Por Consuelo Pérez
El desempeño de un funcionario público debe enmarcarse en los cometidos que el Estado le ha asignado, y si su cargo es electivo, la responsabilidad se ve potenciada en las expectativas depositadas en él. Apartarse intencionalmente de su rol, es, al menos, inmoral.
Tengamos presente que el "rol" es el papel o función que alguien representa o desempeña, por voluntad propia o por compromiso. Como decíamos, las personas que ejecutan tareas en el ámbito de la función pública, tienen -o deberían tener- claramente definidos sus roles, en aras de sostener un ejercicio adecuado de su función.
Si el cargo es electivo, obviamente sus funciones y desempeño -su rol- debe estar en concordancia con lo prometido, pues ha generado expectativas que lo han puesto donde está.
Ciertamente pueden producirse desvíos involuntarios, sean por fuerza mayor o por omisión no intencionada, y eso no es novedad. La realidad es cambiante, y si de promesas políticas que no se pueden cumplir hablamos, admitirlo y trasmitirlo con transparencia es una señal que al menos, alienta.
Pero si independientemente de que cumplamos o no con nuestras obligaciones, nos salimos en forma voluntaria y mal intencionada de los roles para los cuales fuimos elegidos, somos merecedores de castigo. El que sea, proporcional a nuestra falta.
Serían sin duda muchos los ejemplos a aportar, de todos los tipos y colores, pero, nobleza obliga, los más mediáticos, son los más inaceptables.
Y al frente de ellos, la intendente de Montevideo es amplia ganadora. Tiene la obligación postergada desde hace décadas por el conglomerado al que pertenece, de administrar con probidad la ciudad. No vemos resultados, lo que no le preocupa, obviamente, porque su tiempo parece que se utiliza en otros menesteres que deberían serle ajenos.
No es su obligación concurrir a los diversos Congresos de Intendentes, donde los temas le son inherentes a sus cometidos, y de hecho, insólitamente, no lo hace. Sí concurre -tampoco es su obligación- a todo acto que suponga una posible acumulación de futuros votos. Y también intenta cuando se le presenta la oportunidad, atribuirse logros ajenos. En definitiva, esto último no importa mucho, pues lo que realmente importa es el servicio a la población, lo haga quien lo haga.
Ciertamente tiene experiencia en desviarse de sus roles, y el Antel Arena es un hermoso ejemplo, de principio a fin, con entrega de obra con parafernalia incluida. Y no hablaremos de los posibles delitos por los que está siendo investigada, atribuibles a esa gestión. Sí hablamos del desvío de roles, que a diario se ha tornado repetitivo, mediático e insoportable para todo ser republicano, y que ya desde su presencia al frente de Antel, volanteó con gastos en publicidad insólitos y sin antecedentes por lo desproporcionados, con un fin claro, que todo ciudadano percibe y conoce.
Su arenga invocando el "atentado a la salud pública" por el asunto de la caja de cigarrillos dura o blanda, es un pequeño ejemplo que habla de lo peor que un político puede hacer en forma intencional, procurando generar reacciones en un ámbito que no le pertenece. Ámbito político que invade sin escrúpulos y a diario, y que nada tiene que ver con su postergada obligación de retirar la basura.
Pero ya se ha demostrado hace poco -ella parece desconocerlo- que como en el título de estas reflexiones, el que no atienda su juego, "pagará, pagará, una prenda tendrá".