Cid, mercenario, luchador y líder

Por LA LIBRERIA

Sidi-Un relato de frontera. Alfaguara. Setiembre 2019. 371 páginas, por Arturo Pérez-Reverte.

Arturo Pérez Reverte- Cartagena, España, 1951 - es miembro de la Real Academia Española Fue reportero de guerra durante veintiún años. Ha escrito diversas novelas y series (Falcó), estimándose que cuenta con más de quince millones de lectores en todo el mundo. Escribe artículos habitualmente en El País de Madrid.

En esta novela nos presenta las aventuras del Cid, en términos de ficción y con ciertas licencias literarias. A su dominio del idioma español, agrega términos y expresiones, así como nombres de las vestimentas árabes y españolas, de las armas y arreos de los caballos, del andalusí del siglo XI, así como del latín catalán y árabe andalusí. En nuestro caso, hemos recurrido, frecuentemente, a la consulta de su significado, aunque muchas veces es obvio y, por ello, no dificulta la lectura.

El autor nos advierte sobre su personaje: “En él se funden de un modo fascinante, la aventura, la historia y la leyenda. Hay muchos Cid en la tradición española y este es el mío”.

Nos presenta al Cid que exige juramento a un rey en cuanto a que no participó en un crimen, luego desterrado y convertido en mercenario, que lucha por reyes españoles o moros, que intentan o extender su territorio o expulsar invasores, en esa España dividida en reinos de unos y otros.

Su paga es, en ocasiones, un adelanto para los pertrechos destinados a las acciones militares que desarrollará, más un porcentaje en esclavos, ganado, armas, oro o plata que se apropie luego del éxito en la lucha. Combates que describe con crudeza, en los cuales muchas veces no hay piedad para los vencidos.

Así describe el Cid a sus huestes: “Rostros curtidos de viento, frío y sol, arrugas en torno a los ojos incluso entre los más jóvenes, manos encallecidas de empuñar armas y pelear. Jinetes que se persignaban antes de entrar en combate y vendían su vida o muerte para ganarse el pan. Profesionales de la frontera, sabían luchar con crueldad y morir con sencillez. No eran malos hombres, concluyó. Ni tampoco ajenos a la compasión. Sólo gente dura en un mundo duro”.

Imagina y relata los pensamientos y preocupaciones de esos hombres antes de entrar en combate, sabiendo que se trata de vencer o morir. Describe también al Cid que pasó de ser un “infanzón burgalés” a Sidi Qambitur (el Señor que cabalga) para los moros. Un líder que, como tal, puede ser tanto con sus hombres como con sus enemigos, amigable y hasta romántico, pero también implacable con unos y otros si así lo considera por su comportamiento en el combate o faltas al reglamento por él impuesto.

Cumplida su misión, el vencido le advierte: “que no te envanezca haber hecho jurar a un rey y derrotar a un Conde de Barcelona. Todo se paga”. Responde el Cid: “Tengo un caballo y una buena espada, señor…Lo demás, Dios lo proveerá”.




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