25 años de los CAIF

Por Julio María Sanguinetti

Está de moda hablar de las políticas sociales y algunos conspicuos frentistas —pienso que en ocasiones hasta sin mala fe— parecen actuar con la idea de que es algo que recién comienza, algo que nace con el Frente Amplio, cuando el Uruguay fue pionero en esas reformas sociales por la acción del Batllismo.

Sería ocioso enumerar todo lo que el país hizo, pero baste recordar, a título de ejemplo, que las fundamentales leyes de 8 horas y de accidentes de trabajo son de la segunda histórica presidencia de José Batlle y Ordóñez; como lo son también la creación de los liceos departamentales en cada capital o la gratuidad de la enseñanza secundaria y universitaria; o bien la creación del Instituto de Protección al Menor y las Pensiones a la Vejez. Las asignaciones familiares y los Consejos de Salarios son de 1943, del relevante gobierno colorado de Juan José Amézaga, continuado por el de Luis Batlle Berres, cuya política de industrialización alcanza el máximo de ocupación laboral.

Este mirada sobre el pasado, que es la que explica el desarrollo de las clases medias en Uruguay y su condición pionera en América Latina, no es historia congelada. Se celebran por estos días el nacimiento de los CAIF (Centro de Atención a la Infancia y la Familia), que atendieron a los niños de entre 2 y 5 años y que fueron creados en 1988, durante mi primera Presidencia. Se fundaron entonces 28 centros en un esquema de colaboración Estado-sociedad civil que fue particularmente exitoso y continuado desde entonces por los cinco sucesivos gobiernos, para alcanzar hoy 336 centros, con 45 mil niños de entre 0 y 3 años.

En aquellos años (1986) el 3,3% de los hogares de Montevideo estaba en situación de extrema pobreza; la cifra ascendía 6,4% en el interior. Cinco años después, esas cifras habían bajado a 1,3% y 1,8% respectivamente, y a 0,7% y 0,8% en el año 2000. Estos resultados no fueron un clavel del aire. Se inscribieron en una política general de combate a la pobreza que permitió bajarla de 46% a 26% de la población entre 1985 y 1990. Con la reforma educativa de 1995, al tiempo que se expandían los CAIF, se lanzaban programas tan sustanciales y exitosos como el de universalización de la educación preescolar de los niños de 5 años y avanzar sustancialmente en aquella para los de 4. Las escuelas de tiempo completo, inscriptas en esa misma reforma, atendían de modo preferente aquellas escuelas con los peores guarismos de repetición y extra edad.

Se trata, entonces, de una continuidad histórica del Batllismo, en todas sus etapas: la de Batlle y Ordóñez, la de Amézaga y la de Luis Batlle, y también la de los últimos años. La preocupación social, sustento también de la democracia, está en el corazón de esa ideología que sólo podía enraizar en la tradición liberal del Partido Colorado, bien opuesta a la concepción de lucha de clases sostenidas por el socialismo. Del mismo modo, en la otra frontera, el viejo concepto caritativo, filantrópico, referido a la benevolencia del más pudiente y propio de la visión conservadora, se transformó —a partir de aquella etapa pionera— en la moderna concepción de seguridad social que hizo del Uruguay lo que fue y tendrá que volver a ser.



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