 de agosto pasado)



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