Banderas, mucho trabajo y cercanía

Por Luis Hierro López

Culminado el ciclo electoral de 2019-20, conviene hacer un repaso de algunas cuestiones que el Partido Colorado debería tener en cuenta en el próximo tiempo.

Somos un Partido que no requiere presentaciones ni programas ampulosos. Es posible que nos falten candidatos, los que vamos a encontrar e ir formando en el próximo tiempo, pero no nos faltan ni historia ni banderas. Somos el partido de la República y de las libertades, de la laicidad, de la equidad, del reformismo y del humanismo. Pero por más glorioso que sea ese pasado, nos importa más el porvenir, soñar y construir al Uruguay del 2030.

Con ese norte, sobre el que no podemos claudicar, es necesario que el Partido desarrolle, sobre todo en Montevideo y en Canelones, una renovada actividad territorial -llevada adelante en forma permanente, todos los días, todos los años- de la que nuestra colectividad fue pionera a principios del siglo XX. Recordemos que la modernización partidaria que propuso y realizó Batlle y Ordóñez desde 1890 en adelante, se basó en buena medida en los clubes instalados precisamente en torno a una distribución geográfica coincidente con las jurisdicciones electorales. Hoy tenemos otras realidades, pero la esencia del asunto es la misma, vincular a los representantes del Partido o de sus sectores al barrio, a los vecinos, a la territorialidad que no ha sido sustituida por las redes sociales, sino que se complementan. Las redes son también cara a cara, pero la territorialidad es persona a persona.

Cuando aún la mayoría de la población no participa de la elección de alcaldes y concejales, es indudable que ese tercer nivel de gobierno ha venido para quedarse. El sistema es polémico, porque resulta costoso o incomprensible para muchos vecinos, que no advierten todavía las ventajas de esa intermediación. Pero el mecanismo está ahí, por lo que el Partido Colorado no puede desconocerlo o despreciarlo. Hay que meterse adentro, lo que implica que buena parte de los elencos políticos se dediquen a esa tarea más artesanal y pragmática, pero que tiene las virtudes de la cercanía con la gente, un baño de realismo que le hace bien a todos los partidos políticos en cualquier circunstancia.

Hay en todo el país, y especialmente en Montevideo, cientos de jóvenes colorados que en estas elecciones departamentales se dedicaron a esa sacrificada tarea, sin medios económicos, repechando desde el llano, buscando el voto mano a mano, apenas con alguna propaganda casera y sacándole horas al sueño y a sus familias para volcarlas a su demostrada vocación de servicio. A ellos debemos expresar nuestro reconocimiento, diciéndoles que están marcando un camino claro y generoso. La última vez que tuve oportunidad de hacer esa noble tarea de coordinar los trabajos partidarios en una zona -en la que me inicié antes de la dictadura- fue en la elección de 1994, en Malvín Norte. Aún tengo, por suerte, amigos de esos años, que siguen bregando por la causa colorada y batllista y que recuerdan con cariño nuestras reuniones de ese tiempo. No hay vida política sin esa actividad básica, que requiere una enorme paciencia y una gran vocación. Para llevar adelante la enorme bandera del Partido Colorado se requieren esas condiciones: constancia en la lucha y convicción en los ideales, sin las cuales la militancia carece de sentido.

Las circunstancias políticas y electorales imponen hoy los mecanismos de las alianzas y las coaliciones y, ante ello, hay algunos colorados que sostienen que vamos a perder la identidad. No creo que sea así: un partido con nuestra historia y con una larga serie de contribuciones a la República no pierde sus raíces por aliarse. Por el contrario, en la actual coalición el Partido tiene un espacio mayor al propio para demostrar su histórico oficio de gobierno, para proyectar nuevos elencos y para influir en el diseño y en la realización del porvenir, que son las claves para refrescar nuestra vigencia. Algo de eso han sentido los miles de muchachos que levantaron con orgullo la bandera colorada, ratificando una presencia renovada y fuerte. Es curioso advertir en las redes los comentarios quejosos de unos pocos colorados escépticos, que son, precisamente, los que no participaron de esas tareas.

A su vez, algunos adversarios y analistas vuelven a sus sesudas reflexiones sobre la extinción del Partido Colorado. Es oportuno recordar que hace décadas y siglos que se habla de eso. Los primeros escritos en ese sentido se produjeron tras la guerra grande, en 1855, hace 165 años...

Sin orgullo desmedido y, mucho menos, sin vanidad, no olvidemos ni por un instante lo que somos y significamos en la vida del país.




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