A 30 años del Muro y a días del ballotage
Por Juan Friedl
La riqueza no viene dada. La falta de la misma, en un contexto en que la hay, se debe a una combinación de mala suerte, decisiones equivocadas y socialismo. Un análisis que ignore cualquiera de estos tres factores, omite información necesaria para entender y remediar el problema.
El lugar y fecha de nacimiento, familia de origen, y una multitud de circunstancias ambientales que determinan el capital material e inmaterial a disposición del individuo a través de las usuales relaciones voluntarias no son algo que se escoja. Asimismo, el mercado es un proceso complejo, en el fondo impredecible. No es descabellado asumir que, a igualdad de condiciones —de aquellas en que la persona puede influir previamente—, fundirse o hacerse rico depende de circunstancias de momento y lugar.
En tanto comprar, vender, consumir, ahorrar, invertir (ello incluye: estudiar y adquirir experiencia, así como elegir en qué), son acciones con consecuencias económicas, la influencia del comportamiento propio en el nivel patrimonial es innegable. Aun desde un marco 100% determinista, el comportamiento humano es en gran medida intelectual, simbólica y verbalmente regulado; de lo cual forman parte nociones de responsabilidad o no responsabilidad, capaces de alterarlo para un lado u otro.
El punto respecto del socialismo es, en realidad, redundante con los anteriores, ya que las instituciones en las que la acción individual se enmarca dependen, en distinta proporción según el caso, de factores producto del comportamiento y elecciones propias, y factores no producto de los mismos. Aun así, específicamente, las trabas institucionales al libre ejercicio de la capacidad humana de anticipar un beneficio por asignar o no recursos (trabajo, bienes, etc.) a la consecución de ciertos fines en el marco de intercambios de mutuo acuerdo, impiden la creación de riqueza, manteniendo la pobreza.
Dado esto, y que se pretende transparentar —o no— procedimientos con los que la sociedad aborda los efectos del azar en el nivel de ingresos; recuperar —o no— la noción de responsabilidad personal; y reducir —o aumentar— las trabas mencionadas en el tercer punto, entiendo que para reducir la pobreza es mucho más adecuada la coalición encabezada por Lacalle-Argimón, que la representada por Martínez-Villar.
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