Uruguayos de clase A y de clase B

Por Adrián Juri

Marina Arismendi cree que la “situación de calle no es sinónimo de indigencia”

En estos días escuchamos a la Ministro de Desarrollo Social, Marina Arismendi, relativizar la situación desgraciada de las personas que viven a la intemperie en todo el país. En este sentido expresó lo siguiente: “…hay profesionales universitarios, gente educada de altísimo nivel que está en la calle por consumo, por haber roto los vínculos familiares, con la comunidad, por haber estado privados de libertad o por problemas de salud mental…”.

No podemos permitir que siempre el Frente Amplio caiga en la división de la sociedad y la categorización de los uruguayos. Como expresa nuestra Constitución, todas las personas que habitan el territorio nacional son iguales ante la ley, no reconociéndose entre ellas otras diferencias que las de los talentos o las virtudes. No hay personas o ciudadanos clase A o clase B.

No obstante, la Ministro Arismendi se empeña en calificar como “no indigentes” a uruguayos que viven en la calle. A tales efectos, considera como justificación válida y excluyente a la condición de indigente, diferentes motivos por el cual esas personas han llegado a tan penosa situación.

Con esta mentalidad retrógrada y fuera de lugar de los integrantes del gobierno, ¿cómo podemos creer que los adictos o las personas que estuvieron privadas de libertad pueden reinsertarse en la sociedad sin darles ningún tipo de apoyo?

Lamentablemente, muchos de los indigentes que no cuentan con el respaldo o apoyo del Estado para salir adelante y superar la situación actual llegan a delinquir e incrementan los índices de inseguridad. Ello promueve que el resto de la sociedad naturalmente margine a todos por igual, entrando en un círculo vicioso cada vez más complejo al cual hay que hincarle el diente con mano firme pero comprendiendo la situación de cada uno y no intentando restarle trascendencia en virtud de las motivaciones que les llevaron a vivir en situación de calle.

La indigencia, con su consecuente uso diario de las veredas y otros espacios públicos como dormitorio, no teniendo que comer o donde pegarse un baño, es para todos igual. Estas necesidades son las mínimas e indispensables que un Estado, hoy ausente, debe brindarle a su gente.

Según la Real Academia Española, Indigencia (del latín indigentia) es la falta de medios para satisfacer las necesidades básicas (alimentación, vestimenta, etc.). La persona que sufre la indigencia se conoce como indigente.

Si alguien le puede hacer llegar esta definición a la señora Arismendi sería importante, para que se desasne.

Entendemos que el Estado debe contar con políticas y programas especiales para personas en situación de calle, ya sea con problemas de adicción, psicológicos, de exclusión familiar, de falta de trabajo, de una vivienda o una familia, contando con equipos multidisciplinarios de profesionales que los contengan, que los ayuden a aceptar un tratamiento en caso que lo requieran, en fin, que se establezcan políticas preventivas y correctivas que aporten las soluciones para su reinserción en la sociedad.

No es posible, que en las ciudades se siga observando cómo la población indigente en situación de calle aumenta día a sin que se adopten acciones.

En el caso de las adicciones, estamos y siempre estuvimos de acuerdo con el autocultivo de la marihuana, pero como bien lo ha dicho en varias oportunidades el Ex Presidente Sanguinetti, no hay políticas aplicadas a la educación formal para que el consumidor o futuro consumidor entienda que es esta droga es nociva para la salud al igual que el alcohol o el cigarrillo.

El gobierno del Frente Amplio siempre ha hecho diferencias entre una persona que posee un elevado poder económico para pagar un tratamiento para salir de las drogas y otra de bajos recursos que no tiene poder económico para costear un tratamiento y, tanto él como su familia, se encuentran desamparados por el Estado. La cuestión es que en este caso el Estado no esté ausente independientemente de la clase social a la que pertenezca.

Lo mismo pasa en otras áreas en las que la ausencia del Estado es notoria y nos está llevando a una degradación de la sociedad de una manera nunca vista en la historia del Uruguay, una pérdida de valores que es inconcebible cuando vemos crecer a nuestros hijos y nietos.

Hay veces que no vemos una salida clara de cómo podrán ser las próximas generaciones, con políticas sociales que no ayudan al crecimiento personal y humano del individuo, que solamente por el simple hecho de decir que son un partido de “izquierda”, cae en el populismo barato y no inculcar el trabajo, el valor del respeto, el valor de la educación y el pilar fundamental de toda sociedad que es la Familia.



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