Edición Nº 1062 - Viernes 21 de noviembre de 2025

A propósito del contundente NO a la reforma constitucional en Chile

Con casi el 62% de votos por el NO, fue rechazado el proyecto de reforma constitucional elaborado por una convención constituyente en la que el Partido Comunista y la izquierda radical estaban ostensiblemente sobrerrepresentados.

El proceso de reforma constitucional iniciado en noviembre de 2019 luego de los estallidos sociales ocurridos durante el mes de octubre y principios de noviembre de 2019 y como una forma de apaciguar la agitación política y social que afectaba al país trasandino. Ello prefiguraba un mal comienzo.

El proceso empeoró con la elección de la convención constitucional, llevada a cabo durante los días 15 y 16 de mayo de 2020, sin voto obligatorio y en plena pandemia, resultando en una abstención de más del 70% del electorado. Además, se reservaron escaños para los pueblos originarios y se permitieron candidatos independientes, sin partidos pero en su inmensa mayoría autoproclamados de izquierda, que terminaron teniendo un 64% de los escaños.

El rocambolesco proceso, incluidos los debates en la convención, finalizó -previsiblemente- en un engendro plagado de voluntarismo y disparates, como la consagración de una "justicia de pueblos originarios" conviviendo con el Poder Judicial ordinario.

Así las cosas y esta vez con voto obligatorio y sin pandemia (fue la elección con mayor participación en los últimos ocho años), el rechazo al proyecto de nueva constitución fue rechazado por el 62% del electorado. Tres de cada cinco chilenos rechazaron el texto.

Las reacciones de dolor y bronca en el "campo progresista" no se hicieron esperar. El más brutal fue el flamante presidente colombiano, Gustavo Petro, quien lacónicamente tuiteó: "Revivió Pinochet". Nicolás Maduro, por su parte, expresó "dolor para los pueblos de América Latina y el Caribe, para la memoria de los mártires, desaparecidos, torturados", agregando en línea similar a la de Petro, que "quedó vigente la Constitución de la dictadura de Pinochet".

Por su parte, una infinidad de militantes de las causas "progresistas" expresó con menos diplomacia su frustración en las redes sociales, insistiendo en fantasmal triunfo "pinochetista".

Quien, en cambio, se mostró sereno, ponderado, fue el presidente chileno Gabriel Boric: "Los anhelos de cambio y dignidad exigen a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, diálogo, respeto y cariño, hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todas y todos. Para allá vamos. ¡Que viva la democracia y que viva Chile!".

En primer lugar, es una caricatura y una falsedad que la Constitución de Chile que continuará vigente es "de Pinochet". La Constitución de 1980 fue reformada 60 veces entre 1989 y 2022. Tal vez la reforma más importante haya sido la de 2005 por lo cual, más que "de Pinochet", muchos la denominan "la Constitución de Lagos", por el presidente Ricardo Lagos, quien tuvo la inmensa sabiduría de advertir desde el principio que, como viene de decir Boric, una Constitución debe interpretar a todos los ciudadanos, no puede ser sectaria. Y en esa línea consensuó con la oposición de derecha reformas claves que despojaron al texto constitucional de los principales "enclaves pinochetistas". "Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile", manifestó entonces Ricardo Lagos. Así que nada de "Constitución de Pinochet".

El proceso chileno deja en evidencia que, cuando entiende que está al alcance de su mano, un sector de la izquierda no vacilará en imponer sectariamente sus dogmas, demoliendo las instituciones democrático-liberales. En Chile, por fortuna, fueron derrotados.

Y la gran lección es esa misma: una Constitución debe ser un acuerdo que represente a un amplísimo espectro de opinión, no una imposición sectaria.




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