En la noche del martes falleció Alberto Zumarán. Tenía 79 años y dejaba atrás una vida ejemplar, de clásico agricultor de Melilla, hombre de bien en todas las dimensiones de la palabra y un ciudadano que marcó con sello indeleble una etapa fundamental de la vida democrática del país.
Le conocimos en tiempos de la dictadura, cuando coincidíamos en la oposición clandestina a la dictadura dirigentes colorados y blancos, que manteníamos viva la idea del retorno democrático. Es en ese momento que asume, junto a Juan Pivel Devoto, Guillermo García Costa, Gonzalo Aguirre, Fernando Oliú, Juan Martín Posadas y otros correligionarios, la representación del movimiento "Por la Patria", liderado por Wilson Ferreira Aldunate desde el exilio. En ese carácter funda el semanario "La Democracia", en julio de 1981, que se sumó a los colorados ya en la calle, "Opinar" y "Correo de los Viernes", y al demócrata cristiano "Opción", para protagonizar el debate político. Zumarán codirigió "La Democracia" con Mario Jaso y Roberto Rubio y mereció innúmeras sanciones, cada vez que publicó una foto o alguna alocución de su líder. Es más, recordamos que en mayo de 1983 se le suspendió por 24 ediciones para bombardear, desde la presidencia del teniente general Álvarez el diálogo del Parque Hotel que se había instalado ante la visita de los reyes de España.
En todo ese tiempo, fue su actuación descollante, sobria siempre pero descollante, en especial luego de que la elección interna dio una fuerte mayoría al wilsonismo en el Partido Nacional. Naturalmente, la estrategia de su partido fue distinta a la que llevábamos adelante el Partido Colorado, el Frente Amplio y la Unión Cívica. Ello desembocó en el Pacto del Club Naval, en agosto de 1984, del que no participa el Partido Nacional. Enfrentado a la necesidad de decidir si concurre o no a la elección, Wilson asume la decisión de incorporar al partido al proceso electoral y nombra como sus candidatos a Zumarán y Gonzalo Aguirre.
Producida la elección, el 25 de noviembre de 1984, con el triunfo de nuestra fórmula, en esa noche, Zumarán tiene un gesto de enorme valor institucional. Mientras estábamos reunidos en la Casa del Partido Colorado comenzando el acto de proclamación de nuestra victoria, aparece sorpresivamente, en medio de aplausos calurosos. No habiendo participado el Partido Nacional del Club Naval y con Wilson aún preso, ese gesto rubricaba la concordia nacional. Las dos estrategias quedaban hacia atrás. Solo la institucionalidad pasaba a ser el desafío de las colectividades democráticas.
Aquel gesto, en aquel tiempo, en el clima de exaltación que vivíamos, fue un campanazo de enorme resonancia cuando aún se escuchaban voces radicales impugnando la elección.
De ese modo, Zumarán pasó a actuar junto a Wilson en todo el proceso de restablecimiento de la democracia y a su fallecimiento, liderando el wilsonismo, hasta entonces mayoritario. En la elección de 1989 volvió a ser candidato, pero fue superado por Luis Alberto Lacalle, que se consagraría Presidente de la República. Ocupará el Senado por dos períodos más y presidiría luego la Comisión Administradora del Río de la Plata.
Más allá de este relato de contenido político, emerge una figura humana de calidad singular. Firme de carácter y a la vez bondadoso, principista político tanto como hombre de consensos, su presencia emanaba serenidad, honestidad, autenticidad. Podríamos discrepar políticamente, pero siempre había un puente de afecto que humanizaba los debates.
Con ese espíritu transitó sus años. La palabra patriota, tantas veces usada retóricamente, en su caso expresa cabalmente su paso por la vida institucional de la República. Ningún demócrata puede olvidar aquel abrazo de la noche del 25 de noviembre de 1984, en que Zumarán le proclamó al país que por encima de todo estaban las instituciones.
J. M. S.